¿Por qué lo llaman comunismo cuando quieren decir democracia?

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Juan Manuel Aragüés Estragués

Si algo viene caracterizando a la derecha española en los últimos años es la desmesura, una desmesura que se ha acentuado como consecuencia de la aparición de la extrema derecha en el panorama político. La presencia de Vox ha contribuido a que las otras dos derechas hayan entrado en una competición para ocupar el lugar más extremo de un españolismo rancio que ha contribuido a arrastrar el conjunto del discurso hacia posiciones poco homologables con las de la derecha democrática europea.

Hace pocos días veíamos al presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, realizar, ante el presidente español, una alabanza de los republicanos españoles que habían contribuido, con su sangre, a la liberación de Francia de las garras del nazismo. Al mismo tiempo, en nuestro país, en el que la derecha se siente más cómoda con su pasado franquista que con nuestra historia democrática, encarnada en uno de sus episodios fundamentales, en la II República, la presidenta de la Comunidad de Madrid situaba el fascismo en el lado bueno de la historia, al tiempo que establecía como lema de campaña "comunismo o libertad". Clarificadora declaración que nos informa de qué lugar hubiera ocupado Ayuso en momentos cruciales de la historia del siglo XX: defendiendo con los nazis las playas de Normandía frente al desembarco aliado, reventando escaparates de judíos en la noche de los cristales rotos, apaleando negros bajo un capuchón blanco en el sur de Estados Unidos. Esa es la imagen que Ayuso ha querido transmitir de sí misma.

Hace falta, sin duda, una delirante imaginación para entender que una posible victoria de la izquierda en las elecciones pudiera tener que ver algo con el establecimiento de políticas de orientación comunista. Sin embargo, ya hemos visto cómo al Gobierno central, al que arrancarle gestos sociales le cuesta a Unidas Podemos dios y ayuda, se le tilda desde la derecha de comunista, bolivariano o proetarra. Pura desmesura que, evidentemente, nada tiene que ver con la realidad. Hace un tiempo, el ministro Alberto Garzón tuiteó el artículo de la Constitución española que señala que toda la riqueza del país debe estar al servicio del interés general. Inmediatamente fue tachado de bolchevique, aunque lo que hacía era citar nuestra Carta Magna. En otras ocasiones, las referencias a la Declaración Universal de Derechos Humanos han sido calificadas también como ideología comunista. Defender la sanidad y la escuela pública también es, al parecer, síntoma de comunismo, lo mismo que permitir que alguien pueda elegir morir sin sufrimiento. Para la derecha, derecho es igual a comunismo.

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La derecha española es una derecha asilvestrada, carente de cultura democrática, para la que los gestos de carácter democrático son calificables de comunistas. La democracia, lo vemos en sus opciones históricas, les genera malestar y se sienten más a gusto en la defensa de unos privilegios a los que llaman libertad. Curioso país el nuestro, en el que quienes son herederos ideológicos de quienes privaron al país de sus libertades durante cuarenta años se presentan como defensores de la libertad, mientras que quienes fueron encarcelados, torturados, incluso asesinados por defender la libertad (y no me refiero en absoluto solo a comunistas, sino a un amplio espectro político que comienza en el centro democrático) son presentados como enemigos de la misma. Curioso país, en el que los herederos y apologetas del terrorismo más sangriento que ha conocido España, el franquismo, se atreven a vincular a los demás con el terrorismo. Mientras que nuestra experiencia de lo que significa un gobierno de la izquierda en nuestro país es realmente exigua (al Frente Popular solo le concedieron cinco meses antes de provocar una guerra civil y el actual gobierno, que solo lleva un año en ejercicio, ha sufrido un brutal acoso desde el primer momento, especialmente desde sus falanges mediáticas), nuestro conocimiento de lo que significa la derecha, y más la extrema derecha, viene aquilatado por cuarenta años de historia. Porque, quizá sea preciso recordarlo, PP y Vox ya han gobernado juntos: lo hicieron desde 1939 a 1975 y ahí pudimos comprobar fehacientemente cuál es su concepción de la libertad.

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Juan Manuel Aragüés Estragués es profesor de Filosofía en la Universidad de ZaragozaJuan Manuel Aragüés Estragués

Si algo viene caracterizando a la derecha española en los últimos años es la desmesura, una desmesura que se ha acentuado como consecuencia de la aparición de la extrema derecha en el panorama político. La presencia de Vox ha contribuido a que las otras dos derechas hayan entrado en una competición para ocupar el lugar más extremo de un españolismo rancio que ha contribuido a arrastrar el conjunto del discurso hacia posiciones poco homologables con las de la derecha democrática europea.

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