Pedro Sánchez en El País de la ‘posverdad’

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Un montón de gente supuestamente informada se ha echado las manos a la cabeza ante el (presunto) desahogo de Pedro Sánchez en el confesionario laico de Jordi Évole, mientras una selecta élite de gente demasiado bien informada utilizaba las manos (y todo tipo de herramientas) para taparse las vergüenzas. Las reacciones han oscilado entre la indignación (comprensible) de sus propios compañeros de partido, la preocupación (lógica) de algunos de los señalados y el silencio (prepotente) de quienes no se cansan de demostrar su desprecio a la inteligencia de los ciudadanos/lectores/espectadores/oyentes/internautas. Los especialistas en poner nombre a lo innombrable bautizaron como "era de la posverdad" a estos tiempos en los que desde el poder se nos miente como siempre, con la peligrosa novedad de que nos creemos mejor informados que nunca. Al grano.

1.- Es cierto que desde el poder económico, financiero y mediático se ha hecho lo posible y lo imposible para evitar que cuajara siquiera el intento de un gobierno progresista en España. Menos aún si precisaba el apoyo o el consentimiento de fuerzas nacionalistas. Invitamos a los nuevos lectores y socios de infoLibre a repasar lo que venimos publicando desde la primavera de 2014, cuando en estas mismas páginas empezamos a desvelar los movimientos que se producían en esos ámbitos tras observar demoscópicamente que era más que probable el fin del bipartidismo y la fragmentación parlamentaria en las (todavía por celebrar entonces) elecciones generales.

2.- Es innegable que el diario El País ha jugado un papel esencialEl País en la estrategia dirigida a lograr un gobierno sujeto o facilitado por PP, PSOE y Ciudadanos (el orden de factores resultaba secundario), triángulo en el que grandes empresarios y banqueros españoles consideran que descansa la garantía de lo que el mundo del dinero exige: estabilidad y certidumbre. A la prensa tradicionalmente conservadora o al propio Partido Popular no hace falta insistirles en esa prioridad porque está en sus genes y razón de ser (sin olvidar tampoco el volumen de ingresos publicitarios de origen institucional). La posición (y la evolución) de la cabecera más influyente desde 1976 en el espacio progresista de la opinión pública puede constatarse repasando sus editoriales, los artículos de su presidente, Juan Luis Cebrián, las tribunas de Felipe González y los análisis de una serie de firmas convocadas para arropar esa misma estrategia o bien surgidas 'motu proprio' para mayor alegría de sus ideólogos. Desde muchísimo antes del 20D, al PSOE ya se le colocaba ante dos opciones: la Gran Coalición o la abstención.

3.- Pedro Sánchez tiene un problema de credibilidad evidente. No tanto por negar en su día la existencia de esas “presiones” económicas y mediáticas (podría aducir que resistió cuanto pudo y ahora se siente liberado, harto y dispuesto a dar la batalla que antes no se atrevió a dar) sino porque hubo etapas en las que además actuó como cómplice de lo que hoy denuncia. Cuando el entonces secretario general del PSOE fulminó a Tomás Gómez como líder del PSM (también elegido por las bases), este último denunció que fue liquidado con la inestimable ayuda del diario El País, que publicó una encuesta extraterrestre para justificar la actuación de Sánchez y que explicitó insinuaciones de corrupción que hasta el momento no se han demostrado. Incluso Gómez explicó que había mantenido una reunión con directivos del citado periódico que le habrían advertido de que sufriría “las consecuencias” si se le ocurría pactar con Podemos tras las inminentes elecciones autonómicas y municipales de mayo de 2015. Es incontestable que Sánchez aplicó a Gómez la medicina que ahora le han aplicado a él.

4.- Por veraces y sólidas que hayan sido las presiones del mundo empresarial, financiero y mediático sobre Sánchez, no excusan el hecho de que durante su mandato el PSOE ha ido cosechando peores resultados en cada cita electoral. Tiene razón cuando dice que la caída de voto tiene un origen anterior a él. Los 11 millones de votos de la segunda legislatura de Zapatero en 2008 se reparten ahora casi a partes iguales entre PSOE y Podemos. No es Sánchez el único responsable, pero pilotaba un equipo que se ha mostrado incapaz de leer el significado del 15-M y la ruptura generacional y de perfil electoral que separa a PP y PSOE de los nuevos partidos. Hay un reto común a todas las formaciones socialdemócratas en Europa, lo cual no puede ocultar los problemas concretos irresueltos por el socialismo español ni su incapacidad para frenar la fuga de votos hacia Podemos. (La dirigencia del PSOE debería revisionar unas cuantas veces la conversación de Évole con cuatro militantes socialistas previa a esa entrevista con Sánchez que tanto ruido ha desatado: todos admitían que sus hijos ya no les votan).

5.- Culpar al resto del mundo (sean barones o baronesas, banqueros, Aliertas, Cebrianes o Podemos) de la imposibilidad de un gobierno progresista tendría muchísimo más fundamento si Pedro Sánchez lo hubiera intentado con algunos pasos concretos. Pese a los límites que le impuso el Comité Federal del pasado 28 de diciembre (no negociar con independentistas ni apoyar al PP), nadie le puso una pistola para convertir el pacto con Ciudadanos en condición previa e indispensable para la suma de cualquier otro apoyo. Esa cerrazón sólo habría tenido sentido si garantizaba al PSOE gobernar, pero no era así, como se demostró al sufrir el rechazo total de Podemos (aunque este no fuera acertado). Más recientemente, tras el “no es no” a Rajoy, nada ni nadie impedía a Sánchez haber convocado un Comité Federal al que proponer una nueva hoja de ruta: conversaciones a fondo para intentar un acuerdo con Podemos que colocara la presión para la abstención o el apoyo (con o sin condiciones) sobre Ciudadanos o los grupos nacionalistas. Si esa propuesta hubiera sido rechazada, Sánchez se habría cargado de razones para dimitir o para convocar primarias y congreso del partido. Sin ese paso, todos los datos indican que Sánchez tenía la prioridad de continuar en la secretaría general a toda costa, pasara lo que pasara con la gobernabilidad o las terceras elecciones.

6.- Que Pedro Sánchez se muestre ahora dispuesto a admitir que “España es una nación de naciones” y a negociar con los independentistas el reconocimiento de Cataluña como nación es tan importante que no merecía ser despachado tan tarde y en minuto y medio de entrevista. Precisamente la posición independentista de 19 diputados en el Congreso (que representan a 1,3 millones de ciudadanos) es absolutamente clave para explicar el bloqueo político del último año. La propuesta de un nuevo modelo de Estado capaz de cautivar a un electorado progresista en Cataluña, en Madrid, en Andalucía, en Euskadi o en Galicia es probablemente el reto más serio que tiene España además de la lucha contra la galopante desigualdad. (El PP sigue anclado en el "no es no" y en su exclusiva lectura constitucional que tanto ha ayudado a engordar el independentismo). Alguien que aspira seriamente al liderazgo político en una etapa tan compleja debe demostrar una mayor profundidad, coherencia y seriedad en asuntos capitales. No se trata de decir a cada cual y en cada momento lo que uno cree que el otro quiere escuchar. Sea el otro un periodista, un empresario, la militancia de tu partido o la ciudadanía misma.

7.- Los errores, incapacidades y contradicciones de Sánchez no justifican los errores, incapacidades y contradicciones de los compañeros y compañeras de partido que le obligaron a dimitir el pasado 1 de octubre en un Comité Federal que todos coinciden en calificar de bochornoso. Responder con medidas disciplinarias o amenazar con la ruptura con el PSC a quienes reivindican, más allá de sus obligaciones estatutarias, la coherencia de haber votado este sábado en el Congreso exactamente lo que el PSOE se comprometió a hacer en campaña electoral sólo puede favorecer un mayor distanciamiento de militancia y electorado respecto a los cuadros del partido.

8.- Fuera de la dirigencia (incluso dentro de ella cuando se habla en privado), nadie niega que vencer electoralmente a la derecha exige un entendimiento o colaboración entre PSOE y Podemos o viceversa. Era así en el último año y así seguirá siendo en el futuro. Y ambos deberían asumirlo si no quieren contribuir al mantenimiento de políticas conservadoras durante un largo e indefinido periodo de tiempo.

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9.- La denuncia de Sánchez sobre las presiones de poderes económicos, financieros y mediáticos ha sido recibida desde el PSOE hacia la derecha con una negación rotunda o con una displicencia digna de mejor causa. En realidad es toda la llamada “clase política” la que debería denunciar esas presiones (que son obvias y estridentes) si quiere recuperar la credibilidad perdida y la confianza de los ciudadanos. Ese es el mejor camino para frenar populismos de cualquier signo y para fortalecer una democracia muy debilitada, más aún cuando la solución dada al bloqueo puede suponer la impunidad política de quienes aún no han asumido responsabilidades por el cenagal de la corrupción.

Cerrar los ojos a la realidad no la convierte en ficción. El País (periódico) es libre de no publicar prácticamente una línea sobre la entrevista de Évole a Sánchez, ni antes ni después de producirse. Pero el país (ciudadanía) es mayor de edad, y merece políticos y medios que le muestren un mayor respeto.

P.D. Este miércoles, tres días después de las declaraciones de Sánchez, El País ha dedicado un editorial a esa noticia que había ignorado, y lo ha justificado en que el martes otro periódico, El Mundo, reveló que Pedro Sánchez visitó al actual presidente de Telefónica para pedirle que "presionara a su favor sobre la línea editorial de EL PaísEL País, de cuya empresa la compañía posee un 13% de las acciones". El editorial acusa ahora a Sánchez de "ignorar el papel de un periódico en una democracia", niega haberle presionado para que no intentara formar gobierno alternativo al PP y concluye felicitándose por "lo acertado" de su línea editorial.

Un montón de gente supuestamente informada se ha echado las manos a la cabeza ante el (presunto) desahogo de Pedro Sánchez en el confesionario laico de Jordi Évole, mientras una selecta élite de gente demasiado bien informada utilizaba las manos (y todo tipo de herramientas) para taparse las vergüenzas. Las reacciones han oscilado entre la indignación (comprensible) de sus propios compañeros de partido, la preocupación (lógica) de algunos de los señalados y el silencio (prepotente) de quienes no se cansan de demostrar su desprecio a la inteligencia de los ciudadanos/lectores/espectadores/oyentes/internautas. Los especialistas en poner nombre a lo innombrable bautizaron como "era de la posverdad" a estos tiempos en los que desde el poder se nos miente como siempre, con la peligrosa novedad de que nos creemos mejor informados que nunca. Al grano.

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