Del trece al trece

7

Hasta el año pasado, el endeudamiento público español no había superado el 70% del PIB desde 1913, justo hace ahora un siglo. De eso y de muchas cosas más. En aquella época no existía el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ni siquiera su predecesor, el Instituto de la Opinión Pública del franquismo desarrollista. Si hubiera existido, habría reflejado (con todos los matices y las distancias sociológicas) una situación de fondo muy similar a la que dibuja el Barómetro de abril de 2013: la desafección profunda hacia la política, el descrédito de la monarquía y un pesimismo letal sobre el futuro económico y político del país.

Una década larga después del ‘desastre del 98’, hartos del ‘turnismo’ entre conservadores y liberales, los españoles de entonces y sus intelectuales andaban buscando una salida mejor en un racimo de conceptos entre los que figuraban el regeneracionismo, el reformismo, la revolución o el republicanismo. De caciquismo y corrupción había más que de sobra, y fue Antonio Maura quien bautizó con la expresión “la turbina en la cloaca” lo que hoy conocemos como “técnica del ventilador” o el “y tú más”. ("Restauración y Dictadura", de los profesores Ramón Villares y Javier Moreno).

Los datos del CIS de abril indican que el PP sigue perdiendo votos y que el PSOE no los gana. Que siguen creciendo Izquierda Unida y UPyD, aunque no cosechan ni a la izquierda ni a la derecha todo el desgaste que sufre el bipartidismo. Respecto al Barómetro de enero, el PP baja un punto, y los socialistas dos. Varía tanto o más el número de católicos españoles entre trimestre y trimestre, así que no es el dato exacto lo trascendente. Lo que importa es la tendencia, y lo que la tendencia indica es que los dos grandes partidos siguen perdiendo apoyos. Pero el evidente hartazgo del 'turnismo' no impide que entre ambos sigan sumando más del 60% de apoyo electoral.

Pierden en valoración todos y cada uno de los líderes políticos individualmente, desde Rajoy o Rubalcaba hasta la mejor valorada desde hace años, Rosa Díez. Ninguno (ni siquiera quienes más abusan del populismo) consigue ya el 4 de nota media. La demoscopia refleja una desafección hacia los políticos sólo comparable a la que hace un siglo denunciaban los intelectuales.

El nieto también suspende

La confianza en la monarquía de Juan Carlos I sigue cayendo en picado, como caía hace cien años la que afectaba a su abuelo, Alfonso XIII, pero nunca desde el final del franquismo había bajado hasta ese 3,68% que el CIS le otorga tras conocerse la imputación de la infanta Cristina por el ‘caso Nóos’. Con esa nota, cabe imaginar la respuesta si se preguntara por la conveniencia de una abdicación real.

Sobre el extendido pesimismo no hay mucho que añadir. Lo raro es que el CIS todavía encuentre gente cuya primera preocupación no sea el paro o que considere que la situación va a mejorar en un año. No se trata de un pesimismo ancestral. Ayer mismo, la Comisión Europea se encargó de empeorar los pronósticos económicos que el Gobierno lanzaba sólo una semana antes.

Los datos del Barómetro referidos a las autonomías conviene filtrarlos por el hecho de que fueron recogidos entre septiembre y octubre de 2012. La evolución política fagocita los acontecimientos. En Madrid, por ejemplo, Esperanza Aguirre aún mantenía una mayoría que su sucesor ya habría perdido según las encuestas de institutos de opinión privados. Pero lo cierto es que, en lo que se refiere a los datos del PSOE, el bloqueo o falta de credibilidad tiene carácter “federal” y contamina los pronósticos autonómicos. 

Si se repasa la hemeroteca un siglo atrás, más allá de la crispación política y las tensiones sociales, había ciertas reclamaciones diversas pero constantes desde los núcleos más activos de la sociedad civil: la de quienes proponían una “revolución desde arriba”; la de los movimientos obreros que la planteaban “desde abajo”, y la de “un gran pacto nacional”, jaleada por la prensa urbana de mayor influencia. Resultaba muy difícil distinguir a quienes estaban dispuestos a ceder privilegios por “responsabilidad” y a quienes sólo buscaban una “componenda” para mantener los suyos.

Cien años después, las propuestas manejadas para salir de este fenomenal marasmo no andan muy alejadas de aquellas posiciones. Hay quien considera agotado el sistema y hay quien pretende hacer eterna la transición. El Gobierno sigue aferrado a su mayoría absoluta y al decreto-ley. Tras batirse el récord en la tasa de paro, ha convocado para el próximo día 16 a sindicatos y patronal, pero no parece interesado en intentar una concertación política, por lo demás nada probable mientras se mantenga la prioridad de un objetivo de déficit imposible en lugar de un crecimiento sostenible.

Han pasado un siglo, varios golpes de Estado (uno de los cuales provocó una guerra civil), casi cuarenta años de dictadura... Los paralelismos pueden resultar inquietantes, pero también las enormes diferencias entre uno y otro 13 podrían ayudar a encontrar mejores soluciones. Entre ellas, la posibilidad de una Europa unida, fuerte y solidaria. (Está por ver que Alemania y los poderes financieros lo permitan).

Hasta el año pasado, el endeudamiento público español no había superado el 70% del PIB desde 1913, justo hace ahora un siglo. De eso y de muchas cosas más. En aquella época no existía el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ni siquiera su predecesor, el Instituto de la Opinión Pública del franquismo desarrollista. Si hubiera existido, habría reflejado (con todos los matices y las distancias sociológicas) una situación de fondo muy similar a la que dibuja el Barómetro de abril de 2013: la desafección profunda hacia la política, el descrédito de la monarquía y un pesimismo letal sobre el futuro económico y político del país.

Más sobre este tema
>