La campaña electoral está poniendo en evidencia el pobre papel que representa a día de hoy TVE en el panorama mediático. Veamos los números: entrevista a Rajoy en Los Desayunos, un 9 por ciento de audiencia, menos aún que las realizadas a Garzón (UP), Villegas (C's) y Sánchez (PSOE), en la semana anterior; Debate a siete en la noche del lunes, 4,8 de audiencia.
Se podrá argumentar que las trasmisiones de fútbol cuentan, y mucho, en el reparto, pero es que a la misma hora El Hormiguero, con Pedro Sánchez, obtenía un 10,8 y duplicaba sobradamente el número de espectadores. Al margen de las cifras, hay que decir que el debate en TVE tuvo un desarrollo formalmente correcto, pero la mecánica encorsetada facilita la sucesión de exposiciones de manual de campaña, soliloquios en lugar de contraste de pareceres, con el moderador –como él mismo puso de manifiesto– atento a que se respetaran las reglas, unas reglas que poco margen dejan a que se produzca un auténtico debate. El resultado es que los que tuvieron lugar en Antena 3 entre mujeres –por más discrimanatorio y anacrónico que resultaba en su propia formulación–, o el de programas economistos en laSexta, también duplicaran al de este lunes.
Desde la llegada del PP al poder, TVE se ha anclado en formatos rígidos, tanto en el resumen de campaña de los telediarios, como en los programas especiales. La obsesión de la dirección por controlar políticamente los contenidos lleva a unos discursos romos, previsibles, sin esa chispa periodística que individualiza y da interés en otras cadenas; este mismo martes, todos los medios destacan las palabras de Mariano Rajoy reafirmando que no se someterá a la investidura, si no cuenta previamente con apoyos suficientes. En TVE se ha mencionado muy de pasada y no se ha ofrecido la secuencia en la que realizaba la afirmación. Del mismo modo, se huye de innovación alguna en los especiales informativos y programas especiales, y se confía la presentación y dirección a profesionales de confianza ideológica, postergando experiencia y mérito.
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El resultado es la huida del público hacia medios que compiten con imaginación y sin corsés, que mezclan voces diversas y hasta contradictorias, que buscan el auténtico debate. TVE perdió el liderazgo en este tipo de programas en las elecciones europeas, municipales y autonómicas, andaluzas y catalanas. Y lasgenerales de diciembre no han hecho sino aumentar la distancia entre TVE y laSexta, nítida ganadora en todas ellas.
"Somos los mismos", decía entre el desconsuelo y la reivindicación, un miembro de la redacción, al contrastar la actual deriva y la etapa en que los Informativos de TVE recibían los más prestigiosos premios profesionales. Y es cierto, muy buena parte de aquella redacción sigue en TVE, unos desplazados a espacios marginales, otros dedicados a tareas muy por debajo de su cualificación. Pero la dirección ya no es aquella que potenciaba independencia y profesionalidad, sino la dedicada a proteger la imagen de quienes la han nombrado.
En el mundo de la comunicación, la audiencia y la credibilidad se pierden poco a poco, mes a mes. Recuperar una y otra es tarea mucho aún más lenta y costosa. Serán necesarios años de profesionalidad, periodismo, e independencia para recuperar el prestigio que TVE tuvo y que, bajo el Gobierno del PP, ha desaparecido.