El Risco de Salomón

Es muy posible que por mis venas corra un buen chorro de sangre hebrea, o que la ascendencia de mi linaje paterno sea judía, o las dos cosas al mismo tiempo. Mi bisabuelo dejó encargado antes de su muerte para él y sus descendientes que en la lápida de granito del panteón familiar, en vez de la clásica cruz latina –símbolo del cristianismo– se labrase un signo al que llamaba el Risco de Salomón. Así se puede ver aún hoy, medio oculto por el musgo, en la aldea de Caroi, en las tierras altas de Cotobade, en las montañas orientales de la provincia de Pontevedra. Imagino que en tiempos donde ser judío o hebreo no tenía muy buena fama, la expresión Risco de Salomón era la forma de disimular el origen de aquel símbolo que era casi idéntico a la estrella de David. Bajo ella está enterrado. A su primer hijo varón le llamó Isaac, nombre bíblico y judío por excelencia. Incluso el fenotipo transmitido a parte de la familia es muy próximo al de las tribus de Israel. Moreno, cara alargada y huesuda, nariz prominente… Mi abuelo Isaac se lo transmitió a mi padre, él a mí, y yo a mi hijo Mario.

Aunque con el devenir del tiempo la familia abandonó los lazos religiosos (ni cruces ni riscos de Salomón), crecí de niño con toda la liturgia de las enseñanzas bíblicas hebreas que me transmitía mi abuela. La recuerdo de niño echándome con una caricia el pelo hacia atrás. Decía que tenía la misma frente que Isaac, y que siempre había querido que llevase su nombre. Murió en la guerra, en Teruel, en enero de 1938. Mi abuela conservó durante mucho tiempo la última carta que le envío anticipándole su muerte a la madrugada siguiente, cuando mandasen cargar a la bayoneta contra la trinchera enemiga. Su carta llegó días después de que dos soldados le comunicasen que había caído en combate como un héroe. De él heredamos también la fe en los augurios. Historias galaicas al pie de la lumbre.

No he podido evitar echar la vista atrás para recordar algunos de estos pasajes familiares al saber que esta semana, en un digital subvencionado por la Comunidad y el ayuntamiento de Madrid, alguien llamado Fran Carrillo, ex senador del muy moderado y centrado Ciudadanos, arremetía contra mí, contra Almudena Ariza –nuestra corresponsal en Jerusalén– y contra el presidente de RTVE, José Pablo López. Nos calificó de nazis y continuadores de la obra de Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler que ideó la solución final, el exterminio de judíos en cámaras de gas y hornos crematorios en la Alemania de 1944. En el caso de Almudena imagino que ha sido por contar, con la profesionalidad e independencia demostrada durante décadas en TVE, la realidad que está padeciendo el pueblo palestino en Gaza y en algo menor medida en Cisjordania. En mi caso, por recordar todas las noches que lo de Gaza es un genocidio, un episodio de limpieza étnica. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Almudena está preocupada por su seguridad. Lo nota en los directos y en las crónicas cuando pisa la calle con un micro de TVE en las manos. Yo tengo más suerte. Solo tengo que lidiar con el odio exudado por sujetos como este tal Fran Carrillo.

Para este apóstol de la moderación y el centrismo, Almudena es una yihadista y yo un integrante del comando de Hamas en TVE

Llamarnos nazis y continuadores de Goebbels es el más suave de los calificativos que nos dedica. Como si fuese una partitura increscendo, va deslizando sobre el pentagrama de su artículo descalificaciones rabiosas. Me lo imagino aporreando el teclado de su ordenador: “Europa Woke, izquierda gulag, patrón Sanchista, el presentador que quería Goebbels para el Reich de los mil años, antisemita, a mamarla Fortes, Lechero, razzia nazi, pope de zurderío, hez parásita…" Como en toda escala ascendente remata la obra con las notas definitivas. Para este apóstol de la moderación y el centrismo, Almudena es una yihadista y yo un integrante del comando de Hamas en TVE. No sé si se habrá parado a pensar en las implicaciones legales de atribuirme a mí, a Almudena y a la presidencia de RTVE la colaboración con una célula terrorista, pero imagino que en el fragor del tecleado no habrá reparado en ello. Más allá de lo que digan los jueces, dejo a la consideración de ustedes cómo calificar al autor de esa página, al medio que publica semejante escrito y a quienes lo financian con dinero público.

Cuando hace unos cuatro o cinco años un terrorista islamista penetró en una sinagoga de un país del centro de Europa para cometer una matanza, me declaré en directo judío de corazón. De igual manera condené durante días y semanas los atentados de Hamas del 7 de octubre. Exactamente por lo mismo llevo meses calificando de genocidio y limpieza étnica la masacre que el gobierno de Netanyahu está ejecutando. Que los que sufrieron el Holocausto estén masacrando con bombas a todo el pueblo palestino, condenando a la hambruna más inhumana a sus críos, es algo que quedará grabado en la historia de la infamia como uno de los grandes horrores de la humanidad. Los ojos y los rostros de esos niños palestinos consumidos por el hambre y la sed son como los de los niños con pijamas a rayas tras una alambrada de espinos en un campo de concentración nazi. Las fotos de bebés destrozados a cañonazo limpio y sus padres llorando con sus cuerpos ensangrentados en brazos será también un baldón para todo occidente si no detiene ya esta matanza, si no da los pasos para que se reconozcan de pleno derecho la nación y el Estado palestino.

Igual que los que criticaron el holocausto sufrido por el pueblo judío en los años 40 no criticaban a Alemania sino al régimen nazi, los que ahora condenamos el genocidio que sufre el pueblo palestino no estamos negando el derecho de Israel a existir, sino que condenamos a los autores de este nuevo holocausto, a un régimen racista y genocida que igual que entonces deberá dar cuenta ante la justicia. Aquí o en la otra vida.

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Xabier Fortes es periodista, director y presentador de 'La Noche en 24 Horas' de TVE.

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