Muchas antorchas en un solo polvorín

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La guerra civil de Siria no ha terminado, solo informamos menos sobre ella. Estamos en nuestras cosas, la inmersión lingüística en Cataluña, el Brexit, los rifles de asalto en manos de adolescentes en EEUU. En medio de tanta distracción se está produciendo una matanza en el este de Ghouta, el cinturón agrícola de Damasco controlado por varios grupos rebeldes apadrinados por Turquía, Qatar y Arabia Saudí. En Siria se libran varias guerras simultáneas, algunas de ellas por delegación.

Hay noticias de bombardeos masivos y de decenas de muertos. Se sabe quién es el responsable por el tipo de artefactos. Si son bombas de barril es el régimen de Bashar al Asad, experto en este tipo de explosivos. Si son sofisticados, pertenecen a su aliado ruso. Esta semana, las fuerzas de Asad, o sus apoyos, han atacado cuatro hospitales del este de Ghouta. Uno de los médicos habla de “violencia histérica”. Las ONG que trabajan en Siria hablan de un nuevo Srebrenica. No es bueno poner nombres antes de tiempo porque el delito no es que haya muchos muertos, sino que se mate un solo civil. Se llama crimen de guerra.

El régimen tiene prisa por terminar el trabajo. Se sabe ganador de una guerra de la que es el principal responsable. Acaba de alcanzar un acuerdo con las Unidades de Protección Popular (YPG), que son los kurdos de Siria, para entrar en el enclave de Afrín, en el norte del país, y ayudar a hacer frente a la invasión de Turquía. La artillería turca recibió con disparos a las primeras unidades de Damasco.

Rusia, que está en fase de buen rollo con Ankara, ha iniciado una mediación a través de su ministro de Exteriores, Serguei Lavrov. El objetivo es evitar una escalada.

Tras siete años de guerra, cerca de 500.000 muertos, más de seis millones de desplazados y cinco millones de refugiados, la guerra ha entrado en una fase peligrosa. Son demasiados países bombardeando, cada uno con su agenda y sus propios intereses. Finiquitado el califato, que no el ISIS (Estado Islámico de Irak y el Levante), como comprobaremos en los próximos meses, abundan las antorchas dentro del polvorín.

Lo más peligroso sería un incidente directo entre EEUU y Rusia, pero también es el más improbable pese a la matanza de mercenarios rusos en un bombardeo ¿accidental?. Trump ha dejado el camino expedito a Putin, como si aceptara que esa zona de Oriente Próximo está bajo la tutela de Moscú como estuvo durante gran parte de la Guerra Fría. Putin ha hecho, y hace, el trabajo sucio en beneficio de Asad. Trump ya dijo en los debates con Hillary Clinton que apoyar a Asad era lo lógico porque no se sabe quién está en el otro lado. Hasta el Ejército Libre de Siria, que fue una creación de Barack Obama y de sus aliados europeos, es un ejército de alquiler que se vende al mejor postor. Hoy trabaja para Turquía en Afrín.

Este enlace del The New York Times es la mejor foto del momento que trato de explicar.

Las YPG (los kurdos de Siria) han sido claves en la derrota militar del califato del Estado islámico. Trump ordenó armarlas y apoyarlas en la toma de Raqqa. Esta ayuda fue un desaire a Turquía, un teórico aliado dentro de la OTAN que en Siria ha jugado a varias bandas y pocas veces en el lado occidental. Está más cerca de Qatar que de Arabia Saudí, enfrentados a su vez en sus apoyos a grupos islamistas rivales.

Qatar ha ayudado al Frente al Nusra (formalmente ex aliado de Al Qaeda, pero la cosa es más compleja que el titular). Apoya a todo lo que huela a Hermanos Musulmanes, una facción moderada del salafismo si la comparamos con el ISIS y otros grupos.

Riad armó al ISIS y al Ejército del Islam, entre otros. Trata de expandir el wahabismo, su versión rigorista del islam en competencia con los Hermanos Musulmanes. Por eso el Egipto del general Sisi es aliado de los saudíes, que le apoyaron en el golpe de Estado contra el presidente Mohamed Morsi en 2013. Morsi pertenecía a los Hermanos Musulmanes de Egipto. Fue quien ganó las elecciones.

Habíamos quedado en que Trump deja hacer a Putin en Siria y apoya indirectamente a Asad, quien tiene como aliados a Irán y Hezbolá, la guerrilla chií libanesa. Hezbolá ha sido una fuerza de choque esencial para derrotar al ISIS. Lo mismo que Irán, tanto en Irak como en Siria. Irán es enemigo mortal de Arabia Saudí y del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, ambos aliados de EEUU y a los que vende armas a espuertas Netanyahu tiene una cuenta pendiente con Hezbolá desde la guerra de 2006, cuando Israel atacó Líbano para derrotar a este grupo armado, su principal enemigo en la frontera norte. Hezbolá no ganó la guerra, pero al no perderla se apuntó la victoria.

A Turquía no le gustan los kurdos, sobre todo los suyos que representan algo más del 15% de la población. Los kurdos turcos sufrieron matanzas en los años 20 del siglo pasado. En 1980, la junta militar que gobernaba entonces prohibió su lengua, incluso decir kurdo y Kurdistán. Su partido político, el PKK que defendía la independencia, ha mantenido una lucha armada contra Ankara durante 40 años.

El presidente Erdogan descarriló el proceso de paz con sus kurdos después de comprobar que el Partido Democrático del Pueblo (HDP), apoyado por ellos y por parte de la izquierda, alcanzó el 10% de los votos, lo que impidió alcanzar la mayoría necesaria para cambiar la Constitución. La guerra de Siria ha servido de excusa para atacar de nuevo al PKK y anular al HDP, que es objeto de persecución. Erdogan considera una amenaza potencial el éxito militar de los kurdos de Siria. La operación de Afrín busca crear un zona de seguridad y bajarles los humos.

EEUU tiene tropas cerca de Afrín, en la localidad de Manbij, también controlada por los kurdos sirios. Desde ahí observa los movimientos turcos. El secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, visitó hace poco Ankara. Allí dijo que Turquía “tenía preocupaciones legítimas sobre terroristas cruzando la frontera”. El jefe del Pentágono, general Mattis, dio las gracias a Erdogan por permitir el uso de la base de Incirlik para bombardear al ISIS. Todo se puede traducir por ‘EEUU pelotea a Turquía mientras anuncia que sus tropas se quedarán junto a las Unidades de Protección Popular’.

La base de Incirlik es teóricamente de la OTAN. Los “terroristas” del ISIS y sus combatientes extranjeros han cruzado estos años la frontera turca sin muchos problemas cuando Ankara jugaba a mirar a otro lado. Es todo un juego de posiciones y de simulación, mal asunto en una zona en la que todo el mundo es experto en el arte del engaño.

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Para completar este cuadro tenemos lo que dije al principio: los kurdos sirios han pactado con Damasco para defender Afrín. Los kurdos sirios nunca tuvieron buenas relaciones con los Asad, pero a diferencia de los kurdos de Turquía o los de Irak nunca quisieron la independencia. Se sienten sirios, pero exigen autonomía. No sabemos si el pacto de Afrín irá más allá cuando termine la guerra. Periodistas que conocen muy bien el terreno sostienen que este movimiento de Damasco tiene la firma de Irán, que le debe un favor, o varios, a los kurdos sirios en la derrota del califato.

Recuerden que Irán y Turquía juegan contra Arabia Saudí en la partida regional.

Todo esto es para decirles que estamos sentados sobre un polvorín y en vez de bomberos tenemos pirómanos. Menos Vladimir Putin, el único que sabe a qué juega desde el minuto uno del partido. No digo si es el bueno o el malo de la película, solo que es el más inteligente.

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