Las personas mayores: un poco de reflexión crítica

Estella Acosta Pérez

En artículos anteriores en infoLibre ya he planteado algunas de las cuestiones esenciales sobre el tema de los derechos de las personas mayores, el envejecimiento activo, las políticas públicas o los problemas del edadismo en general. No quisiera repetirme, pero la conmemoración del 1 de octubre merece algunas reflexiones

En este caso, me pide el cuerpo enumerar algunas de las cuestiones que me interpelan de forma más directa, por deformaciones, prejuicios, enfoques preocupantes, acerca de las personas mayores. Como están incluidas en esos artículos mencionados, es mejor señalar obstáculos de forma concisa, casi como ideas diana, que merecen un papel en cualquiera de las propuestas para las políticas públicas.

  • Edadismos: estamos ante un prejuicio, que está presente en algunas acciones que pretenden atender a las personas mayores, aunque hace poco se criticaba hasta en campañas televisivas. Un prejuicio, originado en el modelo de sociedad dominante, adquiere múltiples formas de manifestarse. Por eso, habría que hablar de “edadismos”, porque no es un fenómeno uniforme ni único.

Puede darse el edadismo más evidente, que todo el mundo entiende enseguida: considerar a las personas mayores como no productivas, llegando incluso a denostar la percepción de la pensión para la que han aportado durante toda su vida laboral.

El edadismo infantilizante también es una forma de cosificación de las personas mayores, al negarles todas sus capacidades, cuando son heterogéneas las situaciones, los tramos de edad, la presencia de la enfermedad, la vida activa en determinados planos

Hay otros edadismos: como el más engañoso de las actitudes protectoras, estilo paternalista, entendiendo que las personas mayores necesitan atenciones y cuidados (lo positivo) hasta negarles las capacidades, la autonomía o la libertad. Personas “dependientes” en todo, cuando los grados de dependencia pueden ser variados, diferentes, con distintos niveles en distintos ámbitos de la vida. “Son como niños”.

El edadismo infantilizante también es una forma de cosificación de las personas mayores, al negarles todas sus capacidades, cuando son heterogéneas las situaciones, los tramos de edad, la presencia de la enfermedad, la vida activa en determinados planos.

Una consecuencia de los edadismos ocultos es el adanismo. Algunas personas jóvenes actúan como si el mundo empezara con ellas, negando lo desarrollado por sus mayores. La contrapartida son los mayores que viven en el pasado sin reconocer los profundos cambios que ha sufrido la sociedad. El equilibrio necesario podría dar enormes frutos.

Otro edadismo puede crearse con el exceso de respeto irreflexivo, exagerar la valoración de las aportaciones de las personas mayores suele ser una manipulación interesada para venderles algo.

  • Cuidados: no cabe duda de que las reivindicaciones de los derechos de las personas mayores incluyen el derecho al cuidado. Está presente en las organizaciones que plantean derechos (HelpAge, CCOO y otras) en multitud de estudios desde la economía, la sociología y la filosofía (M.A Durán, V. Camps, etc), en organismos internacionales (OIT con el trabajo de cuidados remunerado o no). Aunque es preocupante, el encumbramiento del derecho a los cuidados, desde una perspectiva comercial, transformando a las personas mayores en clientes de las empresas de servicios. En las políticas públicas se consideran usuarios como el conjunto de la ciudadanía. Si es un derecho, las administraciones son responsables, se trata de una necesidad colectiva, aunque el factor individual estará presente en las responsabilidades familiares.

Los cuidados son un derecho, no un nicho de negocio”.

  • Derechos: si se apuesta por la defensa de los derechos de las personas mayores, el problema proviene de la reducción a las cuestiones de salud física. Una cierta medicalización oculta el resto de reivindicaciones que podríamos ampliar al derecho a la participación política, al envejecimiento activo en todos los planos de la vida, al bienestar personal y social, a la salud mental, etc. Si es positiva la preocupación por la alimentación, el ejercicio físico, la salud cardiovascular, es importante no limitar a esas cuestiones los derechos de las personas mayores. Vivir más y mejor es un derecho humano universal, que abarca todos los aspectos de la vida de los seres humanos, que implica un aprendizaje a lo largo de la vida no siempre reconocido ni promovido para que el derecho sea ejercido en condiciones de igualdad real.
  •  ¿Grupo homogéneo?: al igual que con las mujeres, plantear las personas mayores como un colectivo homogéneo es una deformación ideológica, ya que nuestro modelo de sociedad no es nada igualitaria, promociona el consumo, oferta libertad de elección para comprar. La negación de las diferencias de clase, de las desigualdades sociales, de las brechas de género, étnicas, de estudios, son pesadas cargas. Pero la que más suena es la brecha digital. Cuando está más que demostrado que la población pobre vive menos y peor, y no sólo en los países menos desarrollados. Las diferencias culturales pueden ser abismales, donde no son relevantes las cuestiones generacionales. Basarlo todo en una cuestión de generaciones también es un estereotipo que resulta muy cómodo para explicar cosas cuyo origen es muy complejo desde el punto de vista social y cultural. Sería oportuno ver unos minutos de la entrevista de un joven a Pepe Mújica sobre “La tribu antropológica”.

Tenía razón Aristóteles cuando decía que somos animales políticos… La polis es la que nos ampara… es el papel de la política

“Hay una gran inequidad en la longevidad en función de los grupos sociales y económicos a los que se pertenece”: frase textual del documento sobre el Decenio del envejecimiento saludable, en relación con la Agenda 2030. Pero se sigue enmarcando todo como un colectivo homogéneo y resultan falsas algunas de las premisas. Sobre todo las que reivindican “la libertad de las personas mayores para elegir”. Si las desigualdades impiden vivir más y mejor, si las brechas de clase, estudios, género o digital implican graves dificultades para muchas de las actividades actuales de nuestra sociedad, si los trastornos mentales no están ni siquiera incluidos en muchos programas, si las personas mayores no han tenido oportunidad, no han aprendido a elegir. Entonces, pretender que puedan elegir libremente en la vejez es una visión no sólo utópica sino errónea. Ya me han escuchado o leído mencionando el ejemplo de Amartya Sen: se puede elegir ayunar por razones religiosas, pero quien no tiene comida no tiene la capacidad de elegir, pasa hambre.

Es necesario, como se plantea en los documentos internacionales:

  • Cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar sobre el envejecimiento.
  • Preparar a las personas para la etapa de la vejez, desarrollando sus capacidades.
  • Proporcionar acciones integrales para la salud de las personas mayores.
  • Revisar los estereotipos, combatir los prejuicios y evitar las discriminaciones en el lenguaje y en la acción.
  • Para que las personas puedan seguir haciendo las cosas que valoran, incluso cuando empiezan a perder capacidades.
  • Eliminar los obstáculos físicos y sociales e introducir políticas, sistemas, servicios, productos y tecnologías adaptados a las distintas etapas de la edad avanzada.
  • Erradicar el asistencialismo, promoviendo mecanismos comunitarios, políticas públicas eficaces y el compromiso social.

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Estella Acosta Pérez es orientadora y profesora asociada de la UAM, jubilada.

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