Héroes y villanos

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Dos de los muchos héroes en el ataque del puente de Londres son ciudadanos europeos. Un panadero rumano que cobijó en su tienda a una veintena de personas y golpeó a uno de los atacantes con una caja y el español Ignacio Echeverría, que dio su vida por salvar a una mujer. ¿En qué parte de este escenario de solidaridad situamos el discurso xenófobo del Brexit, convertido en síntoma y causa de los problemas del Reino Unido? ¿En qué parte situamos la indecencia intelectual de Donald Trump, que aprovechó lo ocurrido para vender su prohibición de entrada en EEUU a los nacionales de seis países de mayoría musulmana, la llamada Muslim ban? ¿No debería aprender algo el presidente de los héroes de Portland que dieron sus vidas por defender a dos quinceañeras musulmanas?

Con el paso de las horas nos llegan historias de dolor y las biografías de los atacantes, dos de ellos bajo el radar de los servicios de seguridad británicos. Deben de ser miles los sospechosos en el Reino Unido y en lo que ahora vuelve a ser “el continente”, lo que hoy es la Unión Europea. Es imposible una vigilancia absoluta. Nos enfrentamos (los de aquí y los civiles de Siria, Irak, Yemen, Afganistán, entre otros) a personas que están dispuestas a morir matando.

Cualquier defensa pasa por la cooperación entre las fuerzas de policía y las agencias de espionaje, la anticipación a los atentados (ya se evitan muchos) y la inclusión en la lucha de las comunidades musulmanas; ellas deben ser un motor para detectar el radicalismo y ofrecer soluciones a los jóvenes sin arraigo. Es un problema de todos, no de razas, nacionalidades o credos. Los asesinos tienen nombres y apellidos, solo ellos son los responsables.

Theresa May, atrapada en una campaña electoral desastrosa y en caída libre en los sondeos (no se fíen), trató de aprovechar la conmoción con declaraciones rotundas –“Hasta aquí hemos llegado”–, defender la “superioridad de los valores británicos”, prometer medidas que no podrá cumplir porque existe un Estado de Derecho y unos límites, y criticar la tolerancia hacia el extremismo.

A la señora May se le olvidan tres detalles: ella es primera ministra del Gobierno, y por lo tanto responsable de su gestión; dos: ha sido ministra del Interior desde el 11 de mayo de 2010 al 13 de julio de 2016, y tres, es responsable de la supresión de 20.000 puestos de policía y de los recortes de presupuesto en los servicios secretos, los célebres Mi5 y Mi6.

Su rival en las elecciones generales que se celebran hoy y líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, ha pedido su dimisión. Lo mismo que el alcalde de Londres, Sadiq Aman Khan, una figura emergente y que es del partido de Corbyn. Ambos tratan de demostrar que May no está capacitada para el cargo. La primera ministra ha contestado con una retahíla de ataques al líder laborista en los que enuncia sus declaraciones pasadas para demostrar que el incapaz es él. Es posible que ambos tengan razón y los británicos que acuden este jueves a las urnas se enfrenten a una decisión de males menores, de soluciones políticas. Esto podría influir en la abstención.

El discurso de ellos y nosotros, de cristianos contra musulmanes, es gasolina para la extrema derecha europea. A ese carro se ha subido Theresa May desde que cabalga a lomos de un Brexit en el que no creía antes del referendo. Les recomiendo este artículo de Víctor Lapuente Giné publicado en El País, “buenismo y malismo”. Da muchas claves, entre ellas que el discurso xenófobo de la extrema derecha está en la misma frecuencia ideológica del yihadismo.

No sé qué va a pasar hoy en las elecciones legislativas británicas. Habrá que esperar a los resultados en una larga noche electoral. Hay encuestas para todos los gustos y una constante: se ha esfumado la ventaja de 20 puntos de hace dos semanas. Unas reducen la ventaja de May y los tories a un punto, otros a seis. Los hay que indican que son once.

No sabemos qué impacto va a tener el ataque de Londres y si las contradicciones de May llegan al gran público. Los diarios sensacionalistas le están dando duro, como el Daily Mirror.

Estas encuestas nacionales son difícilmente transportables al sistema electoral británico, que es mayoritario: vence quien obtiene más votos en su circunscripción.

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Lo más lógico es que gane May, sin descartar sorpresas. Su objetivo al convocar las elecciones era reforzarse políticamente ante las negociaciones de separación de la UE, que durarán dos años, y prometen ser duras y difíciles. Esperaba una victoria aplastante, un referendo sobre su persona que le permitiera decir a Bruselas ‘estos son mis poderes’, y apostar por un Brexit duro o incluso por un Brexit unilateral sin negociaciones.

Toda esta fantasía populista se ha venido abajo. Su imagen está muy tocada y su futuro es incierto, aunque gane. Boris Johnson, actual ministro de Exteriores, aspira a su puesto y lo volverá a intentar cuando los vientos le sean favorables. Lo tiene dentro del Gabinete porque siempre es mejor tenerlo dentro meando hacia fuera, que fuera meando hacia dentro

Un buen resultado laborista reforzaría a Corbyn y a lo que representa: la vuelta a las esencias de lo que era la socialdemocracia antes de su rendición ante el ajuste liberal. El PSOE de Pedro Sánchez estará muy atento a lo que suceda en estas elecciones. Igual que los poderes económicos que han hecho de la crisis el mejor de sus negocios.

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