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Mundos virtuales

Ibán García del Blanco

A través de la tecnología, cada vez nos enfrentamos a más cambios que se desarrollan a una velocidad apabullante: una reunión virtual desde casa, probarnos una prenda de ropa con nuestro móvil en una tienda on line, o realizar una visita virtual a un museo para poder apreciar las pinceladas de nuestro cuadro favorito... todo con una sensación de “realidad” cada vez más intensa.

Los “mundos virtuales” y la “web 4.0” nos brindan una capacidad inmersiva mucho mayor a la que conocemos, que afectará a todos los sectores económicos: la fabricación y la facturación, la sanidad, la educación y el mundo del entretenimiento y de la cultura... No solo se va a personalizar mucho más la interacción, sino que se van a crear comunidades y el usuario va a estar en el centro. Por ello, aunque el derecho va (casi) siempre por detrás de la realidad, desde las instituciones intentamos anticiparnos a lo que será un futuro cierto, porque estamos seguros de que esta nueva tecnología viene a cambiar (más) nuestros modelos de vida. Recientemente, hemos aprobado en el Parlamento Europeo (PE) el “Informe sobre las implicaciones políticas del desarrollo de mundos virtuales: cuestiones de derecho civil, de sociedades, mercantil y de propiedad intelectual”, del que soy co-ponente.

El trabajo que venimos desarrollando en el PE busca establecer una regulación omnicomprensiva del fenómeno digital a través de la protección de los derechos individuales e intereses colectivos. Esto nos ha llevado a promulgar normas como la Ley de Servicios Digitales (DSA), la Ley de Mercados Digitales (DMA), la Ley de Datos... así como a trabajar varios textos relacionados con la autonomía tecnológica, más concretamente con el suministro de los materiales que necesitamos para el desarrollo de hardware, como los chips. En esta misma línea, tras cinco años de reflexiones, hemos culminado la Ley de Inteligencia Artificial (Ley IA), pionera y clave de bóveda de todo el sistema regulatorio digital. 

Ante nuevas realidades, es importante una mente abierta y estar dispuestos a replantearnos el contenido de derechos que creíamos consolidados y solidificados

Respecto de los mundos virtuales, aunque más allá de los videojuegos veamos todavía muy lejana su aplicación y en la actualidad el “Metaverso” sea un espacio al que accede un número relativamente limitado de ciudadanos, es importante avanzar lo más rápido posible en anticipar los retos que pueden suponer, para que cuando se conviertan en una realidad mucho más amplia estemos preparados.

En este sentido, como señala el profesor Campione, “los mundos virtuales son un epítome de la globalización, la conversión de todo un mundo en una ubicación sin lugar geográfico”, lo cual nos aboca a reflexionar sobre cuestiones muy profundas. Los derechos fundamentales a proteger son esencialmente los mismos que en el mundo físico u otros espacios virtuales, pero en un entorno tan diferente las herramientas pueden ser diferentes también; ante nuevas realidades, es importante una mente abierta y estar dispuestos a replantearnos el contenido de derechos que creíamos consolidados y solidificados.

Debemos pensar en un espacio virtual en 3D que no tiene sustento en el espacio físico y con una proyección de nosotros mismos que se llama “avatar”. Regular esto requiere de una adaptación del concepto de persona y de persona jurídica, algo a lo que ya hemos tenido que enfrentarnos con las redes sociales y la identidad del usuario. El uso anónimo de ese espacio y/o mediante avatar puede generar problemas nuevos a los que el Derecho no se había enfrentado hasta ahora. Estamos en un espacio, de nuevo, en el que las plataformas juegan un papel fundamental para la prevención y persecución de según qué tipos de comportamientos en los mundos virtuales; la Unión Europea (UE) ya ha establecido en la DSA y DMA que el papel de las grandes plataformas de internet (las denominadas “gatekeepers”) va más allá que el de meros prestadores de espacios en la red.

El desarrollo de esta tecnología no solo supone retos en materia de privacidad y transparencia y ante usos fraudulentos, sino también enormes posibilidades para ciudadanía, administración y empresas. Enfrentamos una discusión acerca del modelo de sociedad en el que queremos vivir, lo cual requiere de una reflexión colectiva del uso del nuevo espacio público que se conforma en los mundos virtuales. Para ello, la ilustración digital se presenta como una herramienta indispensable, necesitamos entender cómo nos afectan la digitalización y las nuevas tecnologías en nuestra vida, qué posibilidades y riesgos afrontamos; debemos evitar añadir una nueva brecha a las ya existentes en el ámbito digital por género, territorio y edad. 

En Europa debemos articular la oportunidad económica industrial que esta tecnología representa y decidir bajo qué marco queremos competir con potencias como Estados Unidos o China (el mercado emergente de los mundos virtuales tiene un potencial de crecimiento anual estimado de entre el 27% y el 33%, según datos de la Comisión Europea). Y debemos hacerlo sin ampliar la concentración económica que en la actualidad caracteriza a este mercado: frente a un tejido industrial europeo fragmentado, hay una sola empresa que tiene la mitad del valor del mercado europeo. Necesitaremos de nuevos modelos de colaboración entre administración y actores privados  —más aún si tenemos en cuenta que las estimaciones cifran en unos 300.000 millones de euros el valor de las inversiones necesarias para renovar nuestra red europea de tráfico de datos — y garantizar el funcionamiento integral de todo el sistema, así como su interoperabilidad.

Hay que tener en cuenta también que estas tecnologías son muy intensivas en el uso de recursos, no es ningún secreto que consumen mucha luz, mucha agua y tienen una huella de carbono muy elevada, por lo que ahí se nos presenta otro gran debate y otra gran decisión colectiva que debemos tomar: ¿cómo ponderar el desarrollo tecnológico frente a la protección de la naturaleza? La Ley de IA ya recoge algunas previsiones en este sentido.

En suma, con el vertiginoso avance tecnológico van cambiando las respuestas, pero las preguntas acaban siendo siempre las mismas. Nos corresponde a los representantes públicos aprovechar las posibilidades y oportunidades que este nuevo horizonte vislumbra, minimizando todos sus riesgos y aprovechando las oportunidades, todo en un permanente diálogo con sociedad civil y sector tecnológico.

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 Ibán García del Blanco es diputado en el Parlamento Europeo.

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