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Los Papeles de Pandora revelan lo que era evidente sin pruebas: vivimos en un sistema basado en el saqueo constante de los más pobres. La aplicación de la ley no es igual para todos porque el objetivo, sea dictadura, régimen autoritario o democracia, es preservar la desigualdad para que los ricos sean más ricos todavía. No siempre llegan a este estatus los más inteligentes y los más útiles para la sociedad, sino los más corruptos que diseñan y controlan las reglas de juego. Para que funcione sin algaradas es necesaria una cierta esperanza, que el ascensor social sirva de acicate a nuevos emprendedores. Si la ilusión desaparece, se detiene la máquina.
Los más ricos no quieren pagar impuestos, ni que suban el Salario Mínimo Interprofesional ni que envíen inspectores de trabajo a sus empresas y plantaciones. Ya tienen al gobernador del Banco de España, a las derechas extremadas y demás simpatizantes para advertirnos de que cualquier mejora o limitación de sus abusos –por ejemplo, en el precio de la luz– pone en riesgo la buena marcha de la (su) economía basada en un mercado libre tramposo con las cartas marcadas, sobre todo en España.
Dos libros de lectura obligada:
- Franquismo SA, de Antonio Maestre.
- Capitalismo a la españolaCapitalismo a la española, de Juan Pedro Velázquez-Gaztelu.
Los medios de comunicación (salvo excepciones) saltamos de una noticia a otra noticia, de una crisis a otra crisis, de un muerto ajeno a otro muerto ajeno sin pararnos a pensar en lo que el reportero de guerra estadounidense Ernie Pyle llamaba la Gran Película. Nos falta contexto, el marco que explica el movimiento de las noticias, saber hacia dónde vamos. Sin él, todo queda en un goteo de insignificancias inconexas.
Se preguntaba el gran Isaías Lafuente en su cuenta de Twitter por qué en vez de invadir países no atacábamos los paraísos fiscales para acabar con los piratas. La respuesta es clara: porque son los mismos piratas los que saquean y esconden lo saqueado en agujeros negros fiscales.
Miles de millones de euros salen del circuito legal, el que sostiene los gastos comunes, eso que aún llamamos el Estado del bienestar, para engordar los bolsillos de los avaros. La OCDE estima que el dinero escondido en estos paraísos alcanza los 11,2 billones de dólares. Son datos de 2020, casi prepandémicos. Tax Justice Netwok estima que se pierden cada año 427 millones de dólares. Recuerden que el billón americano no es el español.
Los ultraliberales europeos, que en el caso de los españoles es descarado, quieren desmantelar la sanidad pública. ¿Para regalársela a sus amigos? No es una pregunta estrafalaria: sucedió con la electricidad. Miles de millones de euros de beneficio para los afortunados compradores y precios desorbitados y miseria eléctrica para los demás. Se llama saqueo.
Leí hace poco que la Asociación de Dentistas de EEUU criticaba los planes de Biden de incluir por primera vez en 50 años el cuidado dental en Medicare, una especie de sistema público sanitario para los mayores de 65 años. ¿Por qué, si es bueno para un segmento de la población que vive de su pensión? Porque les resta beneficio.
Este es el esquema que nos quieren vender en España: una sanidad privada que no atiende a los que carecen de seguro y que exprime a los pacientes, y a sus familiares si hay deceso, a los que persigue con saña como sucede con el covid con cuentas desorbitantes.
Deberían leer este artículo de Paul Krugman: Health Care Horror Stories. También pueden leer este otro del diario The Guardian sobre los muertos del sistema. Es para que se vayan preparando.
No solo hablamos de un dinero manchado de sangre en las guerras de ocupación y saqueo, o en la explotación de las riquezas de los países pobres, es también un dinero que brota limpio de un sistema de producción que exige esclavos o semiesclavoslimpio, gente infrapagada que trabaje a destajo, para que haya grandes beneficios. ¿Qué es la migración sino un flujo de gente sin derechos a la que explotar con la amenaza de deportación?
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Ningún Estado apoya acciones que no le benefician. Hablamos mucho, bueno, tampoco tanto, de los costes de la guerra de Afganistán. Tantos muertos, tantos dólares, pero no se habla de los beneficios: ¿qué empresas y quiénes se han lucrado en esta guerra? Les recomiendo la lectura del artículo The War on Terror Was Corrupt From the Start de Farah Stockman en el diario The New York Times. Contiene todas las claves de por qué hemos fracasado.
Se podría escribir un artículo similar en Francia para explicar el papel de este país en Malí, o sobre la UE y su FRONTEX destinada a frenar la migración irregular. Su presupuesto no se destina a mejorar la vida de las personas en los países de origen, o para crear zonas seguras en las que puedan vivir y trabajar. El dinero va a gobiernos corruptos que tienen la obligación de comprar armas, vehículos, uniformes y sistemas de vigilancia a nuestras empresas. Es decir, el dinero europeo no se destina a salvar vidas, sino a engordar los negocios de una industria opaca.
No estamos para hacer botellones de 25.000 personas cada fin de semana, deberíamos estar en la lucha diaria para lograr cambios profundos y globales en un sistema depredador sin frenos que va a acabar con el planeta. Es el futuro de millones de jóvenes lo que está en juego. Sigan bebiendo sin mala conciencia, ustedes lo pagarán tarde o temprano en un mundo sin democracia y sin aire limpio que respirar.
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