Las corrupciones políticas
He agradecido estos días opiniones claras como las de Antonio Maíllo o Ernest Urtasun a la hora de argumentar que el imprescindible y completo examen de la corrupción en algunos políticos del PSOE no puede convertirse en una puerta de entrada para la derecha y la extrema derecha en el Gobierno de España. No sólo se trata de no robar. Facilitar conscientemente un Gobierno relacionado con los valores contrarios a los que uno dice defender comporta también una forma de corrupción política. Ser claros contra la corrupción y, a la vez, claros en la defensa de unos ideales de actuación en favor de la democracia social.
La acción política supone una negociación con la realidad, la defensa de unos valores en un contexto concreto. Quien es incapaz de comprender las posibilidades de un contexto comete un error político. Quien se olvida de los valores que dice representar comete una traición. En medio de las situaciones de crisis, cuando la realidad se convierte en un contexto conflictivo, resulta necesario distinguir bien entre errores y corrupciones.
Hablemos de las distintas formas de traición.
Traicionar supone desde luego utilizar la gestión pública encomendada para beneficiarse con negocios secretos y comisiones particulares. Quien defiende unos ideales sociales no puede dirigir su mandato a la búsqueda del enriquecimiento personal. Esa práctica, que se da con frecuencia en las acciones económicas privadas, se convierte en una posibilidad intolerable en la función pública. Un ministro o un responsable de un partido político traicionan sus valores, traicionan a su organización y a su sociedad, si aprueban proyectos o llegan a acuerdos a cambio de un tanto por ciento. Está claro.
También está claro que se trata de una traición política intentar encubrir las corrupciones cuando se dan dentro de la propia organización. Ocultar las malas prácticas, mantener a los mafiosos en sus cargos públicos o dentro de la militancia de un partido, es también un acto de corrupción. La democracia tiene derecho a demandar un examen de cuentas profundo y una toma de postura tajante contra los corruptos. Si no se actúa de manera clara, la complicidad no es un error, sino un acto de traición.
Facilitar conscientemente un Gobierno relacionado con los valores contrarios a los que uno dice defender comporta también una forma de corrupción política
Mucho de traición tiene también el intento de convertir un escándalo con nombres y apellidos en una pelea interna dentro de una organización, acrecentando el daño y echándole leña al fuego. Conviene no confundir el derecho a exigir responsabilidades con las peleas internas dentro de un partido. Hay muchos políticos que con sus críticas no mejoran su organización. Lo que hacen es adquirir protagonismo egoísta mientras favorecen los intereses del enemigo. Medir los matices es en este sentido muy importante.
Pero estas dinámicas de traición a los propios ideales no sólo se dan en el interior de los partidos, sino también en los contextos de las realidades políticas de un país. Los errores pasan a ser una traición a la ideología propia cuando el deseo de adquirir protagonismo particular sirve para generar situaciones que favorecen a los adversarios y los enemigos de las ilusiones que uno dice defender. En este sentido hay, por ejemplo, algunos izquierdistas especializados en buscar comisiones de soberbia. La vanidad de su pretendida pureza sirve para que gobiernen los enemigos de la sanidad pública, la educación pública, la fiscalidad social y los derechos laborales dignos. No les importa que en un contexto internacional tan difícil puedan llegar a gobernar los cómplices de la violación de los derechos humanos y de las rupturas del multilateralismo en el orden internacional. Estos puros del izquierdismo se parecen a los patriotas españoles que se dedican a viajar por el mundo para hablar mal de España en las instituciones internacionales.
Es importante, pues, en una situación difícil no olvidar que una acción política supone siempre una conversación y decisiones negociadas con la realidad. Los matices son importantes para que los errores no se conviertan en traición. Por eso agradezco a políticos como Antonio Maíllo y Ernest Urtasun que exijan medidas tajantes contra la corrupción y, al mismo tiempo, adviertan de los peligros de que esta situación sea aprovechada por los que pretenden que la derecha y la extrema derecha gobiernen en España. Y me duele que haya personas que no se caigan todavía del caballo de su vanidad irresponsable.