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Las palabras de Almudena

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Paloma López Bermejo

“Estas son nuestras armas”, gritaban. Libros y puños en alto. Así despidieron sus lectores a Almudena Grandes en un homenaje improvisado donde las manos se tornaron en libros al aire. En una luminosa y a la vez oscura mañana madrileña de noviembre cuando parecía que sus palabras se habían apagado para siempre. Solemos decir que las palabras se las lleva el viento. Y puede que sea verdad. Las de Almudena seguro que volaron aquel día por el cielo de Madrid, su Madrid, para habitar en nuevos corazones.

Las únicas armas de las escritoras son las palabras. Palabras que pueden dejarnos el corazón helado. Que nos ayudan a respirar en aires difíciles. Tan tiernas como los besos en el pan. Tan duras como para narrar los episodios de una guerra interminable.

Palabras para recordar. Palabras para no olvidar. Palabras capaces de reescribir una vida.

Con sus palabras la escritora madrileña tejió la historia olvidada de muchos de los que estaban aquella mañana dándole el último adiós. “No tuvimos abuelo hasta que Almudena escribió El lector de Julio Verne”, contaba a los periodistas aquel día la nieta de un maquis de la sierra sur de Jaén. Otro nombre más sacado de la oscuridad. Otra peripecia vital acariciada por las palabras de Almudena.

Con sus palabras Almudena dio voz a los que no tenían voz. Con sus palabras Almudena puso cara a los nadie. Los vencidos, los oprimidos, los olvidados. Con una extraordinaria sensibilidad la escritora supo rescatar de las sombras la memoria de los perdedores de la guerra civil y defender los ideales de un mundo mejor en sus novelas, artículos y crónicas periodísticas.

Convencida de que la batalla por la memoria terminaría ganándose en España, Almudena emprendió en 2010 su proyecto más ambicioso: la serie de novelas Episodios de una guerra interminable. Inspirada en su querido Galdós, la escritora se sumergió en las vidas de aquellos que lo perdieron todo, de aquellos que sufrieron la represión del franquismo pero nunca se rindieron. Siguieron resistiendo y luchando contra el fascismo. Siguieron defendiendo sus ideas. Para Almudena era imposible vivir sin ideas, porque “los hombres sin ideas no son hombres del todo, los hombres sin ideas son muñecos, marionetas o algo peor, personas inmorales, sin dignidad, sin corazón…”, escribía en El corazón helado.

Almudena tampoco sabía vivir sin palabras. Sus palabras nos arroparon siempre. Estuvieron con nosotras en los actos de apoyo a la huelga general y contra la reforma laboral, en los homenajes a Marcelino Camacho, en defensa de los derechos de las mujeres...

Almudena tampoco sabía vivir sin palabras. Sus palabras nos arroparon siempre. Estuvieron con nosotras en los actos de apoyo a la huelga general y contra la reforma laboral, en los homenajes a Marcelino Camacho y en su despedida, en defensa de los derechos de las mujeres y de los servicios públicos, del mundo de la cultura, reivindicando el derecho de huelga y la derogación del artículo 315.3 del Código Penal, apoyando los derechos de las personas refugiadas, luchando contra el fantasma de la guerra en las manifestaciones. Las palabras de Almudena iluminaban nuestro día a día.

Este viernes por la tarde, en el Auditorio Marcelino Camacho, el que tantas veces fue su casa, las palabras de Almudena volverán a estar con nosotras. Somos diferentes organizaciones las que, de la mano del mundo de cultura, queremos rendirle un gran homenaje a la escritora y compañera que nos enseñó que no hay amor sin admiración, que no hay hazaña tan digna, tan esencialmente humana, como la voluntad de sobrevivir, que la memoria tiene que ver con el presente y el futuro, porque si no sabemos de dónde venimos no podremos saber quiénes no queremos ser ni a quién nos queremos parecer. Que con las palabras podemos construir un mundo mejor.

Las únicas armas de las escritoras son las palabras. Palabras que parecen decirnos al oído, como reza el título de la última novela de Almudena, que Todo va a mejorar.

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Paloma López Bermejo es secretaria general de CCOO Madrid.

“Estas son nuestras armas”, gritaban. Libros y puños en alto. Así despidieron sus lectores a Almudena Grandes en un homenaje improvisado donde las manos se tornaron en libros al aire. En una luminosa y a la vez oscura mañana madrileña de noviembre cuando parecía que sus palabras se habían apagado para siempre. Solemos decir que las palabras se las lleva el viento. Y puede que sea verdad. Las de Almudena seguro que volaron aquel día por el cielo de Madrid, su Madrid, para habitar en nuevos corazones.

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