No es extraño toparse con carteles en establecimientos de alimentación y puestos de mercados que proclaman “descuentos a familias numerosas”. Al preguntar por la razón de ello, la respuesta suele ser la misma: apoyar a familias que lo precisan y que se distinguen por la posesión de documentos administrativos que acreditan esta condición. No se justifica —curioso— como un argumento para fidelizar clientes y, así, incrementar sus ventas. Gran ejercicio de solidaridad con los “desfavorecidos numerosos”.
Hace años que los gobiernos de países en declive demográfico promueven políticas de fomento de la natalidad con el objetivo de revertir el envejecimiento de sus poblaciones, fenómeno que conlleva disminución de su fuerza productiva, y por tanto de ingresos contributivos y encarecimiento de pensiones y costes sanitarios y asistenciales. Para ello se destinan distintas partidas de los presupuestos estatales a favorecer nacimientos y a contribuir con dinero público a gastos privados asociados a la crianza o a medidas compensatorias (como pueden ser los permisos de paternidad). Puede ser discutible, pero responde a una lógica habitual en la cosa pública. Se denomina política de fomento.
Sí que me parece discutible esta medida emprendida por particulares dedicados al comercio, precisamente por su falta de coherencia, de lógica si se quiere, al intentar mezclar la política demográfica con la venta al detalle. Para empezar, la condición de familia numerosa —por más acreditada administrativamente que esté—, no se corresponde necesariamente con la condición de familia vulnerable, que es la que realmente debería importar y ser objeto de apoyo. Existen “familias” —y personas—necesitadas que no son numerosas: monoparentales con un sueldo mileurista o aún menor, pensionistas con ingresos misérrimos, con paro de larga duración de todos sus integrantes, con invalideces no suficientemente atendidas.
Tratar la procreación (sea pater o maternidad) como una heroicidad es despreciar a las generaciones que nos precedieron y que la vivieron como algo natural
En el otro extremo existen “familias numerosas” que no se hallan en situación de vulnerabilidad y que lo son por voluntad expresa de los progenitores, ya sea derivada de creencias religiosas, culturales o simple “ignorancia”, que poco o nada tienen que ver con la política demográfica y sí, en cambio, con los deseos personales de estas personas. Se da así la paradoja de que una política de fomento de la natalidad no lo es en realidad de esta, sino de cobertura a deseos personales de progenie masiva de estos ciudadanos. Es más, tratar la procreación (sea pater o maternidad) como una heroicidad es despreciar a las generaciones que nos precedieron y que la vivieron como algo natural, y sobre todo como algo soberanamente personal. Más aún, la focalización en el protagonismo excesivo de un hecho propio de nuestra biología (como también del resto de especies) desnaturaliza la procreación, gestación y crianza hasta convertirlo en un hecho político revestido de intereses con frecuencia inconfesables tan alejados de la pater/maternidad como las ayudas públicas de todo tipo, el trabajo gratuito de los abuelos o la economía sumergida de los/las canguros.
Puede discutirse —debería hacerse— si debemos destinar recursos públicos a fomentar decisiones personales particulares como puede ser la procreación, no ya la habitual, sino la masiva. Veo, por otra parte, indiscutible que es preciso ayudar a quien se encuentre en dichas circunstancias por azar —una fecundación in vitro superexitosa— o en estado de necesidad. No hallo, sin embargo, justificación alguna para que algunos comerciantes faciliten descuentos en la cesta de la compra o en otros ámbitos comerciales a particulares que, aun siendo familia numerosa, pueden soportar el dispendio, y, en cambio, no los hagan a otros ciudadanos igual o mayormente necesitados. Es más: una correcta política de solidaridad de los comerciantes detallistas debiera ser planificada y sostenida para evitar aprovechamientos indebidos. Para ello existen multitud de ONG y bancos de alimentos.
De igual modo parecen injustificables políticas públicas de fomento de la procreación masiva —decisión voluntaria individual sostenida con dinero de todos— que inciden en otros ámbitos (educativo, sanitario, transporte, etc.), mientras adolecen de apoyo otros ciudadanos vulnerables que no gozan de la condición de “familia numerosa”, que con Franco también se premiaba.
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Ramon-Jordi Moles Plaza es jurista y analista.
No es extraño toparse con carteles en establecimientos de alimentación y puestos de mercados que proclaman “descuentos a familias numerosas”. Al preguntar por la razón de ello, la respuesta suele ser la misma: apoyar a familias que lo precisan y que se distinguen por la posesión de documentos administrativos que acreditan esta condición. No se justifica —curioso— como un argumento para fidelizar clientes y, así, incrementar sus ventas. Gran ejercicio de solidaridad con los “desfavorecidos numerosos”.