Plaza Pública
Michelle Bachelet: transformaciones con gobernabilidad
Citando a Mario Benedetti, y su Noción de patria, anunciaba la decisión de volver a ser candidata a la presidencia de Chile, allá por el 2013, la que fuera directora ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet. En su programa de Gobierno, que le llevaría de nuevo a La Moneda, expresaba el compromiso de la coalición que lideraba, Nueva Mayoría, de abrir un nuevo ciclo político en Chile sostenido con “reformas profundas y duraderas”. Bajo el epígrafe Transformaciones con gobernabilidad se descifraba las fuentes de financiación que harían posible los anhelos de una sociedad más justa. Cuatro años más tarde, y con ocasión de una nueva jornada electoral, la mandataria chilena reclama que continúen las transformaciones que el progreso de Chile demanda.
En su primera Cuenta a la Nación, en mayo del 2014, expuso el compromiso de abordar distintos desafíos partiendo de tres grandes transformaciones: la reforma tributaria, la reforma educacional y una nueva constitución. Haciendo gala de su primer discurso como presidenta electa, acaba la legislatura repitiendo aquello de “digo lo que pienso y hago lo que digo”. Y es que la Chile que deja Michelle Bachelet en 2017 supone un punto y aparte de la Chile que proyectó bajo el prisma de derechas el conservador Sebastián Piñera.
En una sola legislatura, Bachelet ha pisado el acelerador del progreso reconociendo derechos con los que llevamos conviviendo más de una década en la España de Rodríguez Zapatero. Bajo la firma de la mandataria se puso fin al sistema electoral binominal —que como la propia Bachelet denomina “debe la vida a la dictadura”— por uno de representación proporcional que asegura la presencia de las mujeres en la vida pública.
Además, por primera vez sacó a Chile de la lista de los países donde todavía está prohibido el aborto, con la ley que regula la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Eso sí, mediante un sistema de supuestos y no de plazos. Y es que este, aunque se encuentre a 30 años del modelo español, significa un gran paso para Chile.
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Donde sí nos han adelantado los chilenos ha sido en la constitución del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, cuya puesta en valor le otorga de suficiente autonomía como para no estar incluido en el título de otro Ministerio. En la misma línea política de igualdad, se sitúa la modificación al Código del Trabajo para equilibrar las responsabilidades familiares extendiendo al padre trabajador el derecho irrenunciable de disponer de al menos una hora al día para alimentar a los hijos menores de dos años.
En un panorama, como el político, donde las rectificaciones parecen traducirse en derrotas, resulta inimaginable escuchar a un líder político naturalizar un cambio de opinión. “Las sociedades evolucionan, y yo también evoluciono”, son declaraciones de la propia Bachelet, en el debate entre candidatos al pacto de Nueva Mayoría, al ser recordada su posición contraria al matrimonio igualitario. Bachelet reconoció que le impactó charlar en España con un joven que encarnaba esa lucha por la igualdad y la no discriminación. Las palabras de aquella candidata se tradujeron, en el año 2015, en un proyecto de ley de matrimonio igualitario como presidenta. Sin embargo, su culminación dependerá de los resultados de la segunda vuelta electoral, ya que el candidato Piñera ha manifestado su negativa en repetidas ocasiones.
Lo que parece no tener vuelta atrás es la conquista de la gratuidad educativa, la “voltereta insólita” —como la denomina el Gobierno chileno— sobre el nuevo posicionamiento político de Piñera viene a demostrar el éxito de la reforma educacional, y es que “los cambios no se pueden detener por decreto”, como afirma la propia presidenta. Poner fin al sistema de copago y cesar el lucro en la educación bien define el legado de Bachelet. Que esperemos no se convierta en un paréntesis para el progreso en Chile, el próximo 17 de diciembre, y sí en un punto y seguido. _____________Lorena Calderón es periodista.