He viajado a Japón invitado por la comunidad budista de la Soka Gakkai. He participado en encuentros universitarios y en diálogos con comunidades budistas de distintos lugares de Japón. La experiencia que más me ha impresionado ha sido la visita a Nagasaki en plenos preparativos del ochenta aniversario de su destrucción, el 9 de agosto de 1945, provocada por la bomba atómica, que causó la muerte de 75.000 personas e hirió a otras 75.000.
Allí he sido recibido por el alcalde de la ciudad y juntos hemos hecho memoria de tamaña masacre y hemos asumido el compromiso de luchar por la eliminación de las armas nucleares. Las experiencias que más impacto me han producido hasta las lágrimas han sido la visita a la Zona 0, en el Parque de la Paz, donde explosionó la bomba, al Museo de la bomba atómica donde he visto las imágenes de destrucción de vidas humanas y de la ciudad, y a la Sala de la Memoria Internacional de Nagasaki para las Víctimas destinada a hacer una oración por la paz. Es ahí donde se encuentran los testimonios de los supervivientes y objetos de las víctimas, entre ellos un reloj que se paró a las 11.02, hora exacta de la explosión.
No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones
Bajo el impacto de estas visitas, el de la memoria de las víctimas y el dolor por tamaño ultraje a la dignidad humana, el sábado 23 de noviembre de 2024, he pronunciado una conferencia sobre “Espiritualidad interreligiosa y caminos de paz”, cuya síntesis resumo en el siguiente tridecálogo sobre la contribución de las religiones a la construcción de un mundo pacífico y pacificador, basado en la justicia, bajo la inspiración inicial de Hans Küng.
- Existe una falta de sintonía entre los mensajes de paz que predican las religiones y algunas de sus manifestaciones violentas. Históricamente las religiones han atizado y siguen atizando no pocos conflictos bélicos, pero pueden jugar también un papel decisivo en la construcción de una cultura de paz.
- No habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones. Más de tres cuartas partes de la población mundial están vinculadas a algún sistema de creencias religiosas. Si estas personas activan sus tradiciones religiosas pacificadoras resultará más fácil la solución de los conflictos de forma pacífica. De lo contrario serán cómplices de la extensión de la violencia en el mundo.
- No habrá paz entre las religiones sin diálogo entre ellas. Un diálogo que debe caracterizarse por la simetría, la correlacionalidad, la corresponsabilidad y el respeto al pluralismo religioso.
- No habrá diálogo interreligioso si las religiones no se conocen entre sí. El desconocimiento constituye el caldo de cultivo para las descalificaciones mutuas, los fanatismos y los fundamentalismos que incitan al uso de la violencia. El conocimiento riguroso de las religiones facilita la comprensión entre ellas.
- No habrá diálogo entre las religiones sin una ética mundial. Las religiones pueden colaborar en la construcción de dicha ética asumiendo las siguientes tareas: trabajo por la no violencia activa y respeto por la vida; defensa de la naturaleza sometida a explotación por el actual modelo de desarrollo científico técnico; opción por los sectores, los pueblos y los continentes oprimidos; apuesta por una cultura de la solidaridad y por un mundo donde quepan todos los mundos; trabajo por un orden económico justo; promoción de una cultura de la igualdad y colaboración entre hombres y mujeres.
- No habrá paz en el mundo sin el reconocimiento y respeto del pluriverso en todos los niveles y ámbitos de la vida: político, social, cultural, religioso y étnico, y el correspondiente diálogo entre las diferentes culturas, religiones, espiritualidades, etnias y filosofías, así como entre los pueblos y los continentes. El respeto a las peculiaridades de cada cultura es condición necesaria para evitar el racismo, la xenofobia y el colonialismo.
- El mundo gasta hoy en armamento y en guerras 2.400 millones de dólares. Las religiones, junto con otros actores en favor de la paz, deben denunciar dicho gasto y exigir a los gobiernos que lo destinen a la educación y alimentación de los 750 millones de personas pobres y hambrientas que hay en el mundo.
- Siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, Mahatma Gandhi y Martin Luther King, las religiones están llamadas a desterrar la violencia en todas sus formas, en su organización, en sus textos fundantes, en sus códigos jurídicos, en sus discursos y en el estilo de vida de sus seguidores y seguidoras, y a fomentar la fraternidad-sororidad entre sus miembros y en la sociedad.
- El 1% de la población mundial tiene el 99% de las riquezas de toda la humanidad. El diálogo de culturas y el encuentro de religiones serán estériles si no van acompañados de una alianza en la lucha contra la pobreza, el hambre y las brechas de la desigualdad, cada vez más profundas, y en la condena del neoliberalismo, que, como afirma el Papa Francisco, es injusto en su raíz y genera tamañas desigualdades en el mundo entre el Norte global y el Sur global.
- Nuestra sociedad vive inmersa en todo tipo de excesos y desmesuras: en el consumo; en la múltiple discriminación de las mujeres; en el uso de la violencia; en el odio contra las personas y los colectivos diferentes; en el maltrato a la naturaleza; en el ejercicio del poder, etc. Para evitar dichos excesos las religiones deben contribuir a buscar la justa medida y seguir el camino medio, la corresponsabilidad, la razón cordial, la sensibilidad hacia el dolor de las personas, la compasión y la ética del cuidado.
- En plena crisis de las religiones y en la era de la inteligencia artificial, es necesario recuperar la espiritualidad, que es una de las dimensiones fundamentales del ser humano, más allá de las creencias o increencias religiosas. La espiritualidad es el espacio verde de las culturas, de las religiones y de los pueblos, el lugar de la paz interior y exterior, y una de las mejores reservas de la humanidad que es necesario poner en valor y activar. El diálogo entre espiritualidades deja sin efecto la justificación de la teoría de la “guerra justa”, desactiva las guerras de religiones y apuesta por la paz justa, inseparable de la justicia, como afirma bellamente un salmo de la Biblia hebrea: “la justicia y la paz se besan” (Salmo 85, 10).
- Hago mía la afirmación del filósofo y teólogo Raimon Panikkar, que transitó por los caminos del diálogo entre el cristianismo, el budismo, el hinduismo y la secularización: “Sin diálogo, el ser humano se asfixia y las religiones se anquilosan.
- Las religiones, sus miembros y sus dirigentes deben trabajar por la eliminación de todas las armas nucleares para salvar a la humanidad y a la naturaleza de su extinción. Si no se destruyen las armas nucleares, estas destruirán a la humanidad y a la naturaleza. Tal reivindicación la hago precisamente en Nagasaki, lugar en el que, junto con Hiroshima, la explosión de la bomba atómica provocó el asesinato premeditado y alevoso de 214.000 personas y numerosas secuelas en la población viva.
A las puertas de la conmemoración del 80 aniversario de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, nuestro grito y el de toda la humanidad debe ser: “Hiroshima, Nagasaki, Gaza y tantas poblaciones y vidas humanas destruidas, nunca más”.
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Juan José Tamayo es profesor emérito de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid.
He viajado a Japón invitado por la comunidad budista de la Soka Gakkai. He participado en encuentros universitarios y en diálogos con comunidades budistas de distintos lugares de Japón. La experiencia que más me ha impresionado ha sido la visita a Nagasaki en plenos preparativos del ochenta aniversario de su destrucción, el 9 de agosto de 1945, provocada por la bomba atómica, que causó la muerte de 75.000 personas e hirió a otras 75.000.