El 8 de marzo, el día en que todo el mundo se vuelca en mostrar, bajo el pomposo nombre de Día de la Mujer, como si los demás días no lo fueran, la discriminación que sufre la mujer por razón de su sexo, es un momento tan bueno como cualquier otro para analizar el papel que la mujer tiene en nuestras Fuerzas Armadas.
El camino legislativo de la incorporación de la mujer a las FAS ha sido largo y tortuoso. Tuvieron que pasar diez años desde la aprobación de la Constitución para que en 1988 se regulara la incorporación parcial de la mujer a las FAS. Su presencia sólo se permitía en los cuerpos y escalas "técnicos" de cada ejército, los que más tarde se unificarían como Cuerpos Comunes, pero no en las Armas del Ejército de Tierra ni en los Cuerpos Generales o de Especialistas de la Armada o el Ejército del Aire. El siguiente paso se daría en 1992, fecha en que se permitió el acceso de la mujer a todos los destinos salvo los de tipo táctico u operativo en la Legión, operaciones especiales, paracaidistas y cazadores paracaidistas.
No sería hasta el año 2000 cuando se obtiene la plena integración “en un plano de igualdad con los sistemas de incorporación de los hombres”. Sólo una cosa ha sido positiva en este larguísimo proceso de 22 años desde la aprobación de la Constitución que nos hacía a todos iguales ante la ley: nunca se crearon cuerpos especiales “femeninos”. La incorporación, si bien paulatina, ha sido a los cuerpos y escalas del Ejército sin atender al género de los aspirantes.
La incorporación de la mujer al Ejército español en pie de igualdad coincidió en el año 2000 con la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que trataba de la figura de la mujer en los conflictos y le asignaba un papel activo, y no meramente de víctima, propiciando su presencia en la toma de decisiones en los procesos de paz, en los cuerpos militares y de todo tipo de intervinientes en el conflicto, bien es cierto que todo ello en el marco de una protección especial de la mujer que sin duda necesita en los conflictos armados.
Pero esa igualdad “activa” en España es ficticia y además ha sufrido un espectacular frenazo en los últimos años. Las perspectivas más halagüeñas preveían la posibilidad de que una mujer alcanzara el empleo de general de brigada en 2015. Tres años más tarde, el empleo más alto alcanzado por una mujer es el de coronel en octubre de 2015 (la coronel Dª Patricia Ortega García, de cuyo ascenso se hicieron eco numerosos medios de comunicación), la única mujer entre los 1.060 coroneles previstos para 2017 en el Real Decreto 283/2017 en el que se fijan las plantillas reglamentarias de oficiales para el periodo 2017-2021.
Según el informe de diciembre de 2017 del Observatorio Militar para la Igualdad (OMI), entre los oficiales las mujeres son un 8,6%, mientras que entre la tropa y marinería el porcentaje es del 16,6%. Más sangrante aún es el porcentaje entre los suboficiales: un 4,9%. Es más, si bien el porcentaje total de mujeres en el Ejército es del 12,7% en 2017, es en los Cuerpos Comunes (Sanidad, Jurídico e Intervención) en los que se alcanza una mayor proporción de mujeres, un 25,8%. Podría ser lógico ya que las mujeres tuvieron vedado el acceso a todos los cuerpos y empleos del Ejército hasta el año 2000, pero eso no deja de poner de manifiesto el papel escasamente relevante de la mujer en puestos operativos y tácticos. Los tres ejércitos mantienen un porcentaje muy similar de mujeres (11,8% en Tierra, 12,9% en la Armada y 13,8% en el Aire), muy lejos de los porcentajes en los Cuerpos Comunes. Se da la circunstancia de que entre los funcionarios civiles adscritos son mayoría las mujeres (57,8%), aunque entre el personal laboral siguen siendo una minoría (36,6%).
Si atendemos a los empleos temporales o permanentes en tropa y marinería, el asunto es aún más desconsolador. En el Ejército de Tierra sólo un 10,1% de los permanentes son mujeres. En la Armada bajan a un 6,6% y en el Aire están en un modesto 7,6%.
Siendo preocupante esta situación, no lo es menos el hecho que desde 2006 se aprecia un estancamiento en la incorporación de la mujer al Ejército. En los 11 últimos años, apenas ha crecido su presencia en un 0,7%. No deja de ser curioso que coincida el frenazo en la incorporación de la mujer a las FAS con la crisis brutal que ha azotado nuestro país y se ha llevado por delante negocios y empleos en la vida civil.
Esta situación se produce también en la OTAN. Nuestro país tiene unas mejores tasas de incorporación de la mujer al Ejército, ya que en la OTAN el porcentaje medio de mujeres en los ejércitos de los países integrantes de la Alianza es del 10,9%, pero se aprecia el mismo estancamiento y el mismo crecimiento casi vegetativo desde 2006, del 10,2% al 10,9%, un 0,7%.
En la comparativa con los países de la OTAN nuestra posición es así mismo mejor que muchos de los grandes países. Tan sólo EEUU (15,9%), Grecia (15,4%) y Francia (15%) de entre los países de nuestro entorno están mejor que nosotros. Alemania se nos acerca (11,3%) pero dejamos a gran distancia a Portugal (10,7%) Noruega (10,7%), Reino Unido (10,1%) y así hasta Italia (4,3%). Pobre consuelo, aunque consuelo al fin.
Estos datos sin duda ponen de manifiesto que el empleo militar sigue siendo, en todo el mundo, cosa de hombres. De hecho se festejan destinos como el de la capitán Rosa María García-Malea, que tras diez años como piloto de combate del Ejército del Aire español ha pasado a formar parte de la Patrulla Águila, la más selecta de nuestras patrullas aéreas, compuesta por el jefe de la patrulla y siete pilotos titulares, más los de reserva.
Sólo dos mujeres (tenientes coroneles) tienen mando operativo, aunque según el citado informe del OMI hay 133 tenientes coroneles y 2 capitanes de fragata femeninos de los 3.206 puestos para estos empleos que se prevén en el citado RD 283/2017. De nuevo un porcentaje desalentador.
Ver másLas Fuerzas Armadas registran más de 60 denuncias por acoso sexual en los dos últimos años
A todos estos datos debemos añadir la situación de la mujer en las FAS como objeto de acoso sexual y por razón de sexo. En un reciente artículo que AUME publica en la web de EUROMIL se hace un repaso a la situación de la mujer en las FAS con respecto al tratamiento del acoso, y señala que el reciente Protocolo frente al acoso sexual y por razón de sexo con ser un paso adelante indudable, presenta aún muchas carencias.
Y eso sin contar con que las relaciones de dominación son mucho más sencillas en ambientes donde rige la disciplina. Muchas mujeres aguantan acoso sin denunciarlo por cuanto supone de duro pasar por el proceso (basta recordar el tristemente famoso caso Antequera comentado el 6 de febrero de este año en este mismo blog por Mariano Casado) y por las consecuencias que puede tener para su carrera, con el ejemplo de la comandante Zaida Cantera también muy conocido.
Las FAS de nuestro país (y en todos los países del mundo si atendemos a los datos facilitados por la OTAN) son un ejemplo de que no todo se reduce a tener el mismo sueldo ante las mismas tareas. Hay otras cuestiones muy importantes, ente ellas que a las personas se les juzgue por sus capacidades y no por el color de su piel, por su sexo o por su orientación sexual. Lamentablemente falta muchísimo trecho para que alcancemos una auténtica igualdad de oportunidades y de derechos plenas entre mujeres y hombres en las FAS, como en todos los órdenes de la sociedad. Y es labor de todos, mujeres y hombres, luchar por alcanzarla.
El 8 de marzo, el día en que todo el mundo se vuelca en mostrar, bajo el pomposo nombre de Día de la Mujer, como si los demás días no lo fueran, la discriminación que sufre la mujer por razón de su sexo, es un momento tan bueno como cualquier otro para analizar el papel que la mujer tiene en nuestras Fuerzas Armadas.