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Un primer premio Albert Camus y los orígenes de la guerra civil (1/2)

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En febrero de 2020, unas semanas antes de que se declarara la pandemia, tuve ocasión de atender a la petición del Instituto Cervantes de Argel de ir a dar una conferencia. La gestión la debo al embajador de España en Argelia, Fernando Morán, con quien me une una amistad de hace muchos años. Di la conferencia y aproveché la ocasión para visitar las ruinas romanas de Tipasa (patrimonio mundial de la humanidad desde 1982). A su lado, y contra el azul intenso del Mediterráneo, se levanta un pequeño obelisco que rememora a Albert Camus, nacido en Argel. Me traje varios recuerdos y, entre ellos, un disco duro en el que me reprodujeron algunas de las películas, francesas y de otros orígenes, más representativas de la guerra de Argelia.

A mí siempre me impresionó mucho aquel conflicto desde que lo percibí, en 1958, en París, un puerto en el que solían recalar los jóvenes, y no tan jóvenes, que deseaban respirar algo que no fuese la atmósfera cultural de la España de Franco. 

Por eso cuando la Asociación Cultural Arte y Memoria, por mediación de Jaime Ruiz, presidente de AMESDE, me contactó para ofrecerme el primer premio Albert Camus individual que pensaba conceder, acepté de inmediato. Gracias a la generosidad de Carlos Olalla y a la organización del Festival Internacional de Cine por la Memoria Democrática, lo recibí, junto con dos colectivos: la Asociación de expresos y represaliados políticos antifranquistas y la Asociación catalana de expresos políticos del franquismo. Todo ello a mitad de diciembre del año pasado.

La estatuilla del premio la tengo en mi comedor, rehabilitado durante la pandemia en despacho provisional, pero que he utilizado como tal desde hace casi tres años. Es un pedazo de madera de roble sobre el que reposa un pedrusco recogido en los campos de Brunete. Lo que sigue es una versión remozada de las palabras que pronuncié en aquel acto.

En la ceremonia fue inevitable que se evocaran unas palabras generalmente atribuidas a Camus. Son famosísimas. Dicen así: “Es en España donde mi generación ha aprendido que se puede tener razón y ser derrotados. Que la fuerza puede destruir el espíritu y que, a veces, el valor no obtiene ninguna recompensa. Esta es la razón, sin la menor duda, que explica por qué tantos hombres, en todo el mundo, consideran el drama español como una tragedia propia, la última gran causa”.

Es en España donde mi generación ha aprendido que se puede tener razón y ser derrotados. Que la fuerza puede destruir el espíritu y que, a veces, el valor no obtiene ninguna recompensa (Camus)

No me extrañó. Yo mismo las había utilizado como colofón de un artículo que pocos años antes de mi viaje a Argelia se publicó en la revista franco-suiza Relations Internationales. Fue un número que reprodujo muchas de las intervenciones que se habían producido el año anterior en un coloquio organizado por la Universidad de Nantes. La mía había versado sobre una República a la que se dejó casi sola frente a las intervenciones de las potencias fascistas. Entendía entonces, y sigo manteniendo hoy, que la afirmación de Camus contenía una buena dosis de verdad, aunque se tratase de una simplificación.

Otra cosa estriba en explicar las razones por las cuales tal hecho se produjo y cómo se produjo. A ellas he dedicado media docena de libros y, en la medida en que me ha sido posible, trabajado en los archivos públicos y privados en los países más relevantes para el tema: España, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Bélgica y Rusia. O cuyas colecciones documentales he utilizado: Estados Unidos, Portugal. Que quedaban cosas por saber lo demuestro en un libro que saldrá en estos próximos días.

Pensando que debía reutilizar aquella idea de Camus, preferí dejar por escrito mi agradecimiento al honor que se me concedía. En otras ocasiones he respondido sobre la marcha, pero de cara al acto pensé que era mejor preparar mis palabras. Así, pues, hice una exploración en profundidad por el mundo casi infinito de internet.

Pronto me di cuenta de que el tema no era tan simple. La fuente no solía indicarse y servidor no tiene la menor experiencia de crítico literario. A lo más que llegué fue a una referencia debida a un político francés y especialista muy distinguido en la obra camusiana: Roger Quilliot.  Este se remitió a un artículo del futuro Nóbel de Literatura que se habría publicado en el periódico Alger républicain el 28 de noviembre de 1938. En principio casaba. Para entonces la República española estaba contra las cuerdas, tras los desgraciados acuerdos de Munich de dos meses antes.

También reconozco no ser un experto en la obra y milagros de Camus ni saber demasiado de su trabajo como periodista en aquella publicación, en donde al parecer hizo de todo: desde chico de los recados al principio a comentarista habitual. Un amigo mío francés, a quien rápidamente envié un SOS, y gran hispanista, el profesor Jean-Marc Delaunay, que incluso vive al lado de la Biblioteca Nacional de Francia, me prestó ayuda. No tuvo que ir a visitarla. Lo hizo por internet y no encontró el artículo.

Me dio las referencias para buscar on line. Repasé los números del periódico de aquellos meses. Tampoco lo hallé (la experiencia me lleva, incidentalmente, a comparar el cuidado puesto por los franceses en perennizar obras frágiles como los periódicos, incluso los más panfletarios, con el retraso español a no poner en línea a, otro ejemplo, El Debate. Sería de una gran ayuda para los estudiosos de los años, tan controvertidos, entre 1931 y 1936. (No ignoro que muchísimos otros sí lo están y en casos similares, por ejemplo, El Socialista, Mundo Obrero, ABC, La Vanguardia, La Nación, pero no El Debate). Me pregunto si tendrá algo que ver con que un grupo confesional o paraconfesional ha empezado a publicar un periódico digital con la misma cabecera.

Para evitar tener que buscar en todos los números del periódico de Argel, cuando Camus ya escribía artículos en él, también cabe recurrir a un sitio de internet especializado en el futuro premio Nóbel. He recorrido desde principios de 1938 hasta el final de 1939. Tampoco he encontrado la menor referencia.

(Continuará)

En febrero de 2020, unas semanas antes de que se declarara la pandemia, tuve ocasión de atender a la petición del Instituto Cervantes de Argel de ir a dar una conferencia. La gestión la debo al embajador de España en Argelia, Fernando Morán, con quien me une una amistad de hace muchos años. Di la conferencia y aproveché la ocasión para visitar las ruinas romanas de Tipasa (patrimonio mundial de la humanidad desde 1982). A su lado, y contra el azul intenso del Mediterráneo, se levanta un pequeño obelisco que rememora a Albert Camus, nacido en Argel. Me traje varios recuerdos y, entre ellos, un disco duro en el que me reprodujeron algunas de las películas, francesas y de otros orígenes, más representativas de la guerra de Argelia.

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