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El conflicto en Oriente Medio escala, el marco de guerra se impone

Lo que muchos se temían está sucediendo. Los ataques lanzados por Israel contra Irán, y replicados por este durante los últimos días, han continuado esta vez de la mano del mayor aliado del país hebreo en la región, EEUU. Efectivamente, Washington ha lanzado un ataque sin precedentes contra las infraestructuras nucleares iraníes utilizando los únicos misiles capaces de acceder a la base de Fordow, los B-2, y con labores de apoyo de misiles Tomahawk. Es esta la primera Administración estadounidense que se ha atrevido a atacar a Irán. No se engañen, este ataque jamás se hubiera producido si realmente Irán tuviera bombas nucleares.

El impacto que esta escalada de la guerra en la región pueda tener es insospechado. Lo que parece claro es que va hacia una mayor inestabilidad e incertidumbre en una zona caracterizada históricamente por ser de muy alta tensión, donde Irán se sitúa en el centro de un triángulo perverso, con Israel y los países del Golfo en los otros dos vértices.

Israel es, en estos momentos, el principal actor desestabilizador de la región, pese a las afirmaciones que alimentan la narrativa dominante sobre la necesidad de anular las capacidades iraníes. Así, es Israel el país que ha atacado a países de su entorno sin haber sido agredido: Líbano, Siria y ahora Irán; es también el país que está ejecutando un genocidio en Gaza y que ve esta situación como una ventana de oportunidad para anexionarse Cisjordania. Pero, además, el Gobierno sionista de Netanyahu quiere aprovechar este momento propicio a sus intereses para alcanzar lo que lleva deseando durante décadas: dar un vuelco al orden regional actual y erigirse como la principal potencia, y la única nuclear, en la zona. Con unos países del Golfo cercanos a EEUU, lo que ahora necesita Tel Aviv es anular al régimen iraní. Y aquí el papel de Washington se demuestra esencial.

Una de las preguntas que, sin embargo, deberíamos plantearnos es por qué ahora EEUU decide lanzar este ataque. Y varias son las respuestas inmediatas. La primera es una razón de índole doméstico, a la interna. Las crecientes grietas que se observan desde hace semanas dentro del movimiento MAGA entre su parte mas libertaria y la parte más neocón. Donde los más halcones son los partidarios de más cierre y menos internacionalización de EEUU; aquí se sitúan J.D. Vance y Steve Bannon como sus principales abanderados. Del otro lado, estarían los que apostarían por más apertura, los tecnolibertarios, con su principal exponente, Elon Musk, que curiosamente se alían con los republicanos más clásicos, quienes menos se oponen al intervencionismo militar estadounidense. La imagen de Trump rodeado por J.D. Vance, Marcos Rubio y Pete Hegseth intenta dar una imagen de unidad de todas las sensibilidades dentro del marco trumpista.

La segunda tiene que ver con intentar mostrar la capacidad estadounidense de marcar el rumbo y desactivar los diagnósticos de declive hegemónico que cada vez resuenan más alto. Lanzar un ataque contra Irán a cuatro días de la cumbre de la OTAN es mostrar su propia fortaleza, pero también la debilidad de sus aliados. Mostrar las vulnerabilidades podría hacerles más favorables a sus posiciones de incremento del gasto hasta el 5% del PIB. Y la tercera, tendría que ver, obviamente, con el tablero geopolítico de su protegido, Israel.

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EEUU intenta mostrar su capacidad de marcar el rumbo y desactivar los diagnósticos de declive hegemónico que cada vez resuenan más alto

Se está aún a expensas de la respuesta que vaya a dar Irán, que “se reserva todas las opciones” para responder a la agresión. De momento, el Parlamento ha dado el visto bueno al cierre del estrecho de Ormuz, lugar por el que transita el 20% del petróleo mundial; ya se esperan subidas estratosféricas del precio del crudo en todo el mundo. Pero además no sería descartable que hubiera ataques a los intereses estadounidenses, con más de 40.000 militares sobre el terreno y la quinta flota desplegada en Bahrein. Cuando escribo esta columna, vuela en dirección a Moscú el ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi, para reunirse con Vladimir Putin, su tradicional aliado. Por el momento, Rusia y China están expectantes, la primera muy debilitada por el frente ucraniano, la segunda actúa con unos tiempos distintos a los que quiere imponer EEUU. Pero si se involucraran en esta ocasión, la escalada adquiriría unos tintes de conflicto global sin precedentes desde 1945.

En todo caso, faltan todavía por despejar algunas dudas en relación con los escenarios regionales inmediatos. La primera tiene que ver con los objetivos, porque ¿se trata de conseguir forzar una rendición del régimen de Irán o de hacerlo colapsar? No parece que lo segundo sea posible sin unos ataques que incluyan una entrada de tropas en el país. Ningún régimen ha caído sin presencia militar terrestre, y aquí Israel no tiene capacidades militares suficientes, y EEUU parecería reacio a ir más allá de la destrucción del programa nuclear iraní.

La segunda, tiene que ver con la respuesta que el resto de actores regionales y globales dé a este ataque. Uno de los principales objetivos de Tel Aviv ha sido arrastrar a EEUU a un conflicto regional para poder implantar su hegemonía como única potencia nuclear de la zona, pero también terminar de construir un Estado sionista que se levantara sobre la aniquilación o expulsión del pueblo palestino. Los ataques de los últimos diez días posponen, una vez más, un potencial marco sancionador contra Israel y lo vuelven a situar en posición de víctima en lugar de victimario. No hay más que ver las declaraciones de las últimas horas tanto de Von der Leyen como de Kaja Kallas, instando a Irán a sentarse a la mesa de negociaciones.

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A estas alturas ya nadie debería estar sorprendido ante la hipocresía y manipulación interesada de algunos líderes internacionales en lo que respecta a la interpretación del marco legal internacional. En este caso, la UE continúa cavando su propio descrédito a nivel global, además de errar el tiro, puesto que apostar por este tipo de estrategias de poder es algo para lo que el artefacto comunitario no está preparado y para lo que seguirá subordinado al marco estadounidense. Así lo veremos en la cumbre de la OTAN de La Haya de los próximos días.

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