Las imágenes en odorama que hemos sufrido los madrileños los últimos días son un avance de lo que nos espera con la política de privatizaciones que llevan a cabo los enemigos de lo público que se presentaron a las elecciones prometiendo la mejor gestión posible de los servicios que las instituciones que representan tienen la obligación de prestar. Al final, parece que los trabajadores han llegado a un acuerdo con las empresas adjudicatarias, pero el balance político ha sido glorioso.
En ningún momento los madrileños se han sentido representados por la autoridades responsables del lío que, lejos de tomar las riendas del asunto en defensa del ciudadano, manifestaban por boca de la alcaldesa no tener nada que ver con este conflicto que situaban en el marco de lo privado, es decir, empresarios y trabajadores arreglando sus cosillas. Y ya que no tenía nada que ver, la señora Botella aprovechaba para cargar, de nuevo, contra los sindicatos y los huelguistas a los que hacía únicos responsables de la situación.
Una vez más se repetía el tópico: “Llovía y yo pasaba por allí”. Olvidaba nuestra non electa alcaldesa que ese “marco privado” en el que se encuentra el servicio es obra suya y de esos brillantes gestores que, de nuevo, en una acción desesperante para el ciudadano que no se acostumbra a la mentira sistemática, ve cómo le hacen pagar más por un servicio peor, mientras se le intenta convencer de que él es principal beneficiario de esa promiscuidad en la que viven las autoridades con el mundo de la gran empresa, que les reserva un sillón para que reposen el resto de su vida una vez que ponen nuestro patrimonio en sus manos.
La alcaldesa de Madrid, Ana Botella.
Esta vez prometían, nada más y nada menos, la conservación del 99% de los puestos de trabajo con este contrato de adjudicación. No se sabe bien, puestos a engañar, por qué no prometían la conservación del 100%.
La privatización del servicio –“externalización” les gusta llamarla a ellos, porque la pasta se va fuera– viene a demostrar lo que muchos ciudadanos sospechan: que los únicos beneficiarios de estas maniobras son las empresas adjudicatarias. Este tema de las basuras debería llevarse con especial cuidado porque ha sido, tradicionalmente, el paradigma del “comisionismo” en manos de la mafia allí donde se traspasa a la empresa privada.
Los Soprano, que en más de una ocasión he dicho que parecen haber servido de inspiración a la cúpula de algún partido de cuyo nombre no quiero acordarme, por el modo en que gestionan los asuntos turbios, tienen su principal fuente de ingresos en los contratos de basuras que consiguen de la administración pública de New Jersey. No es por establecer paralelismos, pero en Toledo se está llevando a cabo una investigación por el cobro de comisiones en la adjudicación de la recogida de basuras. En Sicilia siempre tienen lío con lo mismo. También en Nápoles.
Imagen de Madrid durante la huelga de limpieza.
Las palabras de este señor delegado de Medio Ambiente eran tajantes: "Daremos el mejor servicio al mejor precio". Ignoramos lo que quería decir con “mejor precio”, porque rebajó el presupuesto de ese servicio un 25% sin que los ciudadanos hayamos visto reducida en un solo céntimo nuestra aportación a las arcas municipales por este concepto. De entrada estamos pagando más por menos.
Si los trabajadores no se hubieran unido, la plantilla habría menguado en casi 1.800 trabajadores en dos fases. ¿Cómo puede mejorar el servicio con esta reducción? Hay que nacer neoliberal para entender estas cuentas misteriosas que sólo a ellos les salen. De una cosa estamos seguros los que pagamos: en su vida privada no son tan primos. Me apostaría el gaznate a que no consienten que les den chicharrillo en aceite por rape a la plancha, ni ruedas de molino por exquisitas hostias de pan ácimo.
Externalizado el servicio, externalizada la responsabilidad. Cuando en esos hospitales que son una extraordinaria oportunidad de negocio, según reza la convocatoria de privatización de la Comunidad de Madrid, se empiecen a vivir las consecuencias de derivar los fondos de la Sanidad Pública a los bolsillos de los accionistas de las empresas adjudicatarias en detrimento, claro está, de la calidad de asistencia, nos dirán lo mismo, que todo es un problema de empresas privadas con pacientes.
Los que derivan millones de euros que salen de nuestros bolsillos a esas empresas, que ya estarán sentados en sus flamantes sillones del consejo de administración de turno, nos invitarán a descender a la realidad proclamando: “Nadie es inmortal, a todos nos llega la hora”. No será su problema, del mismo modo que tampoco lo era para el Ayuntamiento de Madrid que los madrileños vivieran en un estercolero. El verdadero problema, según ellos, es la ley que regula el derecho a la huelga, esa ley que convierte este mundo en una jauría de salvajes y les obliga a abandonar la siesta para descender de la atalaya y enfrentarse a su triste realidad: “Están rodeados de basura por todas partes”.
Las imágenes en odorama que hemos sufrido los madrileños los últimos días son un avance de lo que nos espera con la política de privatizaciones que llevan a cabo los enemigos de lo público que se presentaron a las elecciones prometiendo la mejor gestión posible de los servicios que las instituciones que representan tienen la obligación de prestar. Al final, parece que los trabajadores han llegado a un acuerdo con las empresas adjudicatarias, pero el balance político ha sido glorioso.