Esta semana se ha dicho mucho que el accidente de Supersubmarina “truncó” su carrera musical. Cada vez que lo oigo o leo me araña algo, me suena demasiado definitivo, funesto, para lo que estamos viendo: cuatro artistas que vieron la muerte de cara y están aquí para contarlo y luchar. Truncar, en realidad, es un verbo preciso: interrumpir algo dejándolo incompleto. Interrumpir, frustrar, paralizar, parar, suspender. Y también, aunque ahora ya no para los amigos de Baeza: quitar a alguien las ilusiones o esperanzas.
“La vida puede dar muchos tropiezos, pero lo importante es realimentarse de todo lo que te rodea y tener siempre la perspectiva de que eso (bueno) que pasó ¿por qué no puede suceder después? Un corte en seco que te suceda en la vida no tiene por qué significar que ya no va a volver a ocurrir (lo bueno)”, decía Pope, el bajista del grupo, este jueves en la presentación del libro Algo que sirva como luz, en el que el periodista Fernando Navarro cuenta su historia de éxito y tragedia. Nadie sabe, todos nos preguntamos, si podrán volver a hacer canciones, pero si una persona que ha contradicho todos los graves diagnósticos como José Marín, Chino, afirma que ese es su horizonte, a quienes les seguimos desde que todos teníamos veinte años no nos corresponde nada más que confiar y estar ahí.
Supersubmarina no habrá vuelto a tocar en un escenario, pero me parece obvio que Supersubmarina ha vuelto. A sus vidas y a las nuestras
No hay que especular, hay que decir exactamente lo que ellos dicen y nada más ni menos. Pero sí es inevitable caer hacia algún lado: siempre en el de los de la esperanza y jamás con los agoreros. Supersubmarina era mi banda favorita de las de nuestra generación. Es: Supersubmarina sigue viva porque ellos lo están. Y la historia, ocho años después, me parece que ya no es que se les truncó la carrera o la vida aquel 14 de agosto de 2016, sino que ocho años después de que se les truncara la carrera o la vida aquel 14 de agosto de 2016 han vuelto a juntarse como aquellos niños que jugaban juntos al fútbol y han mirado a la vida de cara para intentarlo todo. Y, de paso, nos han recordado que su música nunca dejó de estar ahí para nosotros y que es buenísima.
Muchísima gente ha leído la entrevista en El País, muchísima gente compró el diario el domingo para tenerlos en papel, muchísima gente está escuchando en bucle Niebla, Viento de cara, LN Granada, Supersubmarina, Puta vida. Supersubmarina no habrá vuelto a tocar en un escenario, pero me parece obvio que Supersubmarina ha vuelto. A sus vidas y a las nuestras. “No dejes que todo esto quede en nada, porque ahora estés asustada”, sus letras ahora adquieren otra dimensión, porque a ellos y a todos los de su quinta casi todo lo importante nos ha pasado desde que cantábamos juntos las de Electroviral. “Sientes que ha acabado, que el camino equivocado ya llegó a su final. Dile que el silencio que hay entre vosotros pronto quedará en un despertar”. La letra de aquella Niebla, que nos han regalado en maqueta original, ahora parece mucho más precisa que “truncar” para contar este nuevo “faro entre la niebla”, este “viento de cara”.
Esta semana se ha dicho mucho que el accidente de Supersubmarina “truncó” su carrera musical. Cada vez que lo oigo o leo me araña algo, me suena demasiado definitivo, funesto, para lo que estamos viendo: cuatro artistas que vieron la muerte de cara y están aquí para contarlo y luchar. Truncar, en realidad, es un verbo preciso: interrumpir algo dejándolo incompleto. Interrumpir, frustrar, paralizar, parar, suspender. Y también, aunque ahora ya no para los amigos de Baeza: quitar a alguien las ilusiones o esperanzas.