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+1,5 grados: una enmienda a la totalidad en la Conferencia del Clima de Bakú

Jesús Marcos Gamero Rus

En la Conferencia del Clima de Bakú, el objetivo principal es evitar que se supere el límite de 1,5°C respecto a niveles preindustriales. Por su parte, el servicio europeo Copernicus ha adelantado que 2024 será el año más caluroso registrado y el primero en superar los 1,5°C. Esto es, en Bakú se trabajará pensando en mantener un clima que ya no existe y planteando respuestas al problema, como los objetivos de descarbonización para 2050, que apenas consideran la velocidad, mortífera y endiablada, del cambio climático.

Sin embargo, es necesario sostener esta ilusión, ya que pareciera que el objetivo no es preservar la temperatura del planeta, sino perpetuar un modelo capitalista apoyado en el consumo de combustibles fósiles. El plan parece estar funcionando. Tras la cumbre de 2023 en Dubái, la Conferencia del Clima de este año se celebra en Azerbaiyán, un país cuya economía depende del petróleo y gas, y que en 2022 representaron el 50% del PIB y más del 92,5% de sus ingresos por exportaciones.

Esa ilusión se ha mantenido durante décadas gracias a una arquitectura climática basada en mecanismos técnicos y financieros como las energías renovables, la captura de carbono, el hidrógeno verde, los mercados de carbono y diversos fondos de financiación multilateral. Aunque útiles, estos avances funcionan más como distracciones que como soluciones reales, al eludir la confrontación con un modelo económico basado en el consumo y el crecimiento ilimitado sustentado por combustibles fósiles. El problema es estructural: vivimos en un sistema incapaz de romper con sus propias reglas. Las COP ejemplifican esta inercia, las reglas del capitalismo dictan el rumbo, mientras un planeta con 8.000 millones de personas sigue dependiendo de un modelo insostenible.

Entre 2016 y 2021, la economía mundial consumió 582.000 millones de toneladas de materiales, casi tanto como los 740.000 millones consumidos durante todo el siglo XX. Con la tendencia creciente desde 2021, en solo ocho años habremos superado el consumo de un siglo entero

Financiación y tecnología insuficientes

En Bakú se debatirá cómo avanzar con los actuales acuerdos de financiación climática, especialmente para los países en desarrollo. Sin embargo, su fragmentación e imprecisión hacen difícil considerarlos herramientas suficientemente ambiciosas, dado el creciente alcance y gravedad del problema. De hecho, estos países necesitarían hasta casi un billón de dólares adicionales por año en financiamiento climático internacional, pero no se aclara la forma en que se plasmarán sobre el papel esos nuevos acuerdos. En cuanto a tecnología, se discutirá por ejemplo un “Compromiso Global de Almacenamiento y Redes de Energía” para sextuplicar la capacidad de almacenamiento mundial respecto a 2022, o la “Declaración de la COP29 sobre la Acción Digital Verde”, destacando el papel de las tecnologías digitales en la acción climática.

Cuestiones relevantes, pero que eluden la realidad de un sistema depredador, basado en el crecimiento y el consumo. Entre 2016 y 2021, la economía mundial consumió 582.000 millones de toneladas de materiales, casi tanto como los 740.000 millones consumidos durante todo el siglo XX. Con la tendencia creciente desde 2021, en solo ocho años habremos superado el consumo de un siglo entero. Nos estamos autodevorando.

Trump, sin rivales

Como resultado, solo nos queda el “salseo” y en esta COP el foco va a estar puesto en la política y la llegada al poder de Trump como supervillano climático. Sin embargo, es importante recordar que Trump tiene parte del trabajo hecho en cuanto al apoyo a los combustibles fósiles. Durante el mandato de Joe Biden se incrementaron significativamente las licencias de petróleo y gas, con un 20% más que en el primer mandato de Trump. La acción nociva de Trump se espera en su intento de debilitar los marcos y políticas de energía limpia impulsados por Biden.

Sin embargo, la transición hacia la energía verde en Estados Unidos ya está firmemente consolidada, respaldada por un creciente interés e inversiones de ciudadanos, administraciones y empresas en fuentes de energía más limpias y económicas. A nivel global, la inversión tecnológica y el desarrollo en estos sectores siguen avanzando, con un mercado global que continúa su expansión. Con China liderando los mercados de energía renovable, esta transformación económica es estructural a nivel global y no reversible.

Pero no se debe confundir el crecimiento de la energía verde con el éxito en la lucha contra el cambio climático. Si bien la expansión de las energías renovables es un avance importante, los combustibles fósiles representaban el 82% del suministro energético mundial en 2023, y en 2022 los subsidios globales al consumo de combustibles fósiles superaron el billón de dólares por primera vez. Somos más y necesitamos más energía, lo que por un lado requiere seguir utilizando masivamente los combustibles fósiles y complica la transición hacia un sistema energético completamente limpio, además de complicar aún más la cooperación global en materia climática.

Aunque el panorama parezca oscuro, es un momento clave para redoblar esfuerzos y enfrentar los impactos del cambio climático, cualesquiera que fueran, desde abajo, con un compromiso firme y la demanda de un cambio estructural real

Esa necesidad se refleja en la velocidad que consideran que deben tener en reducir sus emisiones muchas economías emergentes de Asia y los BRICS, con China y Rusia a la cabeza. Por su parte, la Unión Europea parece estar más desmovilizada y con menos capacidad que en 2016 para enfrentar las políticas regresivas en materia climática de actores como Trump. Además, Europa atraviesa un proceso de transición política y el cambio climático, aunque importante, no se percibe como urgente, ya que otras crisis, como las económicas, migratorias y geopolíticas —incluidas la guerra en Ucrania o el genocidio en Gaza— son consideradas prioridades inmediatas.

La respuesta por parte de la ciudadanía

Para lograr el objetivo cada vez más ilusorio de los 1,5ºC, es necesario alcanzar emisiones netas cero en dos décadas, lo que parece improbable sin medidas urgentes. Aunque los científicos creen que aún es posible evitar los peores efectos del cambio climático, la falta de acción efectiva y las políticas que favorecen los combustibles fósiles dificultan este objetivo. De antemano, los resultados en la COP29 de Bakú se antojan grises, y muchas de las esperanzas ya se están dirigiendo al empeño de Brasil por dar un nuevo impulso a la acción climática el año que viene en la Conferencia del Clima de la ciudad amazónica de Belém.

Por último, y ante el cinismo, la desconfianza y la lentitud del proceso político, es crucial replantear estrategias desde fuera. La movilización ciudadana, apoyada en colectivos tanto a nivel local como global, requiere una fuerza renovada para transformar la inacción en impulso y estrategia. Aunque el panorama parezca oscuro, es un momento clave para redoblar esfuerzos y enfrentar los impactos del cambio climático, cualesquiera que fueran, desde abajo, con un compromiso firme y la demanda de un cambio estructural real.

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Jesús Marcos Gamero Rus es analista climático de la Fundación Alternativas.

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