La pandemia ha evidenciado el incremento de las conductas autolíticas, sobre todo en la adolescencia, aunque no ha influenciado de forma relevante sobre la cifra de suicidios consumados. Este aumento ha sido, fundamentalmente, por la subida de la ideación autolítica y de las autolesiones. Más frecuente en chicas que en chicos, en una proporción de 2-3/1. Se ha constatado en el incremento de las consultas a los servicios de urgencia, que se ha tasado en 2,5-3 veces más que en épocas prepandemia, y en gran medida se debe al cierre de los servicios de atención primaria y de los servicios de salud mental comunitaria, lo que origina un ‘by-pass’ desde la comunidad a los servicios de urgencias.
Estos datos precedentes han originado que hubiera un emerger social, político y profesional para reclamar un plan estatal específico para la prevención contra el suicidio. La idea, a priori, podría ser considerada adecuada, pero lo importante no está en formular nuevos escenarios legales, sino en analizar los existentes marcos conceptuales y de intervención, y evaluar su grado de cumplimiento.
No es cuestión de planes específicos o de leyes, que pueden incumplirse, sino de impulsar el desarrollo decidido de la estrategia de Salud Mental del SNS
La Ley General de Sanidad formulaba un nivel de atención a los problemas de salud mental, pero su desarrollo ha sido rácano, desigual, irregular y de implementación heterogénea en el conjunto de las comunidades autónomas, dato que no es baladí, pues lo referente a la salud mental se encuentra transferido, dependiendo de sus prioridades y de sus asignaciones presupuestarias. Dicho de otra forma, la existencia de una ley o un plan estatal no impide su incumplimiento, si no existiera una presión por parte de los profesionales y de los afectados.
Alberto Catalán, senador de UPN, presentó una moción en el Senado en la que se instaba al Gobierno al desarrollo de un Plan Nacional de Prevención contra el Suicidio. No fue apoyada por el Grupo Parlamentario Socialista, pero el proponente no admitió la alternativa que esta formación le propuso como complemento y alternativa. En el momento actual, el plan nacional específico de prevención contra el suicidio, según mi modesta opinión, no es necesario, por la simple razón de que ya está contemplado en la Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (SNS), aprobada por el Consejo Interterritorial.
Hay que leer la estrategia en su conjunto, de una forma sistémica, ya que contempla los contenidos más importantes de lo establecido por la evidencia científica (Finlandia, UK, Canadá, Países Bajos), y propone una línea específica para prevención y atención a las conductas autolíticas, pero además contempla la interrelación entre todas las demás líneas estratégicas, lo que constituye un verdadero Plan de Prevención contra el suicidio:
- Investigación: Promover un sistema de registro, que unifica los límites conceptuales.
- Mejorar el funcionamiento de los servicios asistenciales de Salud Mental: Incrementar la competencia profesional y coordinación de redes y servicios, incluyendo la intervención longitudinal y a las familias en el proceso.
- Formación de los profesionales, tanto a los de Atención Primaria y Especializada, como colaborar con otras redes comunitarias y de educación.
- Servicios Telefónicos de emergencia: Ya se encuentra funcionando el número 024.
- Medios de comunicación: Está disponible el trabajo realizado por asociaciones profesionales de los medios y de los supervivientes del suicidio. En la página web del Ministerio de Sanidad se encuentra el decálogo, el manual comprensivo y las orientaciones para evitar el estigma.
- Adolescentes: Es importante organizar la provisión de cuidados de forma coordinada. Para ello se ha realizado el reconocimiento de la especialidad de Psiquiatría Infantil y Adolescente, integrando la atención específica a los jóvenes por profesionales específicamente formados.
La estrategia debe ser leída y desarrollada en su conjunto, pues así fue concebida, con una interacción entre las diferentes líneas con el fin de incrementar su eficacia, eficiencia y efectividad.
Un ejemplo concreto: el teléfono 024, gratuito y disponible 7/24, en los cuatro primeros meses de funcionamiento ha recibido 43.000 llamadas, con 1.700 derivaciones a servicios de emergencias 112, y 700 tentativas de suicidio detectadas una vez iniciadas. Cualitativamente se constata que el objetivo para la ideación suicida es el “dejar de sufrir para seguir viviendo”. También llaman al teléfono por problemas de salud mental, porque no saben afrontar situaciones difíciles o fracasos personales y, por fin, los profesores piden herramientas y pautas para detectar y poder intervenir en estos casos.
La prevención de las conductas autolíticas es una programación compleja, que debe ser cuidadosamente planificada con diversas líneas y niveles, tal como se ha expresado con anterioridad, dotando de recursos, profesionales y de otro tipo, de forma adecuada. La evaluación precisa tiempo, aproximadamente de unos cinco años. Por lo tanto, no es cuestión de planes específicos o de leyes, que pueden incumplirse, sino de impulsar el desarrollo decidido de la estrategia de Salud Mental del SNS y su dotación presupuestaria por parte de las comunidades autónomas, pues son ellas las que tienen la totalidad de las competencias en este campo.
Evitar solapamientos y duplicidades consiste en incrementar la calidad y, por lo tanto, cumplir la función de las políticas públicas siendo más eficientes. El plan ya está formulado, ahora hay que desarrollarlo con sensibilidad y aplicarlo específicamente para el conjunto de las conductas autolíticas.
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José Luis Pedreira Massa es psiquiatra y psicoterapeuta, y colaborador de la Fundación Alternativas.
La pandemia ha evidenciado el incremento de las conductas autolíticas, sobre todo en la adolescencia, aunque no ha influenciado de forma relevante sobre la cifra de suicidios consumados. Este aumento ha sido, fundamentalmente, por la subida de la ideación autolítica y de las autolesiones. Más frecuente en chicas que en chicos, en una proporción de 2-3/1. Se ha constatado en el incremento de las consultas a los servicios de urgencia, que se ha tasado en 2,5-3 veces más que en épocas prepandemia, y en gran medida se debe al cierre de los servicios de atención primaria y de los servicios de salud mental comunitaria, lo que origina un ‘by-pass’ desde la comunidad a los servicios de urgencias.