Una vez más, el diario El País regala a sus lectores otra crítica de la teoría monetaria moderna (TMM). Uno esperaría que, ante el surgimiento de una escuela de pensamiento económico novedosa, los periodistas inquirieran directamente a sus proponentes en primera instancia. Sin embargo, El País parece preferir las presentaciones distorsionadas de enemigos ideológicos, tales como la del economista de la escuela austríaca Juan Ramón Rallo hace unas semanas, aun a riesgo de exponerse al ridículo.
En esta ocasión el periodista Miguel Yasuyuki nos deleita en La Teoría Monetaria Moderna, ¿sinónimo del Dinero Soberano? con un refrito de un post publicado por el alemán Joseph Huber. Dicho autor, representante de una versión vintage de la olvidada escuela monetarista impulsada en los años 70 por Milton Friedman, delata una pasmosa ignorancia de la TMM, lo cual no le impide lanzar una desafortunada crítica. Su texto está cuajado de afirmaciones asombrosas que, de ningún modo, corresponden a postulados emitidos por nuestra escuela de pensamiento. De hecho es difícil encontrar un solo aserto que sea correcto.
Huber nos atribuye creencias como la de que "el gobierno crea dinero como bonos soberanos". Esto no es cierto. Lo que decimos es que los bonos soberanos son un instrumento para retirar reservas del sistema bancario para regular los tipos de interés. El dinero se ha creado en una fase anterior cuando el gobierno ha ejecutado el gasto público, proceso que inyecta reservas en el sistema bancario. Es comprensible su confusión pues, para nuestro anti apologeta, el gobierno no tendría capacidad de crear dinero. Solo lo crearían los bancos cuando compran los bonos emitidos por el gobierno. Es decir, Huber invierte el orden de la operativa. Los bancos primero crearían el dinero y luego comprarían los bonos soberanos con él. De esta forma el estado se vería obligado a obtener financiación de los bancos.
Pero esa afirmación es contraria a lo que nos dice la empírica. Antes de la operación de emisión de deuda los gobiernos han ejecutado sus políticas de gasto y recaudado los impuestos. No hay ningún misterio, es un proceso documentado mediante meros apuntes contables generados con un ordenador ubicado en el Tesoro. El acto de gastar origina una transferencia de la cuenta del Tesoro en el banco central hacia la cuenta de reservas de alguna entidad bancaria en la que el beneficiario del gasto mantiene sus cuentas corrientes. Posteriormente, los gobiernos retiran parte de esas nuevas reservas, al cobrar los impuestos. Esta fase de reflujo consiste de nuevo en un apunte contable que adeuda la cuenta corriente del contribuyente y, simultáneamente, la cuenta de reservas que mantiene su banco comercial en el banco central.
Los gobiernos emiten títulos de deuda una vez que conocen cuál es su saldo presupuestario. Incluso en el tortuoso diseño institucional contemporáneo, que prohíbe la financiación directa de los gobiernos por el banco central, el Tesoro necesita conocer su saldo antes de decidir el tamaño de su emisión de bonos. Los bancos y otras instituciones compran la deuda emitida por el Tesoro, pero para ello utilizan cuentas de reservas, es decir, cuentas abiertas en el banco central.
Aceptemos por un momento que la hipótesis de Huber sea cierta y que el gobierno solo puede realizar gasto deficitario si emite títulos de deuda a cambio de transferencias desde las cuentas de reservas de los bancos a la cuenta del Tesoro. Tendría que existir algún mecanismo que obligase a los bancos centrales a crear esas cuentas de reservas a favor de los bancos comerciales de forma previa o simultánea a su operación de compra de deuda pública. Si los gobiernos emiten deuda pública precisamente para retirar reservas del sistema ¿cuál es la lógica de la propuesta de Huber que implica crear y destruir reservas de forma inmediata? Por otra parte, ¿cómo se compadece esta hipótesis de Huber con la realidad observada en los últimos años cuando los bancos centrales han inyectado reservas al sistema bancario, sin esfuerzo y porque les ha dado la gana, sin necesidad de vender productos ni servicios, en los últimos años, a un ritmo superior a 80 mil millones al mes? ¿Considera Huber que los bancos centrales no son parte del estado?
Por algún motivo Huber piensa que los proponentes de la TMM consideramos que «la deuda del gobierno no es realmente deuda». Nos gustaría saber de dónde ha podido sacar tan peregrina idea. Continuamos citando a Huber: «Así sería sólo si el gobierno no tuviera que pagar tasas de interés, lo que no es cierto» ¿Entonces, de acuerdo con este criterio, las emisiones a tipo de interés cero o negativo como las de las más recientes subastas del Tesoro de España no son deuda?
Fiel a su visión del gobierno como una entidad sometida a restricciones presupuestarias como las de cualquier hogar, expresa su preocupación por que «la tasa de interés agrava el balance de los gobiernos». Sin embargo la realidad es que casi todos los estados han mantenido un déficit durante casi todos los años de su existencia y la tierra no parece haberse abierto bajo sus pies. Por cierto, la experiencia reciente de las economías avanzadas demuestra que los bancos centrales pueden llevar tipos interés a 0%. Añadamos que muchos proponentes de la TMM defendemos una política de tipos de interés 0 permanente (ZIRP).
Huber demuestra su perplejidad cuando afirma que «no podemos aceptar este argumento confuso de la TMM que no reconoce la obligación financiera del gobierno». Estamos igualmente perplejos. Agradeceríamos que citara la fuente donde haya podido leer semejante planteamiento.
El bloguero alemán recoge la impresión prevalente entre los críticos de la TMM de que abogamos por una capacidad infinita de gasto pública. La realidad es que todos los autores de la TMM han establecido los límites al gasto público en el agotamiento de los recursos reales que pueden ser adquiridos por el estado a cambio de su dinero. Por ejemplo, en su libro, Los siete fraudes inocentes capitales de política económica, Warren Mosler dice:
«El hecho de que el gasto público no esté limitado operativamente en forma alguna por los ingresos significa que no existe “riesgo de solvencia”. Dicho de otra forma, el gobierno siempre puede hacer frente a todos los pagos, cualesquiera que estos sean, en su propia moneda. No importa cuán grande sea el déficit o cuán exiguos sean los impuestos recaudados. Esto, sin embargo, no significa que el gobierno pueda gastar todo lo que quiera sin consecuencias. El exceso de gasto puede hacer subir los precios y aumentar la inflación.»Huber cae aquí de nuevo en el ardid de la hiperinflación, repetido por otros críticos contra la TMM, para prevenir a la gente. Obviamente que la TMM haya desarrollado una teoría completa de la inflación se ignora. Hemos propuesto que la inflación se puede controlar con subidas de impuestos, sí, pero también con bajadas de gasto público, un plan de trabajo garantizado que estabilice los salarios, políticas de gasto dirigido que eviten la formación de cuellos de botella, políticas de rentas, etc. La simplificación solo se puede explicar en alguien que no se ha molestado en leer a los autores. Podemos facilitarle su trabajo remitiéndolo al reciente artículo de Nathan Tankus y Rohan Grey publicado en el Financial Times An MMT response on what causes inflation.Joseph Huber es un proponente de la teoría del ‘dinero soberano’, heredero de la simplista teoría cuantitativa del dinero que pretende que la masa monetaria se puede controlar si el gobierno emite soberanamente su dinero. Tenemos malas noticias para Huber: eso ya lo intentaron los monetaristas y fracasaron porque no entendieron que el dinero es una variable endógena que no depende sólo de decisiones de gasto del gobierno sino también de las preferencias de ahorro y gasto de los agentes del sector privado. Si lo que pretende es cercenar la capacidad de los bancos de crear dinero esperemos que tenga una buena alternativa de intermediación de crédito si no quiere conseguir un colapso total de la economía.El blog concluye con un argumento de dudosa solvencia técnica: rechacemos la TMM porque procede de EEUU. No parece un buen motivo. También cae en otro clásico de los críticos: la teoría solo sería aplicable a la nación norteamericana porque puede emitir todos los dólares que le da la gana; momento que aprovechamos para recordar que el Banco Central Europeo también ha creado una gran cantidad de euros al ritmo decidido por esa institución.No tenemos ninguna duda de que la TMM se va a convertir en la escuela de pensamiento macroeconómico dominante porque su descripción de nuestras instituciones monetarias y fiscales es la que más se ajusta a nuestra realidad contemporánea. Es solo cuestión de tiempo que se acepte en el ámbito académico y en la opinión pública. El proceso requiere un doloroso proceso de adaptación de los economistas formados en un paradigma obsoleto. Ayudemos a Huber a transitar por esta fase de aceptación. __________________Stuart Medina Miltimore es divulgador de la teoría monetaria moderna (TMM)Esto, sin embargo, no significa que el gobierno pueda gastar todo lo que quiera sin consecuencias. El exceso de gasto puede hacer subir los precios y aumentar la inflación
hiperinflación se puede controlar con subidas de impuestostambién con bajadas de gasto públicoFinancial TimesAn MMT response on what causes inflation
‘dinero soberano’teoría cuantitativa del dinerolo intentaron los monetaristas y fracasaronpreferencias de ahorro y gasto de los agentes del sector privadosi no quiere conseguir un colapso total de la economía
procede de EEUUBanco Central Europeo también
realidad contemporáneacuestión de tiempo que se acepte en el ámbito académico y en la opinión pública
Stuart Medina Miltimore
Una vez más, el diario El País regala a sus lectores otra crítica de la teoría monetaria moderna (TMM). Uno esperaría que, ante el surgimiento de una escuela de pensamiento económico novedosa, los periodistas inquirieran directamente a sus proponentes en primera instancia. Sin embargo, El País parece preferir las presentaciones distorsionadas de enemigos ideológicos, tales como la del economista de la escuela austríaca Juan Ramón Rallo hace unas semanas, aun a riesgo de exponerse al ridículo.