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El Telediario de las nueve de la noche de este viernes se salió del carril. Ese pernicioso carril que hace dos veces al día que los principales noticiarios televisivos ofrezcan las mismas informaciones y, con demasiada frecuencia, las mismas imágenes de apoyo. Sí, es cierto que en esta cadena se interpreta más –hasta el límite de confundir opinión e información–; sí, también es verdad que aquel otro canal destaca más los sucesos, y que otro se fundamenta en declaraciones sucesivas que solo asientan que hay desacuerdo sin contar el por qué, no sea que se molesten los protagonistas. Sí, claro, hay estilos distintos, enfoques diferentes, pero al término sobre las mismas noticias que, hasta algún que otro presentador se atreve a calificar como "noticias del día". Da la impresión de que la competencia entre cadenas se centra en la cantidad y desprecia la calidad, en los adjetivos detonantes más que en lo sustantivo de los temas. La uniformidad se revela aún más irritante por su carácter globalizador de una España muy diversa, como si despertara el mismo interés en Castelldefels que en Zahara de los Atunes, entre los que vacacionan y los que no se las pueden permitir, entre zonas industriales o rurales.
En la temporada televisiva que termina, el Telediario 2 de TVE ha dado muestras esporádicas de inconformismo contra los contenidos trillados. Lo hizo, por ejemplo, con las ediciones en el Hospital del Mar, en Barcelona, o en un el colegio de Toledo. Pero en estos, como en otros casos, se trataba de volcarse en asuntos de evidente interés general: Sanidad en plena pandemia, Educación... Sin embargo, este viernes ha protagonizado un salto cualitativo al poner los pies y el foco en la España despoblada, vaciada, o como cada cual la quiera denominar. Esa españa de la que hace tan solo dos generaciones procedíamos la mayoría de nosotros, y que hoy acoge solo antepasados, recuerdos, y un pequeño, minúsculo, número de residentes.
Con la localidad de Villafranca de la Sierra como escenario principal, y con Carlos Franganillo como conductor principal, las cámaras recorrieron otras seis u ocho localidades para hacernos llegar aspectos singulares de una realidad que solo aparece de manera anecdótica y puntual en los noticiarios televisivos. Este viernes, sí: un pueblo con un solo habitante, la mujer ganadera que se declara feliz en su tarea casi aislada, las dificultades sanitarias, educativas, de suministros básicos, de envejecimiento, de comunicaciones terrestres y sobre todas las que viajan por el aire, y marcan, en este 2021 la diferencia más abismal entre los que pueden o no navegar por las redes (los planos de una familia trasladando mesas y sillas hasta el único lugar del pueblo donde llega la señal de internet, o los jóvenes encaramados al cerro para lograr señal en sus dispositivos móviles, parecían una recreación de aquel momento mágico del sol entrando en un pequeño rincón en la película Milagro en Milán de hace setenta años).
El Telediario 2 del viernes fue, sobre todo, un informativo honesto. Honesto por su sobriedad, por dirigirse a nuestra inteligencia, sin buscar emociones fáciles, dramatismos extremos, moralejas, ni moralinas. No buscó culpables sino retratar por una vez en un telediario una realidad que está ahí, que ocupa tres cuartas partes de España, pero a la que no vemos porque solo miramos de manera superficial y conmiserativa en el mejor de los casos.
Fue, para mí, un excelente ejemplo de por qué la televisión pública es imprescindible. Por qué sin ella, espacios como este, y tantos otros, muchos magníficos, que emite La 2 en horarios marginales, la televisión en España solo sería, a base de concursos y realities, un remedo de las distopías que se anticipaban en Un Mundo Feliz, o Fahrenheit 451, entretenimento camino del embrutecimiento. Hace unos años, La 2 se ofrecía "para una inmensa minoría". No, la realidad es que se dirige a una pequeña minoría. Este sábado, las audiencias mostrarán cómo el Telediario 2 del viernes no figura, ni con mucho, entre los espacios más vistos, pero, en mi opinión, ha sido de los más importantes.
El Telediario de las nueve de la noche de este viernes se salió del carril. Ese pernicioso carril que hace dos veces al día que los principales noticiarios televisivos ofrezcan las mismas informaciones y, con demasiada frecuencia, las mismas imágenes de apoyo. Sí, es cierto que en esta cadena se interpreta más –hasta el límite de confundir opinión e información–; sí, también es verdad que aquel otro canal destaca más los sucesos, y que otro se fundamenta en declaraciones sucesivas que solo asientan que hay desacuerdo sin contar el por qué, no sea que se molesten los protagonistas. Sí, claro, hay estilos distintos, enfoques diferentes, pero al término sobre las mismas noticias que, hasta algún que otro presentador se atreve a calificar como "noticias del día". Da la impresión de que la competencia entre cadenas se centra en la cantidad y desprecia la calidad, en los adjetivos detonantes más que en lo sustantivo de los temas. La uniformidad se revela aún más irritante por su carácter globalizador de una España muy diversa, como si despertara el mismo interés en Castelldefels que en Zahara de los Atunes, entre los que vacacionan y los que no se las pueden permitir, entre zonas industriales o rurales.
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