Kiko Veneno, ese profeta catalán recriado en las tabernas de Triana, ya lo predijo: “A la caída de la tarde, San José de Arimatea, dejó la radio en el suelo y se puso a bailar. Bajaban por el monte, turbas evangelizantes que habían hallado el camino de la salvación”.
Vivimos en una tormenta de opinantes. Como bien saben los populistas, a mayor masa de opinantes, menor volumen de pensamiento crítico. La opinión puede ser crítica, pero no necesita ser pensamiento. La opinión es un plato precocinado, siempre listo para ser recalentado y emitido. El pensamiento se “expone”, la opinión “se emite”.
Ante el descabezado panorama nacional e internacional de estos días, no pierde actualidad aquel magnífico libro de Carlo Cipolla titulado Allegro ma non troppo (1988), donde el sabio italiano deja establecidas para siempre las leyes de la estupidez humana. Dice Cipolla:
"Siempre e inevitablemente, cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación".
La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona.
Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas, sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso.
Las personas no-estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso.
Vivimos días de ira y humo. Como dice una copla gaditana de carnaval: “Humo y humo y mas humo, basura y cemento, y el ser humano vacío por dentro”.
Cuando lo que importa no es pensar la realidad, si no fabricar humo informativo, se hace inevitable recordar el espléndido mamotreto de Elías Canetti titulado Masa y poder (1960). Allí decía Canetti, como antes había dejado dicho Ortega (1929) –no confundir por tanto, con el viudo de Rocío Jurado–, “el secreto está en la masa”. “La masa anónima” procede del crecimiento de pequeños grupos humanos a los que el Premio Nobel denomina “mutas” y a las que clasifica en cuatro tipos: muta de caza, muta de guerra, muta de lamento, y muta de crecimiento.
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En estos días de intoxicación, la “muta” mas presente en las redes sociales es “la muta de caza”. Su arma es proferir juicios negativos. Dice Canetti: “El placer que produce el juicio negativo es siempre inconfundible. Es un placer duro y cruel que no se deja turbar por nada. No conoce clemencia ni cautela alguna. Se emite con rapidez y la falta de reflexión es lo más adecuado a su esencia”.
Un poquito mas adelante remacha: “Apartamos algo de nosotros, relegándolo a un grupo inferior, lo cual presupone que nosotros mismos pertenecemos a uno superior. Al rebajar, nos encumbramos”.
A este respecto, el gran Kiko Veneno nos regaló esta canción titulada No pido mucho. Decía Veneno: “No pido mucho, poder hablar sin cambiar la voz, caminar sin muletas, hacer el amor sin que haya que pedir permiso, escribir en un papel sin rayas. O bien si parece demasiado, escribir sin tener que cambiar la voz, caminar sin rayas, hablar sin que haya que pedir permiso, hacer el amor sin muletas". O bien si parece demasiado: pensar sin muletas, mientras bailamos con alegría como San José de Arimatea.
Kiko Veneno, ese profeta catalán recriado en las tabernas de Triana, ya lo predijo: “A la caída de la tarde, San José de Arimatea, dejó la radio en el suelo y se puso a bailar. Bajaban por el monte, turbas evangelizantes que habían hallado el camino de la salvación”.