La eutanasia es un derecho fundamental

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La política debe servir para solucionar problemas, no para crearlos como sucede en España con algunos partidos entregados al disparate. Cada adjetivo tendría separarse de la frase pronunciada y someterse a un control antidoping. Es urgente averiguar qué tipo de alucinógeno actúa sobre el cerebro de ciertos líderes. Es posible que se llame ideología sin el filtro de la inteligencia.

Más del 80% de los españoles está a favor de que exista una ley que regule la eutanasia, que significa la buena muerte. Es lógico que nos preocupemos por estas cosas porque todos vamos a morir algún día. No está en nuestros planes hacerlo sometidos a un dolor físico y emocional innecesario, ver cómo nuestros familiares y amigos se consumen en una agonía coral.

Morirse bien requiere intimidad. Es el momento supremo en el que ordenamos recuerdos y vivencias en una especie de juicio final que sirve para saber si mereció la pena, si aprovechamos el tiempo. Es bueno esforzarse en este proceso porque con la muerte no suele haber segundas oportunidades. Cuando te mueres casi siempre es bastante definitivo. Tenemos el derecho fundamental a escoger el guión de esos últimos minutos sin que nadie nos lo importune desde el fanatismo.

Solo saben morir aquellos que supieron vivir, y eso requiere una buena dosis de libertad y de suerte.

Una ley de eutanasia no obliga a nadie –católico o de cualquier otra fe– que desee prolongar su vida hasta el último aliento. Tampoco la ley de divorcio fuerza a la separación, ni la del aborto a abortar.

Un Estado laico –o aconfesional como el nuestro, que para el caso es lo mismo; léase el artículo 16 de la Constitución– debe construir marcos legales que respeten las diversas creencias de sus ciudadanos. Si los religiosos consideran que su vida está en manos de un dios y prefieren esperar a que se manifieste, duela lo que duela, están en su derecho. Estoy dispuesto a que la parte correspondiente de mis impuestos se dedique a permitirles una muerte conforme a sus ideas. Se llama respeto.

¿Es tan difícil demandar la mismo consideración a los que no comulgamos con sus ideas? ¿Qué merma produce que elija la fecha de mi muerte sin esperar una intervención celestial en la que no creo? ¿Por qué ese intervencionismo, ese 155 contumaz sobre mis principios? ¿Es para salvar mi alma o su para preservar su negocio?

Las religiones se han especializado desde las cavernas en crear interpretaciones basadas en mitos que saltan por los aires en cada avance científico. Esos mitos generan rayas rojas que son difíciles de borrar porque en ellas reside su autoridad política. Se trata de un poder sustentado en el miedo al infierno y en la hoguera.

Si quieren informarse --y de paso reírse -- sobre estos asuntos tan solemnes les recomiendo el libroPretérito imperfecto de Nieves Concostrina.

Hoy suena ridícula la explicación de un dios barbudo inmerso en una faena estajanovista durante los seis días en los que creó el universo, el hombre –desde un figura de barro a la que insufló vida de un soplo– y la mujer de una costilla. De esa metáfora nace el machismo rampante de las religiones del Libro que consideran a la mujer parte del hombre, no un todo por sí mismas. Nos decían que el mundo tiene seis mil años de antigüedad, algo que no concuerda con la ciencia, ni con los yacimientos humanos y de animales descubiertos. Y está Darwin, claro. Y el Big Bang. Y la realidad que viaja sola sin aditivos.

Las religiones deberían ser guías espirituales de uso individual. Si a usted le sirve, lo celebro. También estaría dispuesto a pagar de mis impuestos el mantenimiento de centros de culto para que los creyentes encuentren la paz y la energía necesaria, pero no para que me digan cómo tengo que vivir y menos aún cómo tengo que morir. No creo en Dios ni en ningún ente metafísico superior. No espero su llamada, ni siquiera un What’sApp o un SMS.

La misma ley que no obligaría a los católicos a morir en contra de su voluntad antes de que se lo comunique su creador, me permitiría a mí, y a quienes piensan como yo, recortar nuestra presencia terrenal según la situación médica. Mi puerta de salida no depende de seres mitológicos ni de metáforas; tampoco del hombre del espacio. Depende de mí. ¿Han visto Las invasiones bárbaras? Se la recomiendo.

El caso de Ángel y María José nos ha estremecido como antes nos estremeció el de José, tratado también con una exquisita profesionalidad y tacto por la periodista de la SER Beatriz Nogal en el programa A vivir que son dos días. Son historias de gente normal, como nosotros, que reclaman un derecho fundamental: el respeto a sus creencias. ¿Cómo es posible que se lo nieguen personas y organizaciones religiosas que demandan un respeto para las suyas? ¿Hay creencias de primera y segunda división?

Vuelve Esperanza Aguirre, la madre de todas las ranas, a impartir lecciones sobre el valor de los cuidados paliativos que ella recortó en su etapa de destrucción de la sanidad pública madrileña. Ella, la que nunca rompe un plato, lanzó una persecución inmoral e ilegal contra el doctor Luis Montes, acusándole de utilizar la sedación paliativa, algo legal en España, que se aplica en muchos hospitales con el consentimiento explícito, implícito o delegado.

Newtral explica en este enlace la diferencia entre los términosenlace; incluye gráficos sobre la evolución de la opinión de la sociedad española.

Para quien tenga paciencia, porque es largo, aquí tiene la posición de la Iglesia Católica en el asunto que nos ocupa. Para quien no la tenga le puede bastar este vídeo de Pablo Casado, un tipo capaz de frivolizar sobre cualquier cosa, tal vez por falta de formación para hablar en serio.

La eutanasia es legal en Bélgica, Luxemburgo, Holanda, Canadá, Colombia y en un Estado de Australia (el de Victoria). El suicidio asistido es legal en Suiza y en algunos Estados de EEUU. Legalizar la eutanasia no provoca un aumento masivo de suicidios voluntarios. En Bélgica representa un 2% de las muertes. En Holanda, un 4%, algo marginal.

La Iglesia Católica española es un poder en la sombra, por encima de su afiliación e influencia real en la vida cotidiana de la población. Actúa de manera inconstitucional saltándose la aconfesionalidad del Estado. El electorado del PP es más partidario de la eutanasia que sus dirigentes, siempre timoratos en estas cosas. De Abascal no podemos decir mucho porque sostiene que en los países nórdicos los ancianos huyen de las residencias para evitar que los maten. Ese es el nivel.

Cuando el cristianismo se convierte en la religión oficial del imperio romano con Constantino deja de ser una prédica de oposición basada en el amor al prójimo y la renuncia a las riquezas. Se transforma en un poder absoluto que desea conservar a cualquier precio. Surgen los fanáticos; los perseguidos de Nerón se convierten en perseguidores. En la destrucción de las culturas paganas no se diferenciaron del ISIS en Irak y Siria. En ellos se inspira la figura del Gorrión Supremo en la serie Juego de Tronos.

Los papas unieron la espada al temor a un castigo eterno. Aparecieron cientos de monarcas de origen divino que decían hablar con dios para justificar cualquier decisión mundana. Les recomiendo La rama dorada. La Inquisición fue el brazo armado de ese dios inflexible reducido a una máquina de represión. Si la gente pierde el miedo desaparece el control.

Pactar con nerones

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La Razón y las Luces arrebataron el monopolio de la verdad a los dioses. Llegaron las revoluciones, la industrial, la francesa y la americana. Nacieron los derechos humanos, el liberalismo, el socialismo y los ismos que quieran.

Les preocupa el laicismo, que es el que define un espacio común en el que cabemos todos, seamos religiosos o no. El laicismo nos liberó del burka. Es más fácil ver esa cárcel de tela sobre las cabezas de las mujeres afganas que sobre nuestra mentalidad. Una minoría incrustada en la sociedad moderna sigue empeñada en imponernos sus creencias financiadas con dinero público.

Gracias María José, Ángel y José, y gracias a tantos otros que luchan en silencio sin la ayuda del Estado y de una Iglesia Católica que se olvidó de uno de sus motores esenciales: la misericordia.

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