Date un respiro, Yolanda

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Nativel Preciado

Si yo fuera asesora de Yolanda Díaz, cosa que ni soy ni pretendo, le diría que siguiese al pie de la letra sus propias y lúcidas consignas. La primera es no olvidar el gran reto colectivo de nuestro tiempo, que consiste en cuidar a las personas y cuidar el planeta. La segunda es poner en práctica su elogio al pensamiento lento, la reflexión y, en definitiva, la filosofía. Sigo con interés sus serenas intervenciones en las redes sociales, donde insiste en alabar la lentitud frente a la urgencia de la era digital. Estamos tan hartos de hacerlo todo con prisas, de esperar respuestas inmediatas, que se agradece, de vez en cuando, que las circunstancias nos obliguen a hacer una pausa y rebelarnos contra la tiranía del tiempo.

Haría bien la vicepresidenta segunda del Gobierno en tomarse un respiro mediático, sobre todo después de sus golpes de efecto. Los más recientes han sido tres. El primero, y más rotundo, su innegable habilidad negociadora al lograr el acuerdo entre la patronal, los sindicatos y el Gobierno para reformar la legislación laboral con el fin de recuperar derechos para los trabajadores. Poco antes, en noviembre, fue recibida al grito de “presidenta, presidenta” durante su encuentro en Valencia con Mónica Oltra, Ada Colau, Mónica García y Fátima Hamed. La decisión de acudir a dicha convocatoria reforzó su perfil de independencia respecto a la colación de Unidas Podemos. Y ya en este mes de diciembre, su exitosa audiencia con el Sumo Pontífice en el Vaticano potenció su liderazgo y atrajo la mirada de los sectores moderados. Durante cuarenta minutos intercambiaron ideas sobre un par de asuntos esenciales en su programa político: el trabajo decente y el cambio climático. Con enorme habilidad se hizo saber que el papa, en sintonía con la ministra, comparte hasta tal punto su visión sobre el mundo laboral que se interesó por las cifras de paro, la precariedad y las propuestas para combatirla, en definitiva, entró en los pormenores de la reforma laboral. Detalles que desataron la furia de una derecha impotente, al ver que sus dardos rebotaban contra la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, dirigente de Unidas Podemos en el Gobierno. Así que los aliados tradicionales de la Santa Sede se vieron en la necesidad de arremeter contra el papa Bergoglio por acoger, con visibles gestos de amabilidad, a una comunista en su despacho. Una operación mediática que le salió redonda. No es para menos que se sintiera “emocionada”, más aún al saber que otro excolega de su Gobierno fracasó en el intento.

Para desconcertar al adversario, tras estos golpes de audacia, no le vendría mal ejercitar la prudencia durante algún tiempo. Lo necesita, además, para emplearse a fondo en sacar adelante la reforma del mercado de trabajo, objetivo prioritario de su ministerio; su gran logro antes de terminar el año. Ya lo anticipó la foto en la que aparece, tan cercana y afable, amarrada del brazo del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi. Lograr un amplio acuerdo es un gran éxito que capitalizará todo el Gobierno, pero que acredita la gran habilidad política de la ministra de Trabajo: su capacidad y su esfuerzo por alejarse de posiciones radicales en aras del consenso. Y aprovechando esta excelente oportunidad, acaba de proclamar, una vez más, que solo le interesa el diálogo y las conversaciones serenas sobre los problemas de la ciudadanía.

Lejos de dar pistas sobre su posible candidatura a las próximas elecciones generales, dice que es el momento de olvidarse de estructuras, frentes o plataformas para pensar en cómo dar impulso a un país moderno, grande, europeo, en el que quepamos todos

En el año que comienza anuncia que lanzará el “proyecto escucha” para dar el protagonismo que la sociedad se merece. Lejos de dar pistas sobre su posible candidatura a las próximas elecciones generales, dice que es el momento de olvidarse de estructuras, frentes o plataformas para pensar en cómo dar impulso a un país moderno, grande, europeo, en el que quepamos todos, para el que se necesitan “todas las manos, las mentes y los corazones”. Su intención es distanciarse de las siglas, de los cargos, de la elaboración de las listas, en definitiva, del ensimismamiento y las batallas orgánicas que han desacreditado las formaciones políticas convencionales y han entregado a buena parte de sus votantes en brazos del populismo. Los que han convertido la política en un negocio se han quedado enganchados en la maquinaria interna y solo se ocupan de las labores de intendencia, de mantenimiento, de las maniobras al servicio de la estructura jerárquica.

Si Yolanda Díaz es capaz de prescindir de todo este lastre demuestra tener buen oído para captar la sensibilidad ciudadana. Estamos intoxicados de políticos zafios y necesitamos antídotos. Frente al exabrupto y la rabia, el éxito de Yolanda Díaz empieza por el gesto afectuoso y la sonrisa amable. Expresiones cordiales y gestos de empatía para sus antagonistas. Su imagen ha roto prejuicios. Da la impresión de que conoce bien sus fortalezas y oportunidades, pero no debe olvidar sus debilidades y amenazas. Aún le queda un largo camino por recorrer, pero todo depende de cómo maneje sus habilidades para convertir sus puntos débiles en ventajas frente a los retos de numerosos adversarios políticos que la tienen en el punto de mira y no le darán tregua. De momento, la balanza se inclina a su favor y las encuestas la respaldan. La más reciente del CIS la mantiene como la dirigente política más valorada. Solo un matiz: lo único que no favorece su estrategia es aventajar a Pedro Sánchez.

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Nativel Preciado es periodista, analista política y autora de más de veinte ensayos y novelas, galardonadas con algunos de los principales premios literarios.

Si yo fuera asesora de Yolanda Díaz, cosa que ni soy ni pretendo, le diría que siguiese al pie de la letra sus propias y lúcidas consignas. La primera es no olvidar el gran reto colectivo de nuestro tiempo, que consiste en cuidar a las personas y cuidar el planeta. La segunda es poner en práctica su elogio al pensamiento lento, la reflexión y, en definitiva, la filosofía. Sigo con interés sus serenas intervenciones en las redes sociales, donde insiste en alabar la lentitud frente a la urgencia de la era digital. Estamos tan hartos de hacerlo todo con prisas, de esperar respuestas inmediatas, que se agradece, de vez en cuando, que las circunstancias nos obliguen a hacer una pausa y rebelarnos contra la tiranía del tiempo.

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