Y la amnistía se diluyó en la actualidad como un azucarillo en un vaso de agua caliente. ¿Os disteis cuenta? En una de las semanas clave para la aprobación de la medida de gracia para los independentistas, el debate en torno a la amnistía ha desaparecido por completo y ha sido eclipsado por el caso Koldo. Debe ser que el inminente fin de España y del Estado de derecho pueden esperar siempre y cuando la oposición tenga otro tema más jugoso con el que poder atacar al Gobierno.
El Partido Popular, en los últimos días, aparentemente ha recibido dos buenas noticias seguidas. En primer lugar su victoria en Galicia (que han celebrado como si fuese la mayor revolución electoral del mundo a pesar de que lleve ocurriendo de manera ininterrumpida desde 1981), y en segundo lugar la explosión de un caso de corrupción de un importante exasesor del Gobierno socialista. Y he dicho aparentemente buenas noticias por algo. Porque a pesar de que la primera noticia sea una forma de aplazar la inminente discusión en torno al liderazgo de Feijóo al frente del Partido Popular, la segunda noticia tiene forma de bumerán y, si hablamos de corrupción, el partido de la sede pagada con dinero en B, de las condenas a título lucrativo por corrupción, de no saber quién era M. Rajoy y de echar a Pablo Casado por denunciar las comisiones de Ayuso a su hermano, tiene mucho que perder. Tanto que perdieron un gobierno por una moción de censura victoriosa motivada por lo enfangado que estaba su gobierno por la corrupción.
El PSOE lo sabe. Y también sabe que precisamente por eso no puede ponerse de perfil ante un caso como el de Koldo García. Un tipo que es ejemplo de todo lo que no hay que ser en política: enchufó a varios familiares en el ministerio, tiene condenas por agresión, y todo apunta a que utilizó la pandemia para enriquecerse, igual que Luceño y Medina e igual que el hermano de Ayuso. Por eso, además de fulminar cualquier relación de Koldo y sus colaboradores con el PSOE, también pidieron la dimisión de Ábalos y, al no aceptarla, le han expulsado del grupo parlamentario socialista al cada vez más numeroso grupo mixto. El exministro tiene razón al decir que no está acusado de nada. Pero no la tiene al defender que eso le exime de dimitir. Sobre todo porque sigue sin explicar por qué confió durante tanto tiempo en Koldo García a pesar de los avisos y rumores que ha confirmado que conocía. Y evidentemente hay responsabilidades políticas que deben asumirse más allá de las judiciales.
Si hablamos de corrupción, el partido de la sede pagada con dinero en B, de las condenas a título lucrativo por corrupción, de no saber quién era M. Rajoy y de echar a Pablo Casado por denunciar las comisiones de Ayuso a su hermano, tiene mucho que perder
Mientras tanto, el efecto bumerán no ha hecho más que empezar. El PSOE, además de pedir la dimisión de Ábalos sin estar implicado judicialmente (ojalá se hubiese actuado igual con Esperanza Aguirre, M. Rajoy o la propia Ayuso al haber sido señalados por corrupción) ha dado una vuelta más a la tuerca de la lucha contra la corrupción y ha propuesto la constitución de una comisión de investigación sobre la compra de mascarillas durante la pandemia en el Congreso de los Diputados. Y entonces el PP se ha puesto a sudar frío. Y (poco) sorprendentemente su portavoz Miguel Tellado salió rápidamente a decir que votarían en contra de la creación de la comisión porque solamente quieren “investigar la trama que afecta al PSOE”. De hecho en el Senado, donde tienen mayoría, tan sólo van a constituir una comisión para investigar en exclusiva la corrupción de Koldo. Ninguna más. La lucha contra la corrupción del Partido Popular parece ser selectiva y dependiente de quién sea el investigado. Tiemblan cuando les proponen una comisión abierta para investigar toda la corrupción y hacen control de daños antes de empezar a investigar, temerosos de lo que pueda salir. ¿Quién le tiene miedo una comisión de investigación? Aquel que tiene algo que perder. ¿Quién la puede proponer? Alguien que tiene algo que ganar. El efecto bumerán se acrecienta cada día que pasa.
Las cartas están sobre la mesa. Es siempre bueno que se hable de lucha contra la corrupción en este país. Pero la última vez que esto se convirtió en un tema de debate nacional acabó saliendo adelante una moción de censura contra el gobierno del misterioso M. Rajoy. Si de repente vuelven a hablar de la amnistía y se olvidan de las mascarillas, ya sabréis por qué es. Tendrán, una vez más, mucho más que perder que ganar.
Y la amnistía se diluyó en la actualidad como un azucarillo en un vaso de agua caliente. ¿Os disteis cuenta? En una de las semanas clave para la aprobación de la medida de gracia para los independentistas, el debate en torno a la amnistía ha desaparecido por completo y ha sido eclipsado por el caso Koldo. Debe ser que el inminente fin de España y del Estado de derecho pueden esperar siempre y cuando la oposición tenga otro tema más jugoso con el que poder atacar al Gobierno.