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‘Operación Lozano’: apuntes para una “autocrítica”

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Si algo ofende especialmente a esa inmensa mayoría honrada que compone la militancia de cualquier partido político es el desparpajo con el que se imparten lecciones desde el espacio exterior acerca de lo que deben o no deben hacer y pensar los militantes. “¡Te voy a hacer tu autocrítica, camarada!”, contaba Jorge Semprún que solía gritarle otro miembro del comité central del PCE. Pero al menos quien le gritaba era Tano, otro viejo militante curtido en la clandestinidad. Pedro Sánchez ha fichado a Irene Lozano, hasta anteayer diputada de UPyD, para que le haga al PSOE la autocrítica, por la vía de encargarse nada menos que de "una auditoría democrática” y como “símbolo” de que el cambio en el proyecto socialista es “serio y creíble”, según la explicación de la propia Lozano.

Para no caer en el vicio de pretender hacerle a otro su “autocrítica”, los apuntes que siguen responden casi literalmente a las impresiones que nos trasladan militantes socialistas, dirigentes actuales y exdirigentes del PSOE, sobre la llamada operación Lozano con la que Sánchez ha sorprendido a los propios y ha alegrado bastante la semana (y quizás la inminente campaña electoral) a los adversarios.

1.- Con esta apuesta personal, ejecutada sin disimulo como un dedazo, Pedro Sánchez confirma que se juega su vida o muerte política a la única carta de las generales del 20-D. Si gana o puede gobernar mediante pactos, nadie se acordará del asunto y hasta podrá presumir de audacia política. Si pierde está acabado, al menos en el PSOE. (“Siempre podría fichar por Ciudadanos”, bromea con un sarcasmo dolido un diputado que repite en las listas aprobadas este sábado por el Comité Federal).

2.- Pedro Sánchez ha esperado al penúltimo día antes de la cita de ese Comité Federal para colocar la bomba Lozano, directamente y sin periodo de "desintoxicación", en el número 4 de la lista por Madrid, “porque yo lo valgo”, a sabiendas de que la cúpula dirigente del partido no tiene otro remedio a dos meses de las generales que asumir lo que considera un despropósito y minimizar en lo posible los efectos secundarios.

3.- Y las consecuencias de la operación ni siquiera son tan relevantes como las causas que desvelan. Puede confiarse en que el fenomenal cabreo interno en el PSOE quede enterrado por “la piña” que se exige ante una cita electoral crucial, pero resulta imposible ganar credibilidad con fórmulas que colocan de forma indubitada la cosmética por encima de la ética.

4.- Sánchez sostiene que el fichaje de Lozano representa su convicción de que hay que “abrir el PSOE a la incorporación de personas progresistas dispuestas a cambiar España y cambiar el partido”, según ha declarado a eldiario.es. No ha aclarado Sánchez en qué consiste exactamente el “cambio” que representa Irene Lozano. Y no nos referimos al ejercicio de hemeroteca en el que Lozano aparece hace tres cuartos de hora acusando al PSOE de ejercer la “antipolítica”, de “amparar la corrupción” o de tener como ideal “una mezcla de Suiza y Sicilia”. Lozano ha escoltado a Rosa Díez en la defensa de una unidad rocosa de España, que exigía incluso retirar a las comunidades autónomas sus competencias en Sanidad y Educación. ¿Cómo casa esa idea de España con el modelo federal que propone el PSOE en su declaración de Granada y que Lozano se ha hartado de calificar como “ambigüedad calculada” y “cesión a los nacionalismos”?

5.- Desde el entorno de Sánchez se intenta diluir el efecto de la bomba Lozano comparándola con antecedentes como los fichajes de Fernández Ordóñez, el juez Garzón o Rosa Aguilar. Desde muy diferentes sensibilidades del partido, la conclusión es idéntica: recurrir a ejemplos de “la prehistoria” ya indica la debilidad del argumento. Tiene lógica acoger a una filósofa y catedrática de Ética como Victoria Camps para plantear una “regeneración democrática” desde un comité de expertos. Irene Lozano es una excelente periodista y una rigurosa filóloga. Pero no es un referente ético del electorado sino una rival política del PSOE que deja su acta de diputada de UPyD para firmar instantáneamente como número cuatro de la lista de Sánchez. 

6.- Quienes se colocan las gafas del sectarismo para proclamar su indignación ante el calificativo de “tránsfuga” para Irene Lozano deberían repasar el diccionario de la Real Academia, el pacto antitransfuguismo o el simple sentido común, y hacerse una sola pregunta: ¿qué estaría diciendo el PSOE si el PP fichara como número cuatro por Madrid a Irene Lozano? Por supuesto que Lozano no es Tamayo. ¡Faltaría más! Pero equiparar el caso a los citados o este fichaje al de Ángel Gabilondo son ganas de ofender la inteligencia.

7.- Sin embargo, llueve sobre mojado en lo que respecta a la credibilidad de la “renovación democrática”. Pedro Sánchez liquidó a Tomás Gómez y lo sustituyó precisamente por Gabilondo pasándose por el arco del triunfo su aclamada defensa de las primarias como Redoxón del acercamiento del PSOE a las exigencias de la regeneración. Aunque se acepte el acierto en términos electorales, nadie puede negar que la ejecución política de Gómez destrozó la credibilidad del PSOE como avanzadilla y defensor de la democracia interna de los partidos en España.

8.- En aquella difícil tesitura, cuentan desde el propio núcleo dirigente socialista que Felipe González recomendó a Pedro Sánchez (en presencia de dos altos ejecutivos del Grupo Prisa) lo siguiente: “Tira adelante; en el partido se acojonarán y no pasará nada; tú mandas”. A corto plazo resulta indiscutible la eficacia del consejo. Este mismo sábado se ha comprobado: cierre de filas y acatamiento general de la operación Lozano, con el sonoro silencio del PSOE andaluz, a la espera de lo que ocurra el 20-D.

9.- Por encima de los intereses personales de quien va o no va en una lista o es desplazado de la primera fila del partido: ¿aporta el fichaje de Lozano votos a la opción del PSOE y frena la posibilidad de continuismo del PP? Nadie lo sabe, pero de momento ha contribuido a dar una enorme alegría al equipo de Rajoy. Una semana en la que dos ministros principales, Montoro y Margallo, se han lanzado a una pelea del barro; una semana en la que el PP vasco se ha roto y ha dejado a Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría retratadas en otra pelea del barro; una semana en la que Bruselas confirma que los Presupuestos presentados por Rajoy son una filfa; una semana en la que alguien en el Grupo Popular tiene la genial idea de resumir la estrategia del PP en un vídeo insultante para médicos, enfermeras, pacientes y contribuyentes en general… Una semana en la que el PSOE (y cualquier otra opción de gobierno) sólo debía demostrar más solidez que lo que hay… Llega Sánchez y tapa todas las desnudeces del principal adversario con una “ocurrencia” cuyos daños colaterales se desconocen. Rajoy cerró exultante este sábado en Toledo una semana que habría sido más negra que azul: “Nosotros no nos prestamos a fichajes de última hora para que nos regeneren”. (Prepárese el PSOE de aquí a diciembre).

El PSOE aplaza al 20-D el examen a la ‘operación Lozano’

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10.- Todos y cada uno de los estudios sociológicos más sólidos sobre la situación política recomendaban al PSOE una prioridad para no hundirse: un relato alternativo al de la falacia del discurso único neoliberal y al sometimiento a los dictados de Berlín y Bruselas. Una solidez argumental que pudiera interpretarse como alternativa de Gobierno. Sánchez propuso hace justo un año revocar la reforma del artículo 135 de la Constitución que Zapatero pactó con Rajoy en el verano de 2011. Nunca más se supo, después de que Pedro Sánchez tuviera que ver en el espejo que él mismo votó aquella reforma y hasta participó en reuniones con el PP para negociarla. Sánchez propuso hace unos días derogar por decreto la reforma laboral del PP pero sin tocar las indemnizaciones por despido, aunque en sólo unas horas rectificó para aclarar que no derogará esa reforma laboral ni tampoco elevará la indemnización por despido, cosa (nada menor) que deja al albur de la negociación entre los agentes sociales.

11.- Si había (y hay) una parcela en la que Rajoy y el PP están acorralados por méritos propios es la credibilidad en la lucha contra la corrupción. Por más que el presidente del Gobierno lo intente, sus SMS a Bárcenas y sus esfuerzos por ralentizar u obstaculizar las investigaciones judiciales delatan la negativa del partido gobernante a asumir responsabilidades políticas. Tiene tarea inmediata Irene Lozano en el PSOE. El carajal en el que ha entrado Pedro Sánchez sobre las exigencias de regeneración es notable. Para Griñán y Chaves por su imputación en los ERE’s, Sánchez exige la renuncia inmediata a todos sus cargos; para su apuesta personal en Galicia, José Ramón Gómez Besteiro, miembro también de la Ejecutiva Federal socialista, Sánchez prefiere esperar a que se abra juicio oral pese a que el implicado confiese haber pagado 36.000 euros en efectivo a un constructor y pese a estar imputado por delitos de prevaricación, tráfico de influencias, cohecho y contra la ordenación del territorio. Esta brújula loca respecto a la corrupción ha facilitado, de hecho, el encaje de bolillos que Sánchez ha practicado para ubicar a Irene Lozano en la lista por Madrid. El mismo viernes, Pablo Bellido, secretario provincial socialista por Guadalajara, ha renunciado a ser candidato tras ratificar la Audiencia Provincial su imputación por presunta estafa en relación con la construcción de un centro para jóvenes en Azuqueca de Henares. De inmediato, Sánchez desplazó a Luz Rodríguez, anunciada número cuatro por Madrid, referente socialista en el área de empleo, al hueco de Bellido en Guadalajara, como adelantó infoLibre. Nadie ha explicado (quizás Irene Lozano consiga hacerlo) el baile de criterios a la hora de tratar las distintas imputaciones y sus consecuencias políticas.

Lo cierto es que las expectativas electorales y las exigencias de estos "tiempos de indignación" reclaman al PSOE (tanto o más que a los demás partidos) contenido, relato, consistencia y rigor. En las últimas semanas, y al margen de la valía individual o personal de la excomandante Zaida Cantera o de su biógrafa Irene Lozano, las decisiones de Pedro Sánchez casan más con una interpretación de impacto mediático, de márquetin cortoplacista o de pura improvisación que de solidez en el discurso y en los principios. Algunos dirigentes socialistas leen la operación Lozano como un intento de frenar el ascenso de Ciudadanos por el centro. El 20-D despejará la duda de si es un acierto o no en términos electorales. Porque si se analiza en relación con la “crisis del bipartidismo” que tantas veces ha proclamado la propia Irene Lozano, a día de hoy no pocos piensan en el PSOE que esta sorprendente operación sólo puede facilitar la caída y profundizar en la desafección del electorado socialista. 

Si algo ofende especialmente a esa inmensa mayoría honrada que compone la militancia de cualquier partido político es el desparpajo con el que se imparten lecciones desde el espacio exterior acerca de lo que deben o no deben hacer y pensar los militantes. “¡Te voy a hacer tu autocrítica, camarada!”, contaba Jorge Semprún que solía gritarle otro miembro del comité central del PCE. Pero al menos quien le gritaba era Tano, otro viejo militante curtido en la clandestinidad. Pedro Sánchez ha fichado a Irene Lozano, hasta anteayer diputada de UPyD, para que le haga al PSOE la autocrítica, por la vía de encargarse nada menos que de "una auditoría democrática” y como “símbolo” de que el cambio en el proyecto socialista es “serio y creíble”, según la explicación de la propia Lozano.

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