Uno de los proverbios orientales más conocidos en el mundo occidental es aquel que pone en evidencia al necio que se fija en el dedo, mientras el sabio señala la luna. La precisión de esta imagen es comparable a la de esas viñetas con carga de profundidad que te hacen sonreír de pura tristeza, las de El Roto, por ejemplo.
Pero hay que ir actualizando el proverbio, con permiso de Oriente, porque si uno se asoma a las redes sociales –ese patio multicolor entre el ágora y la reyerta– confirmará que ya no hace falta ser sabio, ni siquiera señalar a Selene, para que algún necio se fije, no ya en el dedo, sino en la roña de la uña.
Puede que eso marrón no sea roña, es que te has pillado el dedo con la puerta del coche porque llevas un día de mierda con una migraña del quince, se te ha estropeado la caldera de la calefacción y se te ha caído la corona de la muela que te trataron en Dentix…
Pero da igual, ni te molestes en explicarlo, los que se han fijado en la roña, son capaces de echarte la culpa a ti de lo de la corona, con más argumentos en tu contra que si fueras el emérito. De hecho, son tan rápidos en reaccionar, que da la sensación de que ya tenían la respuesta redactada mucho antes de que tu calefacción hiciera plof.
En estos días pandemoníacos, de ánimos encendidos y gel hidroalcohólico a flor de piel, hay algunas reacciones tan encabronadas que resultan cómicas:
Alguien cuelga una foto en una red social, rememorando momentos felices, con un puntito nostálgico, y a los treinta segundos otro alguien se apresura a gritarle en mayúsculas:
"¡SIN MASCARILLA, YA TE VALE!"
Que si la foto estuviera hecha anteayer en Brasilia y te llamaras Jair Bolsonaro, vale, pero es que te llamas Ramón, eres el más concienciado de tu barrio en Logroño y vas a cara descubierta y con vaqueros Lois porque la foto que has colgado es de los años setenta.
Tal vez si el tuitero acusador se hubiera fijado un poquillo en el salón de la foto antes de insultarte, Ramón, al ver el teléfono gris de Citesa y en la tele a Iñigo con Uri Geller doblando cucharas, se habría olido que la foto de este siglo no es, pero para qué va a pararse un segundo a pensar.
Reconozco que me despiertan cierta ternurita aquellos que siempre se fijan en la roña de la uña del dedo que señala la luna, porque da la sensación de que no pueden cambiar, que es su naturaleza y no tienen elección, como el escorpión que pica a la rana que le cruza el río.
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Por eso, cuando los ves desde el otro lado de la orilla lo mejor es pasar –pasar de ellos– o contraatacar con ese aguijón inocuo pero desconcertante que es el humor:
"Sí amigo, es roña, es que me he retocado el tinte en casa.
Fdo. Ramón Giuliani".
Uno de los proverbios orientales más conocidos en el mundo occidental es aquel que pone en evidencia al necio que se fija en el dedo, mientras el sabio señala la luna. La precisión de esta imagen es comparable a la de esas viñetas con carga de profundidad que te hacen sonreír de pura tristeza, las de El Roto, por ejemplo.