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Algo va a pasar, ya lo verás

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Las crisis económicas nos recuerdan que los seres humanos somos la principal mercancía de las sociedades en las que habitamos. Debajo de las banderas, las constituciones, las leyes nacionales, los convenios internacionales, los himnos y los grandes discursos, se oculta un proceso de mercantilización de las almas y los cuerpos.

La economía y la política neoliberal nos convierten en números. Somos una cifra de consumidores, trabajadores, jubilados, desempleados, hambrientos, usuarios de hospitales o comedores sociales, funcionarios, clientes, alcohólicos, desahuciados, estudiantes, analfabetos, emigrantes, refugiados, víctimas en los accidentes de tráfico, casados, nacidos y muertos. Los especuladores hacen sus negocios con las posibilidades que ofrecen estos números.

Los cálculos estadísticos, que pueden ser una forma de denuncia abreviada contra la desigualdad y la injusticia, acaban suponiendo una estrategia de olvido. Son un recurso decisivo de la mercantilización. Nadie se compadece de un número y las cifras resultan un saco sin fondo en el que se esconden las experiencias individuales. Por eso conviene colocar junto a los números las letras de una literatura capaz de contarnos la vida por dentro.

El narrador Christos Ikonomou ha contado la crisis griega en una colección de relatos titulada Algo va a pasar, ya lo verás (Valparaíso, 2015). Está bien vivir los recuerdos y la realidad cotidiana de los seres humanos para comprender lo que hay detrás de las operaciones de los bancos, los acuerdos de Bruselas, la negociación de los gobiernos europeos y las directrices del Fondo Monetario Internacional.

Las preocupaciones económicas van desgastando el amor y corrompiendo el carácter. Bajo las multiplicaciones, las restas y las sumas, hay una mujer estafada, una pareja que está a punto de perder su casa, un padre que no puede alimentar a su hijo, un trabajador despedido, un joven sin esperanzas, un inmigrante expulsado y un fabricante de cubitos de hielo que recita poemas de Miguel Hernández mientras observa cómo se deshacen en agua las formas de vida, los derechos sociales y los trozos de su mundo.

Hay también un grupo de cinco ancianos en las puertas de un hospital. Forman una cola en la noche, necesitan conseguir un buen puesto para ser tratados cuando por fin se abran las puertas. Ellos mismos se convierten en número, son un lugar en la cola. Por fortuna para los lectores se trata de una noche muy fría y tienen la ocurrencia de hacer una hoguera con un bidón, cartones y maderas. Junto al fuego, dejan de ser simples números. Las palabras de sus conversaciones empiezan por devolverles la condición de enfermos.

El número 1 es una persona casi ciega por culpa de un glaucoma. El número 2 no puede mantenerse de pie por culpa de una ciática. El número 3 es un corpulento sesentón con un pólipo en el intestino. El número 4 tiene piedras en el riñón y el número 5, el que había llegado el último, es ya un preguntón, alguien capaz de limpiarse las gafas para ver mejor y de interesarse por las historias personales y sus desenlaces.

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El reconocimiento de la propia debilidad, el propio frío, abre la puerta a los recuerdos, los amores, las ilusiones, los golpes de fortuna, las pérdidas y la conciencia estremecida de sentirse algo más que un número en una estadística o en una cola. Las cifras tienen vida humana por dentro.

La lectura de Christos Ikonomou ayuda a conocer la realidad humana que se vive en Grecia bajo los escombros de la política europea. Y ayuda también a recordar que los seres humanos no pueden reducirse a la mercantilización de los que convierten las almas homologadas y los cuerpos en negocio.

Por la calles no caminan mercancías. Camina el hombre que acaba de ser diagnosticado y necesita tratamiento. Camina la mujer que se acerca a una entrevista de trabajo. Camina la estudiante que espera una beca. Camina el joven que mañana buscará por internet un billete barato de avión para irse de España. Camina la pareja que lleva un año sin hacer el amor por los traumas y rencores que provoca el desempleo. Caminan seres humanos felices, tristes, generosos, mezquinos, leales, traidores, honrados, deshonestos. Caminan lectores curiosos que llevan en el bolsillo un libro para conocer la vida de los demás por dentro. Por ejemplo: Algo va a pasar, ya lo verás.

Las crisis económicas nos recuerdan que los seres humanos somos la principal mercancía de las sociedades en las que habitamos. Debajo de las banderas, las constituciones, las leyes nacionales, los convenios internacionales, los himnos y los grandes discursos, se oculta un proceso de mercantilización de las almas y los cuerpos.

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