El poeta Mahmud Darwish escribió que el conflicto israelo-palestino se libra sobre todo en la memoria. Unos quieren borrar; otros, que no se olvide. Es una batalla que se multiplica en las palabras, el campo en el que se define la realidad.
Es difícil mantener la equidistancia donde reinan las emociones, la de los protagonistas y la de los que observan. Para los muy pro-palestinos, Israel no existe; nunca se menciona su nombre. Solo hablan de Palestina, como si aún existiese el mandato británico. Para los muy pro-israelíes, la matanza del lunes —55 palestinos muertos, incluidos seis niños, 2.771 personas heridas, 1.359 de ellas por munición real— es culpa de Hamás (o de Irán, ya puestos) que “manipuló a la gente”, y no de los soldados israelíes que dispararon a matar sobre manifestantes desarmados.
Para los muy pro-israelíes, el movimiento Hamás es terrorista. También lo es para EEUU y la UE. Pesa su historial de atentados en Israel, a menudo contra civiles. Aunque en el contexto actual sería un grupo moderado desde el punto de vista religioso, si se le compara con Al Qaeda o el ISIS. Para los palestinos es un movimiento de liberación, el único, junto a Yihad Islámica, que mantiene la lucha armada. Dejar las armas y reconocer la existencia de Israel debería ser la consecuencia de un acuerdo de paz, no la precondición para iniciar conversaciones.
Las palabras son importantes, como sucede en la crisis catalana. Hay una tendencia a la exageración como si en lo superlativo estuviera la razón. Un ejemplo: el ex periodista estadounidense David Simon, hoy guionista de éxito (es el creador de la serie The Wire, entre otras), denunció este titular del The New York Times en el que dice que decenas de palestinos “habían muerto” mientras EEUU abría su embajada. ¿Fue por enfermedad, infarto, tristeza súbita? Ni rastro de la existencia de disparos porque sin balas no hay que hablar de los tiradores.
Otros periodistas (y políticos de izquierda) califican lo ocurrido de asesinato. Algunos incluso hablan de genocidio. Existen palabras para expresar lo sucedido sin condicionar al lector. Adjetivar suele ser una manera poco encubierta de opinar y eso, a mi entender, resta credibilidad al relato.
Cuando la realidad es tan cruda como la vivida en Gaza quizá baste con describir lo que sucede. El periodista José Comas decía que los adjetivos los pone el lector. Cuando esto es así, el mensaje resulta más efectivo. Un ejemplo sería este titular de la ONG Save the Children: “Más de 250 niños tiroteados con fuego real en Gaza mientras crecen las protestas”. Llama la atención, informa, no predispone
Existen tres delitos mayores de teórica persecución universal y que no prescriben: crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio. Son equiparables en su gravedad. En el caso palestino, cualquier tribunal internacional que investigara judicialmente el caso podría encontrar abundantes pruebas de los dos primeros y argumentos para sostener el tercero. Siempre es mejor que sean los jueces y los fiscales los que califiquen los hechos. Sucede los mismo con la adjetivación de terrorista. ¿Somos los periodistas los encargados de repartir etiquetas de parte o debemos limitarnos a contar lo que pasa dentro de un contexto determinado?
En Oriente Medio, el contexto es pro-palestino. Son las víctimas, y más hoy que carecen de apoyos. En toda guerra hay víctimas entre los verdugos y verdugos entre las víctimas.
Las palabras. Cada equis matanzas de palestinos alguien siente la necesidad de decir que es necesario reactivar el proceso de paz. ¿Qué proceso si todo está muerto desde el asesinato de Isaac Rabin, desde que Netanyahu enterró los Acuerdos de Oslo? Todo es una gran pantomima. Incluso cuando Israel sintió la necesidad de negociar con la OLP de Yasir Arafat no se detuvo el proceso colonizador de Cisjordania. En él busca tres objetivos: el control del agua, el control de las frontera con Jordania y hacer inviable cualquier futuro Estado palestino.
Hay una tendencia a confundir los judíos con los israelíes y la política del Gobierno con Israel. El rabino Latz escribió lo siguiente en su cuenta de Twitter: “Soy un rabino, quiero a Israel, condeno sin reservas la carnicería de Gaza. Puedes confrontar las políticas del Gobierno de Israel sin ser antisemita”.
Otra vez más palabras, anti-semita. Los palestinos también son semitas. ¿Sería antisemita matarlos?
La Administración Trump defiende que el traslado de su embajada de Tel Aviv a Jerusalén es parte del proceso de paz. ¿Qué proceso? Incluso han llegado a decir que EEUU tiene un plan que someterá a las partes. Israel es el país que más ha incumplido las resoluciones del Consejo de Seguridad, sin contar con las que se quedaron en el camino ante el veto estadounidense. Este fervor por Israel no existía en 1948, en la creación, pues se consideraba que Ben Gurion era un tipo próximo a la URSS.
Nikki Haley, embajadora de EEUU ante la ONU se marchó esta semana del Consejo de Seguridad cuando comenzó a hablar el representante palestino. ¿También es un terrorista que no merece ser escuchado? EEUU bloquea la petición de una investigación independiente. No lo ha pedido Irán, sino la primera ministra británica, Theresa May. Israel está acostumbrado a ser el malo de la película protegido por el poderío militar de EEUU y a Trump le encanta ser el protagonista de la película, sea comedia, drama o thriller. Israel se siente seguro protegido por EEUU.
El ex director de la CIA con Obama, John Brennan afirma en su cuenta de Twitter que con el cambio de embajada “Trump destruyó el rol de pacificador de los Estados Unidos”. También dice que “la nueva generación de israelíes / palestinos necesita aislar a los extremistas para encontrar el camino a la paz”. El problema es que los extremistas están en el poder en Tel Aviv y Washington.
El cambio de embajada podría haber sido el caramelo para llevar a Netanyahu a firmar algún tipo de acuerdo con los palestinos. ¿Sigue vigente Annapolis cuando EEUU (Bush) se comprometió a crear un Estado palestino? Un fino analista español que siempre se equivoca dijo que Annapolis era el mayor paso hacia la paz. Los dos Estados es la única solución desde que se aprobó la resolución 181.
Después de miles de muertos, seguimos en el mismo punto: la única solución son dos Estados, pero el mapa de ocupación lo impide.
Mapa de Palestina-Israel desde antes de 1946 a un futuro 2020.
Cada vez que alguien publica este tipo de información se arriesga a una campaña de la Hasbará. Veremos.
El objetivo último, aún no declarado por Netanyahu, pero sí por alguno de sus ministros, es la anexión de Cisjordania. No de toda, solo del 80%; el resto serviría para concentrar a los más de tres millones de palestinos. Sería una segunda cárcel, como Gaza. El plan sería hacerles la vida imposible para que se vayan. Hemos pasado de la Paz por Territorios de la Conferencia de Madrid en 1991 a Territorios sin personas.
Posibles lecturas de fondo (en varios idiomas)
–La historia de los judíos de Paul Johnson (Zeta Bolsillo).
–Les Palestinens, un peuple (Points) de Xavier Baron.
–Las tribus de Israel (RBA), de Ana Carbajosa.
–A tumba abierta (Icaira) de Michel Warschawski.
–La limpieza ética de Palestina (Critica) por Ilan Pappé.
(Un ejemplo de esta ‘limpieza’: la matanza de Deir Yassin. Después bastó con que las unidades judías llegaran a las aldeas palestinas y decir: “Recordad Deir Yassin” para que la gente se marchara).
–La invención del pueblo judío (AKAL) de Shlomo Sand.
–From Beirut to Jerusalén de Thomas Friedman (Anchor Books).
–The cuestión of Palestina (Penguin Random House), de Edward Said.
–Entre muros (Galaxia Gutenberg) de Sylvain Cypel.
–Los orígenes de la Inquisición en España del siglo XV (Critica) por Benzion Netanyahu (padre del actual primer ministro y miembro del grupo de los sionistas revisionistas).
–Apartheid 2020. Retales de Palestina (Bósforo Libro) de Fernando Sancho y Sergio Pérez. Aquí más información.
Ver másIsrael dispara contra barcas palestinas que buscaban romper simbólicamente el bloqueo de Gaza
–Y puestos a hablar del comic como herramienta narrativa, Joe Sacco: Palestina (Novela gráfica) de Planeta Comic, y Notas al pie de Gaza (Reservoir Gráfica).
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