Hace unos días, después de mucho tiempo sin saber de él, reapareció en nuestras vidas Jordi Pujol. No se asusten, no se nos apareció en camisón blanco en medio de la curva de una carretera con destino a Andorra, tampoco vimos su cara, como las de Bélmez, en el suelo de mármol de un banco suizo, ni siquiera nos encontramos con su efigie en una tostada de pan de masa madre de la cafetería de la Audiencia Nacional. No. El señor Pujol se nos apareció sonriente y “arregladito como pa’ ir de boda” en un acto homenaje dedicado a su honorable persona. Muy fan.
Aquella mañana, mientras navegaba por los mares revueltos de la actualidad, me encontré con un titular: “Hemos dejado muy buenas huellas” .
Y como estaba preparando un trabajo para el estreno de Jurassic World, la nueva película del genio Bayona, pensé: “¡Date, aquí hablan de dinosaurios!”. Así que entré ilusionada a buscar documentación. Pero no, las huellas no eran de ningún Velociraptor, el autor de tal afirmación era el patriarca de una de las dinastías más conocidas de este país, los Pujol.
El homenaje lo organizó el colectivo Amics de Jordi Pujol y a él acudieron con devoción unas 300 personas. El título del evento Reconocimiento a Jordi Pujol: Las raíces de una lucha, su obra política, no dejaba lugar a dudas, se trataba de una elocuente muestra de respeto y gratitud hacia esa persona a la que la UDEF se refiere…
Según he leído en las crónicas del evento, la ovación duró tres minutos. Resulta curioso que fueran precisamente “tres”, mucho se ha escrito acerca de la importancia del número tres en la Biblia y no les digo nada de la que tuvo en Convergència Democrática de Catalunya.
Si en la Biblia el número “3” se usa 467 veces, está por ver cuántas se usó en el partido cuyas siglas han borrado del mapa los herederos políticos de éste. Menudo tajo le han dado al árbol genealógico convergente los jardineros del PDeCat.
Al homenaje acudieron antiguos referentes de la sociedad civil de la era Pujol, su consorte Ferrusola y algunos de sus hijos –todos ellos investigados por casos de corrupción–. Aunque hubo alguna ausencia notable, como la de Artur Mas, que envió a su padre político unas palabras de cariño para expresarle que está a su lado en estos momentos tan difíciles: “Reconozco el mérito y valor de su obra de construcción del país”, añadió Artur. Palabras muy bonitas pero inconcretas, alguien podría liarse y dudar: ¿A qué país se referirá Mas, a Cataluña, a España, a Andorra o a Suiza? La familia Pujol siempre fue tan viajera…
El exhonorable, aquel que riñó a todo un Parlament y amenazó con agitar el árbol hasta que cayeran todas las ramas, debió de animarse con la emoción de evento y se arrancó con una de autocrítica en tono paternal: “No todo nos ha salido bien y os he de confesar que me siento insatisfecho en ciertos aspectos; conmigo. Insatisfecho conmigo, no con vosotros”. Acabáramos.
Y animó a sus sucesores a seguir las huellas que dejó en la Generalitat “o el viento se las llevará”. Claro, oír en boca de Pujol conjugar el verbo “llevarse” tiene su aquél, la mente traicionera te lleva a pensar en el viento alpino…
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Reapareció Jordi Pujol tan solo unos días antes de que hayamos conocido quién será el próximo presidente de la Generalitat, Quim Torra. Y mira que se han barajado nombres en este lapso interminable, ya veremos si es la definitiva… En otro tiempo –¿se acuerdan?– solo sonaba uno, el del “gran estadista”. Fueron veintitrés años bajo el signo de Pujol y sí, han dejado huella.
Que tus amigos te quieran, a pesar de tus defectos, es normal. Es una característica inherente a la amistad quitar hierro a la parte oscura del amigo y centrarse en el lado luminoso, así que los Amics de Jordi Pujol recordarán, para siempre, esa emotiva velada en la que escucharon embelesados al exhonorable repasar los logros obtenidos: “Sanidad, policía autonómica, enseñanza, defensa de la lengua catalana…”.
De la zona oscura, ya tal, la amistad todo lo blanquea.
Hace unos días, después de mucho tiempo sin saber de él, reapareció en nuestras vidas Jordi Pujol. No se asusten, no se nos apareció en camisón blanco en medio de la curva de una carretera con destino a Andorra, tampoco vimos su cara, como las de Bélmez, en el suelo de mármol de un banco suizo, ni siquiera nos encontramos con su efigie en una tostada de pan de masa madre de la cafetería de la Audiencia Nacional. No. El señor Pujol se nos apareció sonriente y “arregladito como pa’ ir de boda” en un acto homenaje dedicado a su honorable persona. Muy fan.