Votos y datos contra la austeridad

El hecho inaudito de que el Vaticano esté vacante sin un papa muerto ha difuminado estos días el aguacero de críticas que debería haber caído sobre las autoridades europeas a cuenta de los resultados electorales en Italia. En Bruselas estarán rezando todo lo que saben para que los medios sigan mirando más a la Basílica de San Pedro que al Parlamento romano. Lo cierto es que dos de cada tres ciudadanos italianos han votado en contra de las políticas de austeridad impuestas desde Bruselas e inspiradas por Angela Merkel y el BCE. Algo parecido ocurrió en Francia hace sólo nueve meses. De modo que la ciudadanía de la segunda y tercera economías de la zona euro se han rebelado en las urnas contra el discurso único de la austeridad. Mientras, en Portugal, centenares de miles de personas recuperan en las calles el Grándola Vila Morena como metáfora que identifica a la 'troika' con aquella dictadura que también provocó décadas de pobreza y sufrimiento.

Ha sido precisamente el portugués Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, el encargado de insistir esta semana en la defensa de esos recortes que según la troika llevarán “al crecimiento duradero de Europa”. Al mismo tiempo, Durao advierte contra “la tentación de ceder al populismo a causa de los resultados electorales en un solo país”. Para la troika, el ascenso del partido populista del cómico Beppe Grillo o la resurrección de Berlusconi o el éxito en Francia de un Frente Nacional convertido en tercera fuerza política parecen obedecer a una especie de fenómeno natural. Según tal doctrina, toda crisis económica refuerza los extremismos. Una vez más, miran a la ciudadanía desde las atalayas del poder como si se tratara de una masa ignorante e inmadura. En ningún caso se plantean la más mínima autocrítica, ni siquiera tras el descalabro del tecnócrata Mario Monti. Para ellos, todo el que se opone a la medicina de la austeridad es simplemente populista.

En los últimos dos meses hemos conocido informes del FMI, de la OCDE y de algunos funcionarios europeos que ya asumen los errores de cálculo cometidos acerca de los efectos de la austeridad en el crecimiento. Ya ha quedado demostrado que los recortes de gasto tienen como consecuencia un descenso del PIB bastante más pronunciado del que estos supuestos sabios preveían. Los ultimos análisis de la London School of Economics indican además que tampoco es cierto que la austeridad sirva para reducir el endeudamiento de un país. De hecho, la conclusión a la que llegan esos estudios empíricos es contundente: “cuanto más intensa es la austeridad, más grande será el aumento posterior de la ratio deuda / PIB”. Dicho de otra forma, la tierra prometida del futuro crecimiento a la que tanto se abrazan Merkel, Barroso, Draghi, Rajoy... no existe.

La obcecación en el 'austericidio' y esa soberbia visión de la ciudadanía europea como menor de edad no sólo profundizan en la recesión económica sino que son las causas principales del auge del populismo y del precipicio en el que está cayendo la idea de Europa. Cuando todos acudan a felicitar al nuevo papa, no deberían perder de vistalo que ocurre en los Parlamentos.

El hecho inaudito de que el Vaticano esté vacante sin un papa muerto ha difuminado estos días el aguacero de críticas que debería haber caído sobre las autoridades europeas a cuenta de los resultados electorales en Italia. En Bruselas estarán rezando todo lo que saben para que los medios sigan mirando más a la Basílica de San Pedro que al Parlamento romano. Lo cierto es que dos de cada tres ciudadanos italianos han votado en contra de las políticas de austeridad impuestas desde Bruselas e inspiradas por Angela Merkel y el BCE. Algo parecido ocurrió en Francia hace sólo nueve meses. De modo que la ciudadanía de la segunda y tercera economías de la zona euro se han rebelado en las urnas contra el discurso único de la austeridad. Mientras, en Portugal, centenares de miles de personas recuperan en las calles el Grándola Vila Morena como metáfora que identifica a la 'troika' con aquella dictadura que también provocó décadas de pobreza y sufrimiento.

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