Tengo un amigo que se dedica a la ficción televisiva. Es un tipo inteligente que derrocha ingenio y suele brindarnos a los próximos el lujo de un enfoque diferente a la realidad que tenemos delante. Nadie la contempla como él.
Está, como casi todos, hastiado ya de tanta campaña electoral y tanta incapacidad de los líderes políticos, y ante el bloqueo y la cada vez mayor probabilidad de que vayamos a una tercera cita con las urnas, ha rumiado una solución imaginativa inspirada en la vida misma: cuando no funciona el plan A, habrá que optar por el plan B. Se parece a las segundas vueltas de algunos sistemas electorales, pero tiene un punto de juego que la hace particularmente atractiva.
Propone mi amigo V. A. –dejaré anotadas tan sólo sus siglas para evitarle el acoso de los cazatalentos o la presión de los justicieros–que todos y cada uno de nosotros vote a una formación distinta a la que ha votado en las dos ocasiones anteriores. Votar, por tanto, en conciencia plena pero a los otros, asumiendo la inutilidad de nuestro voto y aceptando el sacrificio en aras de un posible desbloqueo. ¿Que no ganan los nuestros? Tampoco perderíamos mucho: ninguno va a poder gobernar holgadamente en cualquier caso.
Sobre el papel, el más perjudicado sería el Partido Popular, puesto que al ser el más votado ahora sería el que más apoyos perdería. Pero podría evitar ese resultado si desplegara el talento imaginativo suficiente como para ofrecer nuevas propuestas que atrajeran a los votantes huidos de otras formaciones.
Ciertamente, parece difícil que se llevara votos de Podemos, pero seguro que unos cuantos de Ciudadanos y quizá bastantes del PSOE podría arañar. Lo mismo sucedería con los demás: perdidos los suyos, tendrían que ser capaces de desplegar argumentos y compromisos para encandilar a quienes hasta ahora no les habían votado.
¿Qué se conseguiría con esta suerte de ruleta rusa? Pues, de entrada, que los ciudadanos mostrásemos nuestra actitud crítica o hasta desagrado con aquellos a quienes hemos votado y vemos ya incapaces para no ya crear, sino simplemente desbloquear nada. Conseguiríamos también que los partidos del “bi” y los de la “new” se pusieran las pilas de una vez para idear propuestas que pudieran asumir los que no piensan como ellos. Pero, sobre todo, les daríamos un aviso ciudadano que acaso les llevase a pensar en lo serio que es todo esto, mucho más de lo que parecen haber entendido.
Si hay una tercera cita electoral quedará claro que ninguno de los líderes políticos, ni sus partidos tan dependientes de los aparatos adheridos a esos líderes, ni esos aparatos sobre los que en este país se sigue asentando la decisión política, se toman en serio a la ciudadanía, a la que parecen decir que no se entera, que no lo sabe hacer, que vuelva a intentarlo como si se tratara de un alumno repetidor. Lo cual es una inversión inaceptable de la realidad, porque se supone que son ellos los que deben rendir cuentas a los ciudadanos y no éstos a los políticos.
Por eso me parece interesante la propuesta de mi amigo V. A en lo que tiene de juego que pervierte la realidad. Puestos a hacerlo, mejor nosotros, ¿no le parece?
Puede resultar divertido y además desbloquear la situación. Cualquiera sabe.
Ver másEl error
Todo antes que dar por bueno el espectáculo de una política incapaz y unos políticos sin ideas a la espera de lo que pase mañana en Euskadi o de que volvamos a unas terceras elecciones que el PP busca –Rajoy dixit– porque va a conseguir mejor resultado.
Cuánto ganaríamos si a la vista de que no pueden o no saben, fuéramos nosotros quienes cambiásemos las reglas del juego.
Si ha llegado hasta aquí, amigo lector, es que esta broma todavía tiene posibilidades.
Tengo un amigo que se dedica a la ficción televisiva. Es un tipo inteligente que derrocha ingenio y suele brindarnos a los próximos el lujo de un enfoque diferente a la realidad que tenemos delante. Nadie la contempla como él.