Venezuela es terreno fértil para los prejuicios y las cegueras ideológicas. No hay grises ni memoria ni datos. Venezuela es un arma arrojadiza en la que cuentan poco sus habitantes, víctimas de otra guerra, la de sobrevivir cada día en un país rico hundido económicamente. Los periodistas no debemos vestir camisetas de hooligan ni repetir consignas ajenas. Nuestro trabajo consiste en contrastar, contextualizar y jerarquizar la información disponible. También, en cuestionar cualquier discurso.
Vivimos en una época acelerada en la que reina el trending topic, el rating, el prime time y el eslogan. Es la época dorada del adjetivo en versión superlativa. Un ejemplo sería Cataluña, donde se llama golpe de Estado a una grave crisis territorial; o Estado autoritario y dictadura a una democracia menguante, pero democracia. Confundir es uno de los objetivos de la propaganda.
Crisis político-jurídica
1) En Venezuela no existe un golpe de Estado de la oposición --al menos, no todavía--; ni el gobierno de Nicolás Maduro es una dictadura, pese a que va de camino. Tanto dramatismo anticipado descafeína la realidad, y cuando llega nos encontramos sin palabras para describirla. Resulta curioso que quienes defienden la existencia de los delitos de sedición y rebelión en Cataluña, pese a la ausencia de violencia, vean un levantamiento democrático en Venezuela; y quienes defienden lo contrario en Cataluña hablen de golpe de Estado en Venezuela pese a que no se ha movido una sola unidad militar (todavía).
2) En Venezuela tenemos un choque de legitimidades que podría acabar en un enfrentamiento civil. Está la que esgrime el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, para declararse presidente interino, y la que defiende Maduro para considerarse único presidente legítimo. Guaidó se basa en tres artículos de la Constitución bolivariana, la de Hugo Chávez, aprobada en referéndum el 15 de diciembre de 1999. Se trata de los artículos 233, 333 y 350. Aquí lo tienen explicado por el diario colombiano El Tiempo. Maduro se considera ganador de las elecciones de mayo de 2018, en las que acudió casi en solitario por el boicot de los principales partidos opositores, y en medio de una fuerte abstención. Este resultado no contó con la verificación de observadores extranjeros, ni de Smartmatic, empresa que había validado las victorias electorales de Hugo Chávez.
3) Para Guaidó, Maduro es un usurpador porque no reconoce el resultado de las elecciones de 2018. Maduro no reconoce la existencia legal de la Asamblea Nacional elegida en las urnas en diciembre de 2015, cuando la oposición obtuvo una mayoría de dos tercios. Para anular su poder Maduro utilizó el Tribunal Supremo, trufado de jueces adictos, que suspendió la elección de tres diputados (y evitar así la supermayoría de dos tercios). Fue el principio de una cadena de decisiones que mermaron la capacidad del Legislativo. En 2017, el presidente creó una Asamblea Nacional Constituyente, cuya elección fue boicoteada por la oposición, que ha ejercido de Parlamento paralelo. Esa Asamblea Nacional Constituyente y el Tribunal Supremo, ocupado por fieles, han vaciado de contenido a la Asamblea Nacional. Tenemos pues dos presidentes y dos Parlamentos. Y casi podríamos decir que dos Tribunales Supremos; jueces exiliados en EEUU se han constituido --en una cuenta en Twitter-- en Tribunal Supremo legítimo (@TSJ_Legitimo).
4) La clave son los militares. La cúpula de las Fuerzas Armadas controla PDVSA, la empresa petrolera del país con las mayores reservas mundiales conocidas. No van a soltar el negocio a favor de la oposición. Lo que no sabemos es si están unidas en la defensa de Maduro. Una división en dos bandos podría acabar en un enfrentamiento armado de consecuencias imprevisibles. Guaidó ha ofrecido, cuartel por cuartel, una amnistía a los militares que cambien de bando (en esto sí busca un golpe de Estado). EEUU ha ampliado sus sanciones, centrándose en PDVSA, en un intento de castigar al sector chavista de las Fuerzas Armadas. Aún no es un jaque mate, pero esta partida de ajedrez con maneras de póker tiene una mala salida. Maduro parece acabado, pero aún no conocemos el precio.
5) Maduro no es Hugo Chávez. Maduro carece de su carisma, de su ascendente sobre los más pobres e ignorados en la historia venezolana. No tiene su capacidad política, su intuición. Felipe González, que no es sospechoso de chavismo (era amigo de Carlos Andrés Pérez), dijo que con Chávez se podía hablar; con Maduro, no. Maduro es un frontón. Mantiene el marketing revolucionario, las proclamas, pero sin sustancia. Las principales víctimas de sus políticas son los pobres que dice defender.
6) La oposición venezolana es un conglomerado. Incluye bolsonaros, liberales de la escuela de Chicago, derecha de toda la vida, democristianos, centristas, socialdemócratas, algo de izquierda y pos chavistas. Les une el odio a todo lo que suene a chavismochavismo. La mayoría carece de un discurso nacional inclusivo, de una oferta de futuro para todo el país. Hay excepciones, claro. Henrique Capriles, dos veces candidato a la presidencia, tiene un discurso más complejo, lo mismo que Antonio Ledezma, ex alcalde de Caracas. Sería más efectivo reconocer los logros del chavismo, como el de enseñar a leer y escribir a más de un millón de personas, y la reducción de la pobreza (uno de los mayores éxitos continentales junto a Perú, desde otra oferta político-económica). Chávez era un soñador que cometió graves errores. Reconocer algunos aciertos, les permitiría profundizar en los fracasos, y evitar el miedo a la revancha. Muchos venezolanos están hartos de Maduro, pero no se fían de la oposición.
Frente internacional
1) El timing elegido canta un poco. Guaidó se declara presidente, la Administración Trump lo reconoce de inmediato y un camión de propaganda recorre las calles de Nueva York. No hay que ser un lince para deducir que todo estaba preparado. Detrás de todo está John Bolton, asesor de seguridad nacional del presidente. Bolton es un halcón, veterano en las mentiras de destrucción masiva creadas para justificar la invasión de Irak en 2003. Aquella ocupación fue muy provechosa para algunas empresas petroleras de EEUU. Una de esas compañías es Halliburton, que opera en Venezuela donde acumula pérdidas.
2) La elección de Eliott Abrams para dirigir la operación contra Maduro, que llaman “restauración de la democracia en Venezuela”, es otro mal síntoma. Se trata de otro duro, responsable del intento de golpe de Estado contra Chávez en 2002. Esto sería casi lo de menos: es un hombre que mintió al Congreso de EEUU en el escándalo Irán-Contra ocurrido en el mandato de Reagan, y tiene las manos manchadas de sangre en Nicaragua, Guatemala y El Salvador. Si quieren saber más del personaje, lean esta información en castellano de la BBC. Es excelente.
3) Rusia y China se han alineado con Maduro y contra Guaidó. Moscú está jugando a la Guerra Fría, probando las debilidades y los límites de Trump. Putin ha advertido contra una intervención militar. Bolton, que es un pirómano, se presentó esta semana a una rueda de prensa con un cuaderno en el que se podía leer la frase “cinco mil soldados para Colombia”. No fue un accidente; se trata de una bravata y de una advertencia. En el caso de China es más sencillo: es el principal acreedor de Venezuela.
4) La UE debió haber jugado un papel de puente. Maduro no puede celebrar elecciones libres, como las de la época de Chávez, porque las perdería. Ofrece legislativas para sacarse de encima este Parlamento, pero no presidenciales. De ahí viene el problema. Chávez nunca temió a las urnas.
5) España tiene la pésima costumbre de hacer política nacional con todo, sean crisis internacionales o elecciones locales. Para PP y Ciudadanos, Venezuela es un filón. El objetivo no es mejorar la vida de los venezolanos, sino atacar a Podemos. La reacción del presidente Sánchez, por muy pactada que esté con Francia y Alemania, peca del mismo electoralismo. Tiene miedo de que el PP le monte mociones en cada ayuntamiento de España a cuatro meses de las municipales. El ultimátum, que tiene gracia en alguien que no convoca sus elecciones, está blindado con la UE.
6) La oposición venezolana haría bien en huir del apoyo tan visible de la peor cara de EEUU, el de los tiempos de Eliott Abrams y las dictaduras militares. Es una cuestión más teatral que política. Deberían esconder mejor a sus amigos si es que el objetivo es ganarse al pueblo venezolano.
Crisis económica
1) Venezuela interesa tanto porque se sienta sobre las mayores reservas petroleras conocidas. El país está económicamente destruido. Tiene una deuda superior a los 100.000 millones de dólares. En los últimos cinco años, su economía ha caído un 50%. Solo está peor Siria, que ha vivido una guerra civil de seis años con 500.000 muertos. Entre 1999 y 2014, el periodo de Chávez más un año, Venezuela ingresó una media de 60.000 millones de dólares anuales gracias al petróleo. Eran tiempos del barril por encima de los 100 dólares. Chávez no aprovechó la bonanza para crear un Estado social fuerte, prefirió que el peso de las misiones lo llevara su movimiento. También siguió endeudando el país.
2) Maduro heredó un país con graves defectos estructurales. Pronto cayó el precio del petróleo, los ingresos anuales bajaron a 12.000 millones. La mayoría de las medidas de su Gobierno para enfrentarse a la crisis resultaron catastróficas y favorecieron la hiperinflación. Sumen un boicot empresarial y, desde hace un par de años, las sanciones de EEUU que han costado al país 23.000 millones. Washington ha optado por la asfixia económica.
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3) Las guerras entre el Gobierno y la oposición, entre EEUU y Rusia, no dejan ver la otra guerra, la de los venezolanos por comer cada día. Un huevo se ha convertido en un artículo de lujo. La escasez y la hiperinflación han empujado al exilio de decenas de miles de venezolanos hacia Colombia, Brasil, Perú y Ecuador.
4) Pese a la carestía, no hay hambre. Estos son los cinco mitos (fake news) más repetidos.
5) Es posible que Hugo Chávez fuera honesto. Así le percibía mucha gente, que culpaba de la corrupción rampante a su entorno. Muerto el caudillo, el hombre carismático, quedó el entorno, desnudo en su corrupción. El dinero de los ricos voló a Miami. El dinero de la burguesía bolivariana y de los altos mandos militares, también. Caerá o no Maduro, llegará o no la contrarrevolución. De lo que sí pueden estar seguros es de que ganarán las petroleras y el negocio sin escrúpulos, y perderán los pobres a los que les van a quitar hasta la esperanza de dejar de serlo.