Zapatero, el nuevo lenguaje de derechos que generó sentido común

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Paula Ramos

En ocasiones es la sociedad la que se adelanta a la regulación normativa e impulsa una agenda pública; otras veces son los líderes políticos quienes conforman trincheras ideológicas y generan sentido común.

José Luis Rodríguez Zapatero, que ascendió a la Presidencia del Gobierno en fechas como éstas de hace 20 años, fue una combinación de ambas: por una parte, recogió algunas de las demandas y sensibilidades que llevaban mucho tiempo existiendo en la población española (como la retirada de las tropas de Irak, la regulación del matrimonio homosexual, la violencia de género y el cambio de nombre y de sexo registral de las personas trans) y, por otra, introdujo normas que ni siquiera se vislumbraban en el imaginario colectivo (como la limitación del tabaco, la seguridad vial, la creación del ministerio de Igualdad o, incluso, la libre maternidad regulada por plazos y no sólo por motivos. 

«Zapatero derrota a Rajoy en un vuelco electoral sin precedentes», «El PSOE gana las elecciones bajo la conmoción del 11-M», «Vuelco histórico», «España castiga al PP y da su confianza a Zapatero». Así recogían diversos periódicos los comicios celebrados el 14 de marzo de 2004 en España.

Se cumplen dos décadas de aquella victoria, pero también del momento en que nuestro país comenzó a generar los mimbres que conformarían el terreno de disputa política que nos acompañaría hasta nuestros días y que, si no imposibilita, dificulta en gran medida un regreso al pasado.

El gobierno de Zapatero, sobre todo en la primera Legislatura, fue pionero porque se adelantó al imaginario social y colectivo del momento, cuando logró que la sociedad española avanzara en derechos sin precedentes, rompiendo así, en términos de Durkheim, con numerosas prenociones y sesgos sociocéntricos que se sustentaban en el sentido común a comienzos del siglo XX en España. 

Aunque nuestro país podía encajar más o menos dentro de los estándares de la tolerancia, no era suficiente y el presidente impulsó una serie de medidas sociales revolucionarias –atendiendo a la coyuntura vigente–. Parte de la ciudadanía española criticó y renegó de esas políticas; hubo sectores ultraconservadores que, incluso, intentaron revertirlas y no lo consiguieron. El progreso ya era inevitable.

El triunfo electoral puede responder a diversas variables. Una de las claves pasa por tener una seña de identidad y convertirse en un símbolo social con el que el electorado se identifique, confíe y acabe participando de él. Si hay algo que caracterizó a Zapatero, fue el nuevo lenguaje de derechos que instauró y que la ciudadanía acabó asumiendo. Las políticas desplegadas durante las VIII y IX legislaturas en España a manos de José Luis Rodríguez Zapatero fueron buena prueba de ello.

Zapatero impulsó una serie de medidas sociales revolucionarias. Parte de la ciudadanía española criticó y renegó de esas políticas; hubo sectores ultraconservadores que, incluso, intentaron revertirlas y no lo consiguieron. El progreso ya era inevitable

En el caso de Reino Unido, autores como Laval y Dardot asocian la admisión del neoliberalismo por parte del imaginario social británico al hecho de que la nueva izquierda adoptase el mismo lenguaje y la misma matriz ideológica que sus oponentes tradicionales conservadores, renunciando a una línea realmente socialdemócrata.

Stuart Hall recoge una entrevista que le hicieron a Margaret Thatcher en el año 2002 para plasmar esta cuestión. Durante la misma, le preguntaron cuál había sido su mayor logro político. Ella, sin dudar, respondió: "Tony Blair y el nuevo laborismo. Obligamos a nuestros rivales a cambiar sus posiciones". Más allá de su propia gestión, la que fuera primera ministra del Reino Unido destacaba que su sucesor hablase en sus términos porque, al fin y al cabo, suponía que había logrado que su marco imperase más allá de sus propios mandatos. De la misma forma, los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero marcan un punto de inflexión en la sociedad española.

El contradiscurso conservador atacó y sigue atacando las políticas socialistas del presidente Zapatero, pero en ningún caso ha sido capaz de revertirlas. La hipocresía es doble ya que, por una parte, también los conservadores disfrutan de ellas de manera individual (todos y todas recordamos a cierto expresidente acudiendo a la boda de uno de sus compañeros de partido, por ejemplo); y, por otra, no las eliminan cuando llegan al poder. Y no lo hacen por una sencilla razón: las políticas de Zapatero se hicieron carne, sedimentándose en el sentido común de la ciudadanía y generando una realidad imposible de revertir.

Además, si lo hicieran, el coste político y de credibilidad sería enorme para el Partido Popular: hoy en día no se atreverían a negar el feminismo, la libre maternidad o el matrimonio homosexual. Son perfectamente conscientes de que, si lo hicieran, la contestación ciudadana les haría rectificar; como ya ocurrió en el año 2014 cuando el ministro Gallardón se vio obligado a dimitir después de pretender una reforma de la legislación sobre interrupción voluntaria del embarazo. Oponerse al progreso tiene fecha de caducidad.

El PP llega tarde a las conquistas sociales y suele oponerse a ellas para luego participar de sus efectos e, incluso, apropiárselas. Uno de los últimos ejemplos, ya en el mandato de Pedro Sánchez, fue la nueva versión popular acerca de la Reforma Laboral que tanto criticaron cuando se aprobó. Recientemente decía Feijóo que la reforma era "sustancialmente buena", que no derogaría una norma que goza del apoyo de la patronal y de los sindicatos y que, además, "es prácticamente la misma que hizo el PP con algunos cambios".

Sin duda, Zapatero inventó un nuevo lenguaje de derechos y demostró que otra forma de hacer política era posible. Sin embargo, la niebla generada por la crisis económica le acompañó durante años. Una comunicación política basada en la tolerancia y en el respeto, característica de su talante, fue ridiculizada en gran medida tildándole de flojo y de bambi, tanto interna como externamente. Al presidente, así como al sustrato generado por sus políticas y a su forma de comunicar, se le está empezando a valorar ahora. El tiempo, en su caso, le está haciendo justicia.

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Paula Ramos Romero es politóloga y socióloga, con máster en Comunicación Política y Gestión de Crisis y Emergencias. Ha hecho su tesina sobre la irreversibilidad comunicativa de los cambios propiciados por el presidente Zapatero. 

En ocasiones es la sociedad la que se adelanta a la regulación normativa e impulsa una agenda pública; otras veces son los líderes políticos quienes conforman trincheras ideológicas y generan sentido común.

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