En breves días comenzará en España un nuevo curso escolar que, en esta ocasión, se presenta profundamente anómalo, pues tras casi cincuenta años de democracia, en los centros educativos se va a hacer palpable la presión ideológica procedente de los sectores de la extrema derecha que, como consecuencia de las pasadas elecciones municipales y autonómicas, han entrado a parasitar, desvirtuar y destruir desde dentro las instituciones democráticas. Son muchas las comunidades autónomas de nuestro país en las que la extrema derecha va a intentar imponer su ideología totalitaria y anticientífica frente a los valores constitucionales que han imperado en la escuela desde la caída de la dictadura. La escuela es uno de los lugares donde la democracia está en peligro.
Es el momento de que el profesorado democrático se dé la mano con decisión y que decidamos que si tocan a una de nosotras, a uno de nosotros, nos están tocando a todos
Como siempre ha hecho, como ya hizo hace cien años exactamente, bien fuera bajo su forma nazi en Alemania o fascista en Italia, la extrema derecha utiliza el lenguaje de la democracia para acabar con ella. Y así, en nuestro país, podemos escuchar a los herederos del franquismo, aquellos que pidieron el voto negativo contra la Constitución, apelar a la Constitución y sus garantías democráticas para, precisamente, atacar a la democracia y utilizar la libertad de expresión para promover discursos sectarios y cargados de odio que hacen del discrepante un enemigo que hay que eliminar.
La estrategia de la extrema derecha es semejante en todas partes. Acusar a la escuela pública de imponer un discurso ideológico y proponerse como garantes de una enseñanza sin carga ideológica. Nos encontramos, de este modo, con una verdad a medias y con una mentira completa. La verdad a medias es la que acusa a la Escuela de imponer un modelo ideológico. Hay que conceder que la educación, toda educación, tiene una carga ideológica, porque transmite valores. Postular la igualdad entre hombres y mujeres es, cierto, un planteamiento ideológico, lo mismo que lo es defender la superioridad de una raza sobre otra; defender el diálogo, la democracia, la libertad de elección es, también, una posición ideológica, como también lo es ensalzar el totalitarismo, negar el holocausto o intentar imponer las propias ideas a los demás. Hemos de asumir que sí, que la escuela de la democracia española es una escuela ideológica que defiende la ideología de la democracia, de la convivencia, del diálogo, del respeto, de la igualdad. Como exige la Constritución. Pero, y ahí viene la mentira que intentan colarnos los neonazis que se han colado en nuestras instituciones, lo que pretende la extrema derecha no es una enseñanza sin ideología, cosa, como decíamos, imposible, sino acabar con la ideología democrática para imponer su ideología totalitaria, sectaria y represora.
En Aragón, por ejemplo, el vergonzoso pacto entre el PP y Vox habla de reforzar el papel de la inspección educativa para, dicen, evitar los discursos ideológicos en las aulas. Lo que traducido quiere decir que se pretende utilizar a la inspección educativa y a las direcciones de los centros para reprimir la ideología democrática e intentar llevar a las aulas los planteamientos totalitarios de quienes, otra vez, pretenden acabar con la democracia en nuestro país. Esperemos que esa inspección y esas direcciones de centros sepan que su lealtad debe estar del lado de la Constitución democrática y no de quienes, disimulando sus verdaderas intenciones, pretenden retrotraernos a lo más negro de nuestra historia.
Nos encontramos, sin duda, ante una situación de extrema gravedad. Vemos cómo, por todas partes, los neonazis de turno prohíben películas, obras de teatro, conciertos. Es evidente que en este curso se van a multiplicar los casos de acoso a docentes por explicar cosas que, en cualquier sociedad democrática, ya son de sentido común. Porque la ideología, cuando se asienta, se convierte en el sentido común de una sociedad. Y la España moderna, la que no se agarra los huevos en un palco para celebrar un título, la que sabe que las vacunas son necesarias para prevenir enfermedades, la que hace siglos que es consciente de que la Tierra no es plana, la que sabe que el machismo puede llegar a matar, ha hecho de todo eso su sentido común. Desde lo más profundo de la caverna, aunque la caverna ahora se sitúe en nuestras instituciones, van a venir a amenazar al profesorado, a amedrentarle, con la complicidad, claro está, de un porcentaje de padres, madres y docentes que han votado por el odio y la incultura. Por eso es el momento de que el profesorado democrático se dé la mano con decisión y que decidamos que si tocan a una de nosotras, a uno de nosotros, nos están tocando a todos. No podemos permitir la soledad de los agredidos por la barbarie, han de saber, hemos de saber, que tenemos de nuestro lado toda la solidaridad democrática que exige la lucha contra el totalitarismo.
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Juan Manuel Aragüés Estragués es profesor de la Universidad de Zaragoza.
En breves días comenzará en España un nuevo curso escolar que, en esta ocasión, se presenta profundamente anómalo, pues tras casi cincuenta años de democracia, en los centros educativos se va a hacer palpable la presión ideológica procedente de los sectores de la extrema derecha que, como consecuencia de las pasadas elecciones municipales y autonómicas, han entrado a parasitar, desvirtuar y destruir desde dentro las instituciones democráticas. Son muchas las comunidades autónomas de nuestro país en las que la extrema derecha va a intentar imponer su ideología totalitaria y anticientífica frente a los valores constitucionales que han imperado en la escuela desde la caída de la dictadura. La escuela es uno de los lugares donde la democracia está en peligro.