La encrucijada del cambio tecnológico y la digitalización en el sur del sur

Jorge Carlos Lebrón Sereno, Marcial Sánchez Mosquera

El objetivo de toda sociedad bien conformada debe ser que sus ciudadanos tengan las mayores posibilidades de progreso tanto en su vida personal como profesional, y esto tiene una relación directa con la calidad de su estructura económica y ocupacional. Los cambios abruptos que nos están sacudiendo no se deben a la pandemia del coronavirus, estaban ya en marcha, pero sí se han acelerado. La denominada cuarta revolución tecnológica está generando el efecto creación/destrucción de negocios y puestos de trabajo que ha caracterizado todos los cambios de paradigma tecnológico desde hace 250 años.

Hay que tener claro que la falta de acceso a la sociedad digital, los medios o la formación genera desigualdad, de la misma manera que lo hace no disponer de buena sanidad, trabajo decente o vivienda de calidad, lastrando no solo a las personas, sino afectando también a los territorios, dejándolos a merced de una realidad con limitadas perspectivas.

Buena parte de las regiones menos avanzadas de Europa se encuentran en los países del sur, y están ubicadas precisamente en el sur de estos. El sur del sur de Europa se define por una menor capacidad de inversión, lo que le hace competir históricamente recurriendo a otros factores como la reducción de costes y, sobre todo, los costes laborales. De este modo, la “necesidad” de implementación tecnológica se posterga desembocando en círculos tecnológicos y desarrollos viciosos. La experiencia histórica, por tanto, debería ponernos ya en sobre aviso ante la nueva encrucijada de transformación tecnológica.

No cabe, por tanto, ser ingenuos. Dependemos de la trayectoria histórica seguida hasta aquí. En la década de 1980, las nacientes nuevas tecnologías de la información y la comunicación mejoraron nuestra vida. Pero no revirtieron el atraso relativo que aquejaba a Andalucía con respecto a la media española ni a la media europea. Estructuralmente, nuestra economía confirmó su posición periférica y subalterna y su incapacidad para generar suficiente empleo y de calidad. Por tanto, cabe sospechar que, si no se hace un esfuerzo concienzudo y coordinado entre los agentes públicos y privados, esta nueva actualización tecnológica venga a “modernizar” una estructura que impida el desarrollo y el avance de la igualdad. Desde la década de 1990, las segundas, terceras y ulteriores modernizaciones de los gobiernos socialistas en Andalucía fueron inoperantes para mejorar su estructura productiva, empresarial y ocupacional. El actual gobierno de derecha, centrado en atraer inversión foránea, desprecia cualquier planteamiento de desarrollo endógeno. Esta actitud dificultará, sin duda, la necesaria reorientación del tejido productivo andaluz. Pero es absolutamente necesario que esta reorientación productiva se aborde en paralelo a la implementación digital.

Existe una especie de trilema en el proceso de trasformación digital, donde tres factores son necesarios, interconectados, para poder finalizar el proceso con éxito. Las infraestructuras, que son relativamente buenas en nuestro país; la accesibilidad a los medios, relacionadas con las posibilidades económicas para poder disponer de los medios tecnológicos (la capacidad inversora de las empresas), y la formación (de nuevo la inversión empresarial). En el segundo y el tercero, particularmente este último, son donde mayores problemas, debilidades y desafíos se plantean. No solo por las carencias de competencias digitales, sino también por los déficit educativos y competenciales previos derivados del alto índice de fracaso escolar, sobre todo en Andalucía. Esa dependencia de la trayectoria previa lastra la implementación de nuevas competencias digitales en aquellas personas que carecen de la formación básica. No se genera conocimiento sobre el vacío sino sobre bases intelectuales y competenciales bien asentadas. Esta arista del trilema es quizás la que más nos urge mejorar y por desgracia la que requiere más tiempo de implementación, por lo que partimos de una posición desfavorable, y serán necesarios más recursos y cambios institucionales para su implementación óptima. Cambios que no podemos ignorar ni postergar más tiempo.

Para reconocer los problemas e insuficiencias previas, para lograr un diagnóstico compartido que permita una posterior actuación eficiente, es absolutamente necesaria la coordinación entre agentes públicos y privados, administraciones, asociaciones de empresarios, sindicatos y todo el tejido socio-económico, que tenga una perspectiva de lo laboral como elemento de cohesión social e inclusión. Pero la sensación de que aquí está funcionando un ejército con mil capitanes cada vez pesa más sobre el desarrollo de planes coordinados.

Una reciente iniciativa de CCOO de Sevilla y de la universidad de Sevilla ha explorado esta realidad en esta provincia andaluza, y pudo constatar, en principio, la debilidad relativa de la estructura productiva de la provincia, que la hace más vulnerable ante cualquier crisis y ofrece, en el mismo sentido, oportunidades de desarrollo mucho más limitadas a su ciudadanía. Una estructura que se resume en un sector industrial más reducido que la media española, que a su vez lo es más que la europea, y unos servicios de bajo valor añadido y evidentes problemas de productividad. La actual crisis sanitaria y económica ha demostrado hasta qué punto es importante para el desarrollo la dotación industrial de los territorios.

En cuanto a la digitalización, pese a la intervención homogeneizadora de la Diputación Provincial de Sevilla, no existe una coordinación local solvente que permita un desarrollo equilibrado y ágil de la administración electrónica. Como consecuencia, las diferencias entre municipios son más que notables, coexistiendo el éxito con la falta de rumbo claro y la inoperancia de gestión.

Si la coordinación no se ha producido en el seno de la administración pública, no encontramos mejores resultados entre el sector público y privado, ni en el sector privado en sí. La búsqueda de soluciones individuales carentes en muchos casos de referentes o experiencias previas están sembrando de incertidumbres y frustración la implementación digital. Esto es muy notable en el comercio electrónico. ¿Es concebible que la carnicera o el pescadero de su barrio, donde le gusta comprar porque los conoce y confía en ellos, puedan o deban estar actualizando la página web de su negocio cuando llegan a casa después de muchas horas de jornada laboral? Es evidente que no, y no existen ni por asomo propuestas de carácter local ni provincial que permitan el mínimo indispensable para el desarrollo real y competitivo hoy de este tipo de comercio, y con unas expectativas supralocales que permitan competir con unas pasarelas de compras o unos market place unificados contra plataformas del tipo Amazon, que de continuar esta senda seguirán ampliando su negocio mientras el comercio local languidece.

La oferta de trabajo adolece también de importantes carencias formativas, estableciéndose un círculo vicioso entre los trabajos demandados por una estructura productiva que genera poco valor y la formación general de los trabajadores. Los incentivos para la mejora formativa son realmente pocos y, de este modo, los trabajadores más capacitados tienen ante sí la disyuntiva de infraemplearse o emigrar a otros territorios, lo que contribuye a viciar más el círculo oferta-demanda de trabajo. En la asunción de nuestra posición periférica socioeconómica, las instituciones políticas andaluzas han asumido con cierta ligereza la “salida migratoria”. Se ensalza la figura y el afán emprendedor de los emigrantes cuando realmente, si se producen en suficiente número, son la constatación de nuestro fracaso como sociedad.

Otro de los problemas sobre los que es preciso actuar es la falta de tamaño empresarial. La teoría económica relaciona la falta de tamaño empresarial con dificultades de inversión e innovación, lo que las aboca a competir por precios, con un efecto claro sobre el trabajo: su remuneración y, en consecuencia, su calidad. Aquí se requieren, por tanto, dos estrategias que no son incompatibles, una a largo plazo, que fomente la cooperación empresarial y la gestación integrada o cooperativa de negocios, y otra, inmediata, de apoyo de la administración a la coordinación y uso compartido de proyectos de innovación financiados por fondos europeos o de ámbitos comunitarios. El ejemplo indicado del pequeño comercio sirve para visualizar un sector conocido por todos y reconocible como vulnerable y muy afectado por la digitalización, iniciada hace ya más de una década. Pero los desafíos tecnológicos y de digitalización se extienden a otros sectores y el reducido tamaño de las empresas constituye un verdadero hándicap.

El trabajo realizado desde CCOO Sevilla y la Universidad de Sevilla ha constatado que el reto de la transformación tecnológica, de la digitalización del trabajo, comporta mayores esfuerzos e incertidumbres en el sur, y esto requiere de una cooperación inteligente entre los agentes públicos y privados. La trayectoria seguida hasta el momento genera resistencias y debilidades, cuando no en algunos casos improvisación, para poder aprovechar esta transformación, donde generar desarrollo inclusivo, sostenible e igualitario. La irrupción de los procesos digitales hoy no genera aún visos de distopía, aquella donde todos seriamos sustituidos por máquinas al tiempo que se engrosa el paro y aumenta la desigualdad, pero evidentemente tampoco ofrece la perspectiva utópica de trabajar menos para poder dedicar ese tiempo a nuestras familias y nuestro entorno. En otras palabras, es dudoso que la digitalización, sin la debida planificación y coordinación, contribuya a que tengamos mejores empresas y trabajos de calidad que permitan el desarrollo equilibrado del territorio y el crecimiento personal. El saldo de anteriores transformaciones tecnológicas debería alertarnos de que la brecha con respecto a los territorios líderes y entre ganadores y perdedores (también dentro de nuestro propio territorio) podría ampliarse. De ser así, nuestros trabajadores, particularmente los más jóvenes, dispondrán de menos oportunidades y de un futuro más incierto. Los diagnósticos compartidos, la cooperación y sinergias de los agentes, la prospección inteligente de sectores preferentes de desarrollo, la implementación de mejoras formativas que acometa también los problemas antiguos y estructurales de nuestra educación permitirán poner las personas en el centro del crecimiento, y generar desarrollo e igualdad. De otra forma, estaremos “modernizando” y consolidando unas estructuras de demanda y oferta de trabajo que nos condenan al atraso y a la desigualdad.

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Jorge Carlos Lebrón Sereno es secretario de Política Territorial de la Unión Provincial de CCOO Sevilla

Marcial Sánchez Mosquera es profesor de la Universidad de Sevilla

El objetivo de toda sociedad bien conformada debe ser que sus ciudadanos tengan las mayores posibilidades de progreso tanto en su vida personal como profesional, y esto tiene una relación directa con la calidad de su estructura económica y ocupacional. Los cambios abruptos que nos están sacudiendo no se deben a la pandemia del coronavirus, estaban ya en marcha, pero sí se han acelerado. La denominada cuarta revolución tecnológica está generando el efecto creación/destrucción de negocios y puestos de trabajo que ha caracterizado todos los cambios de paradigma tecnológico desde hace 250 años.

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