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¿Tiene sentido una moción de censura ahora?

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En 2016 los partidos de izquierda no fueron capaces de sumar fuerzas para echar al PP del poder. Los seguidores de cada uno de ellos llevan desde entonces responsabilizando al rival de la desunión. Para unos la culpa fue de aquella rueda de prensa de Pablo Iglesias en la que le anunciaba a Pedro Sánchez la composición del nuevo gobierno sin haber cruzado palabra con él. Para otros, la culpa recae sobre el PSOE, que prefirió negociar un pacto con Ciudadanos antes que con Podemos. Con independencia de quién tenga la razón, la consecuencia ha sido la continuidad de Mariano Rajoy.

En octubre de 2016 escribí un artículo en infoLibre sobre la llegada de una nueva etapa en la izquierda española marcada por el desencanto. Argumenté que al haberse frustrado el cambio, muchos ciudadanos progresistas se sentirían decepcionados y desencantados de la política. Lo que 2016 puso de manifiesto es que votar a la izquierda servía de poco: aunque en las elecciones de diciembre de 2015 hubo una mayoría de votos de izquierda, se dejó escapar la oportunidad, manteniéndose un partido carcomido por la corrupción en el Gobierno de España. La abstención del PSOE que permitió la investidura de Rajoy fue la confirmación final del fiasco.

Dos años después, el desencanto se ha instalado con fuerza en el electorado de izquierdas. El PSOE, tras la victoria de Sánchez frente al aparato, se ha situado desde hace meses en torno al 25% de intención de voto, mientras Podemos está en algún punto entre el 15 y el 20%. Pero más allá de los apoyos con los que cuente cada partido, lo que me importa destacar ahora es que el pesimismo se ha extendido por doquier, también porque la crisis catalana parece reforzar al bloque de la derecha (crisis que, por cierto, nunca habría llegado tan lejos si hubiésemos tenido un gobierno progresista).

Precisamente, uno de los obstáculos en 2016 para la formación de un gobierno de izquierdas era que hacía falta el apoyo de los partidos independentistas catalanes. Además, Podemos exigía como parte de cualquier acuerdo de gobierno que el PSOE se comprometiera a apoyar la celebración de un referéndum en Cataluña. En un Comité Federal del PSOE, Susana Díaz y otros barones establecieron que, en esas condiciones, el PSOE no podía negociar con los partidos catalanes ni con Podemos.

En las últimas semanas, tanto los partidos catalanes como Podemos han flexibilizado su postura. Los independentistas han anunciado que en una moción de censura votarían a favor del PSOE simplemente para que el PP abandone el poder. Les da igual lo que pueda hacer el PSOE, tan sólo quieren ver al PP fuera del Gobierno. Y, desde la elección de Sánchez a la secretaría general del partido, Podemos, por su parte, ha ofrecido también su apoyo a una moción de censura sin condiciones previas, habiendo olvidado la exigencia de apoyo al referéndum.

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Todo esto llega un poco tarde, pero muchos pensarán que mejor tarde que nunca. ¿Parece posible? No mucho. Hay días en los que el PSOE habla de alcanzar pactos de Estado con el PP; otros, sin embargo, prefiere dar una imagen más izquierdista. Esta indefinición puede acabar costándole caro a Pedro Sánchez, que prometió a su militancia un entendimiento con Podemos.

Al margen de lo que quieran los partidos, ¿cómo reaccionarían los ciudadanos a una operación como esta? ¿Tendría legitimidad suficiente una moción de censura cuando la izquierda parece en retroceso? ¿Se entendería como un acto de oportunismo político? ¿Conseguirían PSOE y Podemos ponerse de acuerdo sobre las políticas a realizar o estarían todo el día instalados en el reproche mutuo? ¿Cómo afectaría al nuevo Gobierno la crisis catalana y el renacer del nacionalismo español?

En fin, este es el debate que planteo con los lectores de infoLibre esta semana: ¿se dan las condiciones en estos momentos para una moción de censura? ¿Deberían Podemos y PSOE ponerse a trabajar en ello? ¿Aceptaría la gente que el nuevo Gobierno dependiera del apoyo de los independentistas catalanes, aun si se trata de un apoyo sin condiciones?

En 2016 los partidos de izquierda no fueron capaces de sumar fuerzas para echar al PP del poder. Los seguidores de cada uno de ellos llevan desde entonces responsabilizando al rival de la desunión. Para unos la culpa fue de aquella rueda de prensa de Pablo Iglesias en la que le anunciaba a Pedro Sánchez la composición del nuevo gobierno sin haber cruzado palabra con él. Para otros, la culpa recae sobre el PSOE, que prefirió negociar un pacto con Ciudadanos antes que con Podemos. Con independencia de quién tenga la razón, la consecuencia ha sido la continuidad de Mariano Rajoy.

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