Publicamos este artículo en abierto gracias a los socios y socias de infoLibre. Sin su apoyo, nuestro proyecto no existiría. Hazte con tu suscripción o regala una haciendo click
aquí. La información y el análisis que recibes dependen de ti.
Yo me afinqué definitivamente en España en el verano de 1978 y, desde entonces, he sido fiel lector, cada día, de El País, fundado dos años antes. Creo que lo seré hasta el final del tiempo que me toque, pues la verdad es que le debo mucho. Tanto, que no concibo mi vida de hispanista sin la aportación fundamental que me ha brindado el diario durante casi medio siglo, gracias al alto nivel de numerosos colaboradores suyos –con algunos de los cuales he podido disfrutar de trato personal y hasta amistad–, su información cultural, su defensa de la democracia, su exquisita atención a la Memoria Histórica y las exhumaciones de las víctimas del franquismo, y un largo etcétera. Incluso, cuando vivía por tierras granadinas, he gozado, debido a la amabilidad de Juan Cruz, de mi propia columna en la edición andaluza del rotativo. Gratitud sincera, pues, y, por supuesto, mi enhorabuena.
Ello no quiere decir que haya estado siempre conforme ni con su línea editorial, que a veces me ha decepcionado e incluso preocupado, ni con los razonamientos de algunos de sus articulistas.
Bajo la dirección de Antonio Caño, a partir de 2014, el diario mantuvo una línea muy dura contra Pedro Sánchez, apoyada por la artillería pesada de Juan Luis Cebrián desde su columna bimensual Al hilo de los días. Pero con la destitución de Caño en junio de 2018, y la llegada de Soledad Gallego-Díez, dicha arremetida se suavizó notablemente, aunque nuestro hombre siguió metiendo cizaña como colaborador.
Defensor a ultranza de la que considera "la gigantesca obra de la Transición" –a la cual no parece encontrar defecto alguno–, publicó en El País del 28 de mayo de 2020 un artículo titulado La farsa que nos enloquece. En él embistió contra el Gobierno y la oposición, culpándoles por partes iguales del que consideraba caos político de la nación tras dos meses y medio de pandemia. ¿Su solución? "Cualquier persona sensata –escribió– sabe que la gravedad de la situación política y económica de España exige un gran pacto nacional entre las principales fuerzas políticas defensoras de nuestro sistema constitucional. No hay más opción".
¿Realmente no había más opción? Puesto que el único interés del PP, como ha demostrado una y otra vez, ha consistido siempre en derribar al Ejecutivo de Sánchez, haga lo que haga este y proponga lo que proponga, el tal "gran pacto" no era entonces, y no es hoy, más que una quimera. La oposición de los populares, lo vemos cada día, es de una deslealtad radical y desvergonzante impensable en cualquier país civilizado de nuestro entorno europeo, máxime en medio de una gravísima crisis sanitaria y económica. Es como si para el PP no existiera, ni por asomo, compromiso alguno con el bien común.
En el artículo referido, Caño reservó su máximo desprecio para Podemos, considerando que el 15 de mayo de 2011 "interrumpió el curso de nuestra historia, no para avanzar más rápido, sino para volver al pasado". Pero, ¿a qué pasado, no especificado? Y es que otra obsesión del periodista jienense es cualquier iniciativa que huele o pudiera oler a comunismo.
El 12 de mayo de este año, con Pablo Iglesias ya fuera del Gobierno, Caño ha vuelto al ataque con un artículo titulado Pacto de Estado o eleccionesPacto de Estado o elecciones. No voy a analizarlo aquí en profundidad porque repite en esencia el contenido del de hace doce meses. Solo que el columnista ha llegado ahora a la conclusión de que el "engendro" que hoy (des)gobierna España es sinónimo de trumpismo, y que padecemos un presidente "tan obstinado en el error como en la conquista del éxito".
Lo que me interesa destacar es la publicación, en el espacio estrella de la breve sección de Cartas al director de El País,Cartas al directorEl País que siempre se resalta en negritas, de dos reacciones muy críticas ante lo manifestado por Caño.
Firma la primera, titulada ¿Me había confundido de periódico?(15 de mayo), un lector del diario desde su primer número, Fernando González Cajal. Se expresa muy dolido. Apenas puede creer lo que acaba de leer, con su "alegato contra el Gobierno de coalición, sus argumentaciones vacuas, impropias de un exdirector, las descalificaciones de trumpismo de la izquierda, degradación, su loa al PP, su propuesta de un gran acuerdo del PSOE con él, como partido fiable y solución del futuro".
¿Cómo no compartir este juicio?
Ver másLa redacción de 'El País' recuerda a Caño que puntuó su gestión con un 2,14 por su "autoritarismo" y "sectarismo"
La segunda misiva contestataria, publicada al día siguiente bajo el título Por fin alguien me iluminaPor fin alguien me ilumina, llevaba la firma de Blas Ferrero Celada. Lector de El País desde su nacimiento, como González Cajal, reconocía haber creído hasta entonces que el análisis político de Caño era, en general, "fino y atinado". Pero ahora se ha dado cuenta de su equivocación. El artículo en cuestión le permite, dice, borrar ambos adjetivos.
Lo verdaderamente fascinante de este asunto, con todo, es que quienes hoy mandan en el diario –capitaneado desde la salida de Gallego-Díaz por Javier Moreno– hayan decidido no solo publicar estas cartas sino en un lugar tan hipervisible. Es evidente que ha pasado algo serio. Algo, según hemos podido leer en Confidencial Digital, relacionado casi seguramente con declaraciones recientes de Caño, en la Cadena Cope, donde ha dicho que nunca entendió las razones no solo de su despido sino del de todo su equipo. Según la misma fuente, estas reflexiones han creado "un profundo malestar" entre algunos periodistas, y parte de la dirección, de El País, toda vez que sigue siendo colaborador del mismo.
Desde la aparición de las dos cartas no he vuelto a ver nada más en el diario sobre el caso. Será fascinante constatar si Caño reaparece en su página de opinión y si, de ser así, comenta o pasa por alto la tormenta desencadenada. Sea como fuera, El País ha ganado en dignidad y fortaleza al hacer públicas las referidas misivas, determinación que le honra y que este lector asiduo le agradece de corazón.
Yo me afinqué definitivamente en España en el verano de 1978 y, desde entonces, he sido fiel lector, cada día, de El País, fundado dos años antes. Creo que lo seré hasta el final del tiempo que me toque, pues la verdad es que le debo mucho. Tanto, que no concibo mi vida de hispanista sin la aportación fundamental que me ha brindado el diario durante casi medio siglo, gracias al alto nivel de numerosos colaboradores suyos –con algunos de los cuales he podido disfrutar de trato personal y hasta amistad–, su información cultural, su defensa de la democracia, su exquisita atención a la Memoria Histórica y las exhumaciones de las víctimas del franquismo, y un largo etcétera. Incluso, cuando vivía por tierras granadinas, he gozado, debido a la amabilidad de Juan Cruz, de mi propia columna en la edición andaluza del rotativo. Gratitud sincera, pues, y, por supuesto, mi enhorabuena.
aquí. La información y el análisis que recibes dependen de ti.