El PP ha obtenido unos resultados municipales y autonómicos que le han permitido gobernar con mayorías absolutas en Madrid. ¿Por qué? Si queremos utilizar la cabeza para pensar y no para embestir, no cabe una sola razón (aunque esto provoque la hilaridad de una Ayuso elevada a la categoría de faraona), sino la combinación de múltiples sinrazones que han conformado la tormenta perfecta para una derecha que pretende diluviar sobre el Estado del Bienestar. Estas elecciones han abierto al lobo las puertas del gallinero.
ETA, los okupas y el antirrojerío pijo (faltó Venezuela) han vuelto a funcionar sepultando problemas gravísimos en nuestra comunidad como la gestión sanitaria, educativa y fiscal de un gobierno que ya no va a disimular. ¿De verdad los madrileños aceptan que no haya urgencias en los centros de atención primaria de la capital de España o que se beque escolarmente a familias que no lo necesitan ni de lejos? ¿En serio nadie se ha parado a pensar que la bajada de impuestos, esa acción estrella de doña Isabel, solo ha favorecido a los que más tienen? La confrontación democrática no puede reducirse a una discusión exaltada de barra de bar.
Estamos siendo incapaces de poner fin a un aquelarre mediático basado en la calumnia de mercenarios y no en hechos objetivos
Esta derecha ha invitado a rondas y rondas de libertad escarchada. Un poquito de por favor, que diría el gran Fernando Tejero. La democracia me exige respeto institucional por estos resultados. ¡Por supuesto! Un respeto institucional que, por cierto, nuestra derecha se salta a la torera cuando le conviene. Fue la Atenea de Chamberí quien dijo en el mitin de cierre de campaña que estas elecciones iban a ser un pucherazo.
Pero entonces ¿la izquierda no merece un poco de autocrítica? No, no merece un poco, merece un mucho. Hemos perdido el lenguaje de las mayorías; se ha hipertrofiado la defensa de ciertas buenas ideas que deberían ocupar un papel menor, mucho menor, en el podio progresista; y ha dejado de movilizar a los más desfavorecidos. Además, estamos siendo incapaces de poner fin a un aquelarre mediático basado en la calumnia de mercenarios y no en hechos objetivos. Permitimos que se rían en nuestra cara cuando defendemos la urgencia de un giro político en relación al medio ambiente, ¿cuánta gente puede dar reconocimiento a una idea medioambiental tan lúcida como la de poner una planta en cada balcón mientras no se invierte un puñetero euro en parques públicos y espacios naturales? Los votantes madrileños han arrinconado a la izquierda en la oposición. Hay que asumirlo. Toca ahora trabajar duro y bien, las dos cosas. Mi partido cuenta con veintisiete diputados regionales y cientos de concejales en esta comunidad para convencer a la gente de que su voto es absolutamente necesario para construir una sociedad justa y fraternal, que es lo que pienso desea la mayoría, ¿tú no? Aunque me equivoque, voy a seguir intentándolo. Como dijera Luther King: Aun sabiendo que el mundo se ha de acabar mañana, hoy plantaría un árbol.
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Mar Espinar ha sido elegida este 28-M diputada por el PSOE en la Asamblea de Madrid. Ha sido portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid en la última legislatura.
El PP ha obtenido unos resultados municipales y autonómicos que le han permitido gobernar con mayorías absolutas en Madrid. ¿Por qué? Si queremos utilizar la cabeza para pensar y no para embestir, no cabe una sola razón (aunque esto provoque la hilaridad de una Ayuso elevada a la categoría de faraona), sino la combinación de múltiples sinrazones que han conformado la tormenta perfecta para una derecha que pretende diluviar sobre el Estado del Bienestar. Estas elecciones han abierto al lobo las puertas del gallinero.