Galicia ya habló. Y los resultados han dejado una abrumadora mayoría absoluta del Partido Popular, que conserva la Xunta y agua las esperanzas que tuvieron hasta última hora en el BNG y en el PSdG. Una victoria conservadora que Alberto Núñez Feijóo quiere utilizar en clave nacional para hacer calar un “cambio de ciclo” tras no lograr el Palacio de La Moncloa el pasado 23 de julio, mientras que el PSOE busca desterrar cualquier lectura de su debacle en clave general.
Las elecciones gallegas, como subrayan politólogos y sociólogos, tienen su propio ecosistema y una serie de factores característicos que hacen que el resultado no sea extrapolable a todo el territorio nacional. Los comicios sí sirven para dar oxígeno a Alberto Núñez Feijóo, pero los resultados no significan un retrato de España si se convocaran de nuevo comicios generales.
En apenas nueve meses los gallegos han ido a las urnas en tres ocasiones: municipales, generales y autonómicas. Los resultados en porcentajes de voto han sido diferentes en esas citas. Los populares obtienen su mejor cuota de apoyo, un 47,36%, en la pelea por la Xunta, pero esta cifra baja en generales en Galicia (44,31) y en municipales (con un 38,48%). Por lo que una de las evidencias del 18F, como reconocen hasta sus rivales, es la fuerza del PP como estructura autonómica, ya que funciona como una gran maquinaria electoral y sabe tocar las teclas del electorado para esa convocatoria concreto. Un caso que se puede parecer a Madrid o Andalucía en estos momentos, pero que queda muy lejos en otros territorios (en Euskadi tienen poco más del 6% y en Cataluña no llegan ni al 4%).
Pero el posible reflejo en unas elecciones generales se difumina totalmente al ver que ese dato conseguido el domingo por el PP gallego nunca lo ha obtenido a nivel nacional. El pasado 23J los populares estuvieron en un 33,69%. El resultado de las gallegas está casi tres puntos por encima de su récord histórico en unas generales: el 44,63% que logró Mariano Rajoy en las elecciones de 2011. Sólo ha superado el cuarenta por ciento en otra ocasión, la mayoría absoluta de José María Aznar en el año 2000 (44,52%).
En Galicia no impera la dinámica de alternancia
Otro de los factores que diferencia las elecciones generales de las gallegas es que en España tiene más fuerza la tendencia a la alternancia. Después de los 14 años de Felipe González al frente de La Moncloa, el PSOE y el PP se han ido traspasando el poder de manera casi equilibrada: José María Aznar estuvo ocho años, en tanto que José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy tuvieron administraciones de siete años. Pedro Sánchez va camino de los seis años al frente del Ejecutivo. En cambio, en la Xunta sólo ha habido presidentes socialistas siete años desde la restauración de la autonomía y en periodos cortos: Fernando González Laxe (1987-1990) y Emilio Pérez Touriño (2005-2009).
Más aristas que hacen que no se pueda extrapolar a España lo que pasó el domingo es que el PSOE funciona mejor en la comunidad en las generales que en las gallegas históricamente. Los socialistas lograron el 23J en Galicia un 30,26% en las urnas y en las municipales un 29,17% para pasar a hundirse con apenas un 14% el pasado domingo. ¿Y cómo se explica? La politóloga Berta Bartet apunta directamente a ese “voto dual” que ha llevado a que mucha gente que apoyó a Pedro Sánchez en verano se haya pasado luego en clave autonómica al BNG.
En este punto, retrata que esto ha pasado muchos años en Cataluña y algo en el País Vasco. Los votantes progresistas, comenta, van al partido que ven con más opciones de gobernar y han tenido opciones distintas en unas generales que en unas autonómicas. Por ejemplo, muchos electores de Esquerra respaldaron al PSC el 23J al entender que era más eficaz. Además, cree que también ha influido en este caso la percepción de que Ana Pontón (BNG) era una candidata que se había trabajado más la oposición durante estos años frente al aspirante socialista nombrado pocos meses antes.
La presencia de ese nacionalismo de izquierdas, prosigue la politóloga, hace que no se puedan comparar los resultados electorales de Galicia con el resto de España, indicando que es un factor propio de esa autonomía con el condicionante de que cuando los nacionalistas gallegos han puesto más énfasis en lo identitario su “espacio se ha reducido”. En cambio, ahora está priorizando más su alma social y de políticas destinadas al día a día. Asimismo, indica que también el Bloque se ha llevado a votantes de Sumar y de Podemos, cuando unos meses antes el espacio de Yolanda Díaz tuvo más porcentaje de sustento que el del nacionalismo en Galicia (11,11% frente a un 9,57%).
"Un elector menos partidario del cambio"
Bartet hace hincapié en que el votante gallego sociológicamente y socioeconómicamente es distinto a otros lugares de España. “Es un elector menos partidario de un cambio radical, por eso han tenido siempre problemas Podemos y Vox”, añade la politóloga, que subraya al mismo tiempo que la Xunta tiene su propia “dinámica” y es un órgano muy potente.
Sobre este asunto, en el análisis que hacen los partidos políticos horas después de las elecciones se tiene mucho en cuenta que se ha movilizado la derecha el miedo a que hubiera un cambio liderado por el nacionalismo gallego. Algo contrario de lo que pasó en las elecciones generales cuando la izquierda logró atraer a muchos votantes al colegio electoral para frenar que Vox entrara en el Gobierno central.
"Las peculiaridades de una isla electoral"
Antonio Asencio, analista de Sigma Dos, también hace un análisis sobre las diferencias de unas elecciones gallegas con otras citas: “Galicia tiene unas particularidades que hacen que funcione como una isla electoral. La presencia del nacionalismo de izquierdas ha generado una situación de voto dual que bascula entre BNG y PSOE según las elecciones sean gallegas o generales”.
Otra de las claves en las que coincide Asencio es que “en la derecha hay una hegemonía absoluta del PP, con un Vox relegado a posiciones extraparlamentarias”. La ultraderecha siempre ha tenido resultados muy bajos en esta autonomía, frente a otras comunidades donde ha pactado y gobierna con el PP como Comunidad Valenciana, Murcia, Castilla y León y Extremadura. Los de Santiago Abascal se quedaron el domingo en un 2,19%, una cifra muy inferior a su competitividad a nivel nacional (con más de un 12% de papeletas en todo el país). El analista electoral hace también una mención diferencial a la “gran dispersión demográfica en el ámbito rural” en la comunidad, por lo que se establecen “dinámicas muy diferentes dependiendo del tamaño poblacional”.
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Hay otras dinámicas también que pueden jugar de manera diferente en unas generales. La intención de voto joven fue muy alta de cara a las gallegas en favor del BNG, a tenor de los sondeos previos. En cambio, en las pasadas generales la generación Z fue clave con su apoyo a Pedro Sánchez con una estrategia para acercarse a este electorado como su participación en el podcast de La pija y la quinqui.
El problema de los liderazgos territoriales del PSOE
El politólogo y profesor de la UOC Ernesto Pascual rechaza que la foto de las gallegas pueda ser reflejo de unas generales y recuerda que luego vendrán las vascas, donde el pronóstico es diferente. Cree que habrá que fijarse más en las europeas del 9 de junio, aunque es una batalla a circunscripción única. Además, sitúa factores como el de los liderazgos a la hora de unas elecciones: “El PSOE tiene un problema evidente a nivel territorial”.
Insiste, como los otros expertos, en que existe un factor de “voto dual” en la izquierda en Galicia que hace que no se puedan proyectar esos resultados a nivel nacional. A lo que hay que sumar la propia geografía y sociología de la comunidad. Y reflexiona también sobre la alternancia. Entiende que en unas generales hay mayor pulsión de cambio y hay una mayor cultura de que haya renovación de las formaciones en el poder.
Galicia ya habló. Y los resultados han dejado una abrumadora mayoría absoluta del Partido Popular, que conserva la Xunta y agua las esperanzas que tuvieron hasta última hora en el BNG y en el PSdG. Una victoria conservadora que Alberto Núñez Feijóo quiere utilizar en clave nacional para hacer calar un “cambio de ciclo” tras no lograr el Palacio de La Moncloa el pasado 23 de julio, mientras que el PSOE busca desterrar cualquier lectura de su debacle en clave general.