La inmensa mayoría de los científicos de Reino Unido preferían permanecer en la UE. Un buen bocado de los fondos que reciben son europeos y la libertad de movimiento por otras instituciones científicas de la Unión les nutre de conocimientos y creatividad. Hoy estas fructíferas colaboraciones se encuentran en el limbo. Los puentes levadizos se han izado con el Brexit.
Aunque invierte solo el 1,63% de su PIB en I+D, frente al promedio del 2,02% de la UE, Reino Unido destaca por su excelencia científica, que beneficia a toda Europa. Con la subida de los puentes el impacto económico en su investigación será significativo. Hasta el 16% del dinero para investigación universitaria proviene de fondos de la UE. La huella intelectual tampoco será desdeñable. Las becas para estudiantes y académicos que aprenden en instituciones de otros países de la UE serán restringidas. De igual manera, Reino Unido recibe y enseña a alumnos e investigadores. Cerca del 30% del personal investigador no es británico: 3.000 son españoles.
Ante este incierto escenario la comunidad científica británica empieza a organizarse para apretar las tuercas a los políticos. Exigen fórmulas rápidas y sólidas para no descolgarse de la dinámica de la ciencia europea.
Por el momento, Jo Johnson, secretario de Estado de Ciencia y Universidades ha anunciado que no habrá cambios inmediatos. Que en el próximo año las condiciones de los estudiantes de la UE, los erasmus y los proyectos financiados por el programa Horizonte 2020 serán las mismas. ¿Y después? La incertidumbre es alta. Johnson ya dijo en su momento que el Brexit “sería una puñalada para la ciencia”. Cameron ha bajado la cabeza e indicado que el acceso a los fondos del European Research Council y la libertad de movimiento deberá ser negociada por su sucesor.
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“En el mejor de los escenarios, el país se verá obligado a firmar convenios puntuales para tener acceso a estos programas, pero sobre todo tendrá que firmar acuerdos para poder permanecer en los grandes proyectos europeos que van a suponer un avance tan importante para la humanidad como el Human Brain Project o la participación en las investigaciones del CERN. ¿Cómo serán esos acuerdos y cuándo se empezarán a poner en marcha?”, enfatiza Eduardo Oliver, presidente de la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido.
Son muchos los proyectos internacionales en marcha que habrá que reconfigurar. Tanto los espectaculares como el reactor tokamak de fusión nuclear Joint European Torus situado en Oxford. Es el mayor del mundo y proporciona información vital para el ITER (Reactor Termonuclear Experimental Internacional) en plena construcción en Francia. Como los discretos experimentos que se cuecen en los laboratorios británicos con participación de cerebros extranjeros.
No es solo la incertidumbre personal: “¿Dónde estaré mañana? ¿Qué pasará con mi proyecto?” Los investigadores científicos creen en la ciencia. Trabajan para abrir nuevas sendas de conocimiento que mejoren nuestra calidad de vida. Ahora se lamentan. Quieren "que baje el puente y que se quede bajo". Como Benedetti, están contra los puentes levadizos.
La inmensa mayoría de los científicos de Reino Unido preferían permanecer en la UE. Un buen bocado de los fondos que reciben son europeos y la libertad de movimiento por otras instituciones científicas de la Unión les nutre de conocimientos y creatividad. Hoy estas fructíferas colaboraciones se encuentran en el limbo. Los puentes levadizos se han izado con el Brexit.