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Luces Rojas

Una defensa del sorteo como herramienta democrática (más) representativa

“No le temo al sufragio universal. La gente votará como se le diga”Alexis de Tocqueville

El proceso de constitución de Podemos está siendo, para los politólogos, una interesante conjunción de fenómenos conocidos y de novedades apasionantes. Uno de los elementos más democráticos e innovadores apareció durante el debate entre propuestas organizativas, concretamente en la propuesta de Sumando Podemos.

La propuesta de composición del Consejo Ciudadano de Sumando Podemos proponía que 20 de las 99 personas que compondrían este órgano de control fuesen elegidas por sorteo entre un censo de voluntarios. Si, por sorteo: nada de elegir a los “mejores” o a los que más nos gustan (o por lo menos no en su totalidad). 20 de los miembros del Consejo serían personas elegidas al azar, no electas, no evaluadas por nuestro voto. Alea jacta est: las suertes (los dados) están echados, aunque no fuesen los romanos sino los griegos los que usaron ampliamente esta técnica democrática.

Para mucha gente, este aspecto de fortuna, de aleatoriedad, fue uno de los que menos agradaron de la propuesta de Pablo Echenique, Beatriz Gimeno, Lola Sánchez, Teresa Rodríguez y demás. Pero curiosamente, ese elemento fue de lo que más gustó entre nuestros compañeros del área de Ciencia Política de la Universidad de Salamanca.

1. El sorteo como herramienta democrática

Y es que tanto en la opinión pública (Antonio Quero, Javier Cercas, Francisco Sosa Wagner, Jorge San Miguel) como en la literatura académica hace ya tiempo que hay múltiples autores (empezando por Dahl, y siguiendo con Manin, Elster, Rancière, Chouard, Sutherland, Fishkin, Landemore, McCormick, Moreno Pestaña en España, entre muchos otros…) que plantean propuestas muy serias, desde la teoría hasta la práctica, sobre el sorteo como herramienta técnica para o bien eliminar oligarquías (¿castas?), o bien mejorar la representatividad de los representantes e, incluso, mejorar la toma de decisiones al fomentar una mayor diversidad cognitiva entre el conjunto de los representantes.

Como ha escrito uno de nosotros, Sebastián Linares, las ventajas del sorteo según la literatura se pueden resumir en tres, todas ellas ligadas al mismo hecho comprobable en la práctica, que las elecciones por votación tienen sesgos de selección que favorecen sistemáticamente a determinadas personas: determinadas profesiones (en España abogados y funcionarios), determinados estilos de actuación (racionalidad, pragmatismo, oportunismo, cinismo), determinadas clases sociales (medias y altas), determinados sexos (machos alfas), determinadas razas, religiones, orientaciones sexuales y un larguísimo etc. Y lo más importante, favorece la elección de aquellos que se someten, obedecen y/o forman parte de las oligarquías dominantes.

En resumen, según la literatura, la elección por votación sesga, sutil pero indefectiblemente, en detrimento de los grupos oprimidos, de la representatividad y la diversidad cognitiva, hasta tal punto que los griegos consideraban la elección por votación como, por definición, oligárquica.

Pero ¿cuáles son estas ventajas del sorteo? En primer lugar, la reducción de oligarquías y plutocracias. El poder llama al poder, de una manera similar a la que el dinero llama al dinero. Poder ser elegido, siquiera poder ser elegible, requiere apoyo claro de las oligarquías dominantes en su ámbito, como hemos podido ver en el proceso de elección del los órganos de dirección de Podemos, del PSOE, de UPyD o de IU: sin el apoyo del líder, la posibilidad de ser elegido para la ejecutiva o para un cargo público se reducen casi a cero. Cuando una oligarquía (“una casta”) se establece, se retroalimenta y solo entran los obedientes, los que dicen que sí que, a su vez, mantienen a sus valedores en el poder. Ejemplo de esto se puede ver en el PSOE actual, donde prácticamente toda la cúpula dirigente en los diferentes niveles son hombres de Pepe Blanco, en UPyD, donde discrepar acarreó la dimisión de Sosa Wagner o en Podemos, donde los y las críticas han sido absolutamente planchadas por Pablo Iglesias, que no acepta negociaciones ni consensos.

Además, la elección por votación no solo favorece a los miembros de la oligarquía, también favorece la plutocracia, a los que tienen dinero o contacto con el dinero, que influyen gracias a él a través de las carísimas campañas electorales: nada nuevo bajo el sol, sea en el EEUU de los super PACs o en la España de los diarios creados por constructores.

En segundo lugar, una mayor representatividad. Como hemos visto, el proceso de elección por votación tiende a sesgar o a favorecer a determinados perfiles y a barrer a las minorías. No es una sorpresa para cualquiera que haya analizado las élites parlamentarias que estas no son, en absoluto, un reflejo de la sociedad que representan: el término élites no es casual ni es irrelevante. La gran mayoría de los políticos, salvo excepciones, tienen perfiles sociodemográficos muy alejados del común de la gente. Esa distancia social no es irrelevante en la toma de decisiones: lo que para la gente de la calle puede ser muy importante, puede no serlo (o ni siquiera ser percibido) por sus señorías, que viven, incluso físicamente, en otros mundos, en otras clases sociales. Por ejemplo, la incapacidad de percibir la importancia y la gravedad de los desahucios, fue una muestra de lo que estos tipos de distancia social entre representantes y representados generan.

Así, un senado ciudadano (por ejemplo) elegido total o parcialmente por sorteo, sería, por lo que sabemos de estadística, más representativo sociológicamente que una cámara electa y, lo más importante, al ser mas representativo de la sociedad, sus decisiones, en teoría, atenderían en mayor medida a la voluntad general, al bien común, siempre que el sorteo vaya acompañado de incentivos apropiados (la división de la cámara en comisiones deliberativas, e instituciones de revocación de mandato para casos de corrupción o faltas éticas).

La elección por sorteo, por tanto, favorecería la entrada de minorías, en proporción casi exacta a su presencia social, en las cámaras. De repente, gran cantidad de colectivos tendrían más voz y sus intereses, mayor peso. La cámara sería, en efecto, más representativa de la sociedad.

En tercer lugar, y es este uno de los argumentos más interesantes, articulado por Hélène Landemore, la elección por sorteo mejora la toma de decisiones debido a que amplía la diversidad cognitiva, la colección de herramientas conceptuales, de heurísticos, de especializaciones que, agregados, pueden llegar a mejores soluciones que un grupo igual de numeroso con una competencia general superior pero menos diversa. O, dicho de otra manera, tener gente con diferentes puntos de vista y que conoce diferentes aspectos de los problemas, permite generar soluciones con mayor información y con mejores resultados que un grupo de abogados o de funcionarios, que tienen herramientas conceptuales comunes y, por tanto, no van a proponer más que una sola solución o variantes de la misma.

En resumen, el sorteo, en solitario o como herramienta mixta, podría matizar o reducir enormemente ese sesgo que lleva a menor representatividad, menor diversidad cognitiva y más oligarquías.

2. La plancha vertical

El día 27 de noviembre los ciudadanos inscritos en Podemos votaron el modelo organizativo del partido, que de ahora en adelante va a regir la toma de decisiones más importantes dentro del mismo (como la de escoger candidatos, definir el programa electoral, entre otras cuestiones). En esa oportunidad resultó decepcionante, para muchos de nosotros, ver cómo Pablo Iglesias defendió un modelo organizativo de perfil más bien jerárquico y tradicional.

En efecto, el modelo organizativo propuesto por el líder de Podemos, que finalmente salió victorioso con más del 80% de los votos, incluye listas abiertas para la selección (vía votaciones telemáticas on-line) del Consejo Ciudadano, un único secretario general, un comité de coordinación (seleccionado por el Consejo Ciudadano a propuesta del secretario) y un sistema de revocatorios de mandatos e iniciativas ciudadanas muy difícil de activar en la práctica.

La propuesta adversaria perdedora, liderada por Pablo Echenique, en cambio, defendió una asamblea ciudadana con un 20% de los cargos sorteados y el resto escogido vía telemática por un sistema de voto preferente (Voto Único Transferible), tres portavoces (en vez de uno), y un consejo de coordinación escogido directamente por la asamblea. Por su parte, el modelo de Echenique presentaba porcentajes más bajos y realistas para activar iniciativas de base y plantear revocatorios para los cargos (además de un mecanismo de seguridad por el cual tan solo un 1% de las bases más el 1/3 del consejo ciudadano pueden tramitar cualquier iniciativa para llevarla a fase de consulta vinculante).

Durante el proceso de votación, Pablo Iglesias cuestionó públicamente el sorteo de cargos propuesto por Echenique, calificándolo de un “error”, y defendió su modelo más vertical alegando que “necesitamos una organización eficaz si queremos ganar las elecciones”. Asimismo, sostuvo que “el cometido es ganar las elecciones con las reglas [de organización de partidos] que ellos pusieron”.

Es muy curioso que se hable de “vocación radicalmente democratizadora” cuando, a nuestro juicio, aprovechando la palanca mediática, se está intentando justificar el control vertical en la estructura desde arriba por parte del Secretario General en aras de la eficacia. Este criterio justificaría los tintes poco democráticos de Claro que Podemos respecto a Sumando Podemos. Sin embargo, se usa por otro lado, discursivamente, la noción de “democracia radical”. Será que suena bonito decirlo, simplemente. Lo cierto es que es discordante esgrimir principios de democracia radical al tiempo que se defiende una estructura verticalizada en aras de la eficacia y se critica una propuesta, precisamente, por una de sus herramientas más democráticas.

En la votación de los órganos de dirección han participado 107.488 personas de un total de 257.000 inscritos, un 41,5% y ya algunos menos en términos absolutos que en la votación del modelo de partido, en la que votaron 112.070 personas de las más de 200.000 que componían el listado de inscritos en dicho momento.

Eso significa que en el momento más candente, ya superado, votaron cerca del 56% de los inscritos. Asumamos que en futuras votaciones la participación esté en el 50%. Ello implicaría que el porcentaje del 20% para el revocatorio (tal como estipula Claro Que Podemos) necesitará, en realidad, del 40% de los inscritos. Si 20% ya era prohibitivo, imaginad el 40%. Y eso asumiendo que seguirán participando el 50%, algo que ya en la última votación no ha sucedido. De modo que si los inscritos activos no son 50% si no el 25% eso significará que para convocar un revocatorio se necesitará del 80% de los activos... Tan solo para detonarlo: fantasía total. Y aunque se consiguiera, creo que es obvio que sería imposible aprobarlo.

Mismo tipo de razonamiento para la consulta ciudadana del 10%: con el 50% de inscritos activos, ese 10% se convierte en un 20% de los activos (lo cual ya lo vuelve muy muy difícil), mientras que con el 25% de los inscritos activos, se convierte, de facto, en un 40%, lo cual ya lo convierte en imposible.

¿Se entiende ahora por qué estamos diciendo que los mecanismos de democracia directa de Claro que Podemos son de cartón piedra? ¿Quién está demostrando pensar mejor la democracia, cuanto menos a nivel procedimental y orgánico? Y. ¿quién está diseñando una maquinaria de guerra, una organización obediente y vertical, eficaz? Parece que hay quien no cree en la democracia y juega a maquillarla, cuando sería más honesto decir que se desea un aparato no democrático por aquello de la eficacia y tal, simplemente.

3. Conclusiones

Pablo Iglesias no es un ciudadano común: tiene una educación superior a la del común de la gente y cuenta con un acceso privilegiado a foros de comunicación de masas. No obstante, se presenta como una persona “mediana”, que debe todos sus logros a su esfuerzo personal, y una de sus banderas de lucha es la de democratizar el sistema político actual, en el que las decisiones son tomadas por “expertos” o “profesionales de la política”. Se trata, por sobre toda las cosas, de “devolver” la voz y el voto a la ciudadanía común (“Basta ya de que nos gobierne la casta”, “no queremos tener más tutores”, “venimos a cambiar la forma de hacer política, para dar paso a una en la que los ciudadanos cuenten”).

Muchos de nosotros compartimos, con Iglesias, esa aspiración democrática, y cuestionamos el actual sistema político español que, o bien sustrae cuestiones políticas fundamentales de la agenda democrática, o bien deja la mayoría de las grandes decisiones en manos de los líderes democráticos de los partidos políticos tradicionales. Para nosotros, igual que para Iglesias, el régimen español es democrático pero con fuertes componentes elitistas. Es un régimen en el que la participación ciudadana en pie de igualdad tiene un papel marginal: votar por representantes en las elecciones cada cuatro años.

Y es precisamente porque compartimos esa aspiración democrática enunciada por Iglesias que no podemos por menos que criticar, desde la ciencia política, la opción de organización elegida y sus reiteradas críticas al sorteo, una herramienta con enorme capacidad de matizar o eliminar las castas en las organizaciones o en la política.

En resumen, tenemos la triste sensación de que Podemos pudo ser, pudo apostar por una innovación verdaderamente democrática. Pero en persecución del poder y en detrimento de su propio discurso, apostó por un modelo altamente vertical, oligárquico, propenso a las castas, el modelo que el propio Podemos critica con ferocidad. Es, sencillamente, una oportunidad perdida para la democracia, pues es en los momentos de cambio cuando las innovaciones institucionales pueden surgir. Podemos podrá ganar las elecciones, no cabe duda, pero su carácter innovadoramente democrático se ha visto muy laminado tras esta cesión a los modelos organizativos verticales clásicos.

Parece que ante la tentación del anillo de poder, a diferencia de Galadriel, Iglesias no pasó la prueba y en el sitio del señor oscuro se instalará un reina. O mejor dicho, un rey con coleta.

Es, sin duda, una lástima. 

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Sebastián Linares es Profesor Ayudante Doctor en el Área de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Salamanca. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca y Licenciado en Derecho por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). Es autor de diversas publicaciones relacionadas con el Poder Judicial, como La (i)legitimidad democrática del control judicial de las leyes (Marcial Pons, 2008)

Ignacio Paredero Huerta es sociólogo, politólogo y becario FPU en la Universidad de Salamanca, donde imparte docencia. Su tesis se centra en las divisiones sociopolíticas Norte-Sur-Este en la Unión Europea, para la cual ha realizado una estancia de investigación en el Parlamento Europeo 

  

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