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Sin jetas no hay paraíso

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¿Se acuerdan de los Panama Papers? Yo tampoco. Éramos tan jóvenes cuando salieron a la superficie... abril de 2016. Hagamos memoria: el presidente de los Estados Unidos era Obama, Del Bosque era seleccionador de La Roja, Kevin Spacey saboreaba las mieles del éxito como malo de ficción y Carles Puigdemont había estrenado, tan solo tres meses antes, Princesa por sorpresa en la Generalitat, nadie hubiera imaginado entonces que su siguiente éxito sería Novia a la fuga en Bruselas. Cualquier tiempo pasado fue distinto. Muy fan.

Aquella primavera, en España andábamos enfrascados en la tarea de formar Gobierno, bueno, nosotros no, ellos. Rajoy había declinado, meses antes, la propuesta del rey para ser candidato, Pedro Sánchez había fracasado en su intento de ser investido en marzo y nos dirigíamos, irremediablemente, a unas nuevas elecciones generales que llegaron el 26-J y recolocaron a Rajoy en Moncloa.

Permítanme que recupere un párrafo del Muy fan que escribí en aquel momento sobre los  Panama papers:

“En los Panamá papers –en España nos llegan a través de La Sexta y El Confidencial– hay de todo, como en un bazar chino: líderes mundiales y otras personalidades de la esfera política, de la monarquía, de la cultura, del deporte, del mundo empresarial... Parece el listado de un bodorrio en el que nos colamos a mirar, solo falta que entre la tuna a tocarnos los clavelitos”.

¿Les suena? Efectivamente, hoy podría haber publicado el mismo artículo si no fuera yo tan tiquismiquis y mi celo profesional y mi respeto por infoLibre y sus lectores no existieran, porque todo lo que escribí entonces valdría perfectamente para comentar esta nueva entrega de Paradise papers.

La relación de invitados a la party del paraíso que vuelve a salir a la luz, gracias al trabajo del Consorcio Internacional de periodistas de investigación, parece calcada de la anterior. Cambian los nombres, pero la representación en el evento de política, deporte, monarquía, mundo empresarial y espectáculo, es prácticamente idéntica. Sigue faltando la tuna para ponerle un poco más de pandereta a esta serenata.

¡No me diga que en este nuevo listado de asistentes al guateque usted tampoco está! Me cachis, lo siento, no puede entrar, sin jeta no hay paraíso. Pero no se venga abajo, puede pegar la nariz al cristal y observar cómo disfrutan de las ventajas fiscalmente paradisíacas los listos de la manada, mientras usted sigue echando moneditas en la hucha de Montoro.

En esta nueva edición, vuelven a repetirse las reacciones acostumbradas: “Yo no sabía nada, como pille a mi cuñado se va a enterar...”, “todo lo ha hecho mi cliente dentro de la legalidad, la duda ofende”, “seré británica pero me hago la sueca que da gusto, ¿te das Queen?

Por subrayar alguna diferencia, esta vez uno de los invitados al evento del paraíso se ha saltado la norma de echar los balones fuera y ha hecho una exhibición de sinceridad sin precedentes. Se trata de Alfredo Fraile, el exmánager de Julio Iglesias.

Fraile contó, sin tapujos, para La Sexta su periplo americano junto al artista: “Descubrimos que siendo residentes en Panamá y teniendo nuestras compañías en Panamá, teníamos ciertas ventajas fiscales, aprovechamos esa circunstancia. En su libro Secretos inconfesables que publicó Fraile en 2014, afirmaba que Julio tenía muy claro que si había que hacerse panameño para ahorrar muchos dólares, se haría... De lo que se deduce que el habitante del paraíso no nace, se hace. Y en caso de morriña siempre puedes cantar aquello de:

“Que presume de ser español donde va” ¡Weah!

Dice Fraile que si puede hacer algo legalmente la ética no le importaría y que a él la ética poco menos que se la sopla porque “con la ética, no se come”. Es una manera franca y directa de defender que en esta selva que habitamos, si eres listo comerás a dos carrillos pero si te abandonas a la tontuna de la ética, te vas a hacer una dieta que ni la enzima prodigiosa y te van a comer por las patas.

Claro, viendo el volumen de personalidades de todos los ámbitos que consideran normal mirar por las ventajas propias aunque sea en detrimento del bien común, una llega a pensar que si ellos son tantos, igual es que nosotros somos tontos.

En torno a esta duda existencial me preguntaba en aquel artículo sobre los Panama Papers:

– ¿Somos honestos por elección vital o porque no nos queda otra?

– ¿Somos solidarios por principio o porque la vida no nos ha dado la oportunidad de transitar el canal que lleva al paraíso?

Seguro que las respuestas que se les ocurren a ustedes son mucho más inteligentes que mis preguntas. Además, siempre pensé que con el paso de la vida se confirmarían mis certezas, pero estaba equivocada, cada día dudo más de todo...

Para terminar y antes de abandonar este juanpalomismo tan desagradable que me ha brotado hoy, les diré algo. Hace un año y siete meses, preconicé en plan Rappel Martos:

Hernández Borrell, tuitero esfintero

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“Reconozcámoslo, a casi todos nos durará la indignación hasta que el gotero informativo deje de administrarnos nombres en vena.”

Creo que acerté. Y me temo que volverá a ocurrir. Durante un tiempo estaremos muy atentos a que canten los nuevos nombres de los habitantes del paraíso, como si fueran los equipos del sorteo de la Champions, pero después nos pondremos a otra cosa y nos olvidaremos del paraíso y de los que fundaron las offshore.

Qué cosas, cuando escribí aquel artículo sobre el papelón de Panamá yo tenía un orzuelo incipiente, hoy me dirijo de cabeza hacia un constipado. Se confirma la letra de una de las canciones que más me gustan del aludido Julio Iglesias, La vida sigue igual. 

¿Se acuerdan de los Panama Papers? Yo tampoco. Éramos tan jóvenes cuando salieron a la superficie... abril de 2016. Hagamos memoria: el presidente de los Estados Unidos era Obama, Del Bosque era seleccionador de La Roja, Kevin Spacey saboreaba las mieles del éxito como malo de ficción y Carles Puigdemont había estrenado, tan solo tres meses antes, Princesa por sorpresa en la Generalitat, nadie hubiera imaginado entonces que su siguiente éxito sería Novia a la fuga en Bruselas. Cualquier tiempo pasado fue distinto. Muy fan.

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