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27-S: ¿habrá elecciones en Cataluña?

Núria Orriols | Barcelona

“No todo depende de mí”. Esta frase de Artur Mas ha polarizado el debate político esta semana en Cataluña. El president de la Generalitat hizo saltar las alarmas el pasado miércoles cuando puso en duda la fecha fijada por las elecciones “plebiscitarias”: el 27 de septiembre. En una entrevista en el Punt Avui Televisió, Mas advirtió a ERC de que los comicios catalanes dependían de su apoyo parlamentario. Y no terminó ahí. Al día siguiente, en un encuentro informal con medios internacionales, fue más allá en la crítica a sus socios en el Parlament y se quejó de los “incumplimientos” del pacto de gobernabilidad por parte de los republicanos en algunas votaciones perdidas en la Cámara catalana.

Con estas declaraciones, el piloto del proceso soberanista sembró incertidumbre sobre la fecha fijada para celebrar el plebiscit catalán. Sin duda, se arriesgó con esta advertencia, ya que la oposición interpretó sus palabras como un "chantaje" a ERC. El coordinador de ICV, Joan Herrera, considera la vinculación de “inaceptable en términos democráticos” y le acusó de condicionar el proceso soberanista al aval de su gestión de gobierno. Mas tuvo que salir del trance y aclarar el viernes, en un acto en Barcelona, que “claro, que habrá elecciones”. Ahora bien, dejó abierta la posibilidad de cambiar la fecha si hay un adelanto de las elecciones generales. “¿Podría influir en nuestro calendario? Lo deberíamos hablar en Cataluña”, dijo. Es decir, si hay algún cambio será por cuestiones externas y no internas.

No convocar elecciones es una posibilidad remota, básicamente porque la alternativa de no hacerlo sería el suicidio político de Mas y la ruptura del bloque soberanista que ha pilotado Cataluña en los últimos dos años. En estos momentos hay un acuerdo entre CDC, ERC y las entidades soberanistas que fija unas plebiscitarias que, si logran una mayoría independentista, abrirá un proceso que debe conducir a la independencia en 18 meses. Este sería un compromiso firme que dificultaría cualquier maniobra de marcha atrás del president.

Si Mas cancelase los comicios lo tendría difícil para acabar la legislatura. Implicaría la necesidad de cambiar de socio y de programa. El PSC o el PP serían las únicas opciones que le quedarían a Mas. Un escenario poco factible y difícil de justificar delante su electorado.

Por tanto, el president deberá, con toda probabilidad, cumplir con lo que ha prometido y convocar elecciones, ya sea por convicción o por la presión de ERC y las entidades independentistas. No hay alternativas a la vista. Ahora bien, esto no significa que Mas renuncie a marcar territorio y recordar que la potestad de sacar adelante la nueva fase del proceso está en sus manos. Este mismo sábado, Mas reivindicó el "gran quórum" logrado el viernes por el soberanismo en el acto convocado en el Palau Sant Jordi de Barcelona y mostró su deseo de que se traduzca en votos en las próximas citas electorales, al tiempo que volvió a pedir a ERC que reme "en la misma dirección" que CiU en el Parlament. "Si estamos de acuerdo en que debemos seguir un camino juntos, debemos votar juntos y que nadie ponga ningún tipo de trabas en el día a día del país", dijo.

¿Qué hay detrás?

Mas intenta apagar el fuego, pero ¿qué hay detrás de sus declaraciones del miércoles? ¿Se trata de una amenaza a sus socios para asegurarse la estabilidad? ¿O es que empieza a marcar distancias respecto a su compromiso de convocar unas elecciones como el kilómetro cero de la independiencia?

En las últimos debates parlamentarios, CiU se ha encontrado con situaciones incómodas. Ha advertido que ERC se ha distanciado. En el último pleno del Parlament, los convergentes tuvieron que defender en solitario una enmienda a la totalidad contra una proposición de ley de ICV-EUiA para modificar la tasa turística, una de las medidas diseñadas por el conseller de Economía, Andreu Mas-Colell, para aumentar los ingresos de la Generalitat. Por otra parte, ERC también apoyó, junto a la mayoría de la oposición, la exigencia de frenar el futuro consorcio sanitario de Lleida, por considerarlo una operación para privatizar la sanidad. El coordinador general de CDC, Josep Rull, llegó a alertar a los republicanos de que el Govern “no puede perder votaciones” y de que hace falta “cumplir los compromisos”.

Estas fricciones se suman a la tensión surgida por el papel de los republicanos en la comisión de investigación sobre fraude fiscal en el Parlament, especialmente cuando ERC forzó la comparecencia del president. Uno de los episodios más tensos fue protagonizado por la diputada Meritxell Borràs (CiU), que acusó a ERC de actuar como “portavoz de la Fiscalía y del ministro Jorge Fernández Díaz”. Oriol Amorós (ERC) le contestó contundente: “La pregunta relevante es qué contribución ha hecho usted [Meritxell Borràs] por aclarar nada”.

En la contienda de los últimos días, el líder de ERC, Oriol Junqueras, optó por no entrar en el cuerpo a cuerpo con los convergentes. “Estoy convencido de que el 27-S los catalanes tendrán la oportunidad de ganar democráticamente la independencia”, dijo. Y añadió que  su formación no es ningún obstáculo para el proceso sino que están “unidos” al menos en aquellas cuestiones vinculadas a la “independencia, justicia social y la lucha contra la corrupción”.La secretaria general de los republicanos, Marta Rovira, también se mostró convencida que el 27 de septiembre se convertirá en “el referéndum que hasta ahora se ha impugnado y prohibido” a los catalanes.

Pero las tensiones entre republicanos y convergentes amenazan con aflorar una y otra vez en plena precampaña del 24-M. Y más en la ola de la renovación del tablero político que sobrevuela Cataluña. Si hasta el momento CiU y PSC se repartían el caladero electoral por áreas de influencia, fuerzas políticas emergentes como Podemos o Ciudadanos probarán su fuerza en los feudos socialistas tradicionales, mientras que ERC disputará a los convergentes su poder histórico en las comarcas.

En estos comicios, CiU y ERC juegan juntos para hacerse con una mayoría independentista y, a la vez, se enfrentan por el liderazgo del proceso. Es decir, competirán en una suerte de primera vuelta de las elecciones plebiscitarias del 27-S. Pero además, van a asistir a la configuración de una nueva correlación de las fuerzas políticas de izquierdas en Cataluña. Esto empuja a los dos principales partidos catalanes a protagonizar una contienda como aliados y como rivales. Ni contigo ni sin ti.

Esta no será una empresa fácil y más por la presencia de Unió Democràtica de Catalunya en la federación convergente. El partido de Josep Antoni Duran i Lleida aún no se ha posicionado definitivamente sobre la independenciaestá prevista una consulta interna en 14 de junio— pero las preferencias de su histórico líder son conocidas y son muy diferentes a las de Artur Mas. En su visita a Bruselas de esta semana, Duran dejó claro que no habrá adhesiones a la hoja de ruta independentista, sino que a partir de ahora se deberá negociar el “encaje” de su partido con CDC. También se mostró partidario de aplazar las elecciones catalanas y acabar la legislatura en 2016.

Perspectivas en las municipales

Los convergentes se enfrentan el 24-M al reto de mantener su implantación en el territorio, ya que en 2011 consiguieron sus mejores resultados en unas municipales y gobiernan las cuatro diputaciones catalanas. CiU es la formación política que más candidaturas presenta en estas elecciones: 905 en un total de 947 municipios. Su objetivo es mantener las principales capitales, y sobre todo, la joya de la corona: Barcelona.

ERC, por su parte, aspira a ser primera fuerza. Pretende repetir el apoyo recibido en las elecciones europeas de mayo de 2014, en el que por primera vez desde la II República ganó unas elecciones en Cataluña. En estos comicios presenta 715 listas, un centenar más que en 2011. Fijará su objetivo en el cinturón rojo, ya que espera poder penetrar en el electorado tradicionalmente socialista (Barcelonès, Vallès Oriental, Baix Llobregat…). ¿Cómo? Acentuando su discurso social y en contra de la corrupción, y mediante sus políticas de pactos y coaliciones. En muchos municipios irán de la mano de Moviment d'Esquerres (MES), Avancem o la plataforma Socialisme i Llibertat del exdiputado Toni Comín, movimientos políticos todos ellos surgidos de la vorágine interna del PSC.

Pero estas elecciones se enfrentan además a la aparición de nuevos actores políticos, que con toda probabilidad condicionarán las alianzas poselectorales. Es el caso de Podemos que, aunque se presenta junto a otros movimientos de izquierdas, quiere abanderar el cambio este 24-M. Fruto del impacto de la crisis económica, han proliferado numerosas alianzas de colectivos sociales y vecinales. El máximo exponente de esta mezcla es Barcelona en Comú, la plataforma liderada por Ada Colau (exportavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca) y que incluye a ICV-EUiA, Podemos, Equo y Procés Constituent. Esta plataforma disputa la Alcaldía de la capital catalana con CiU. El pasado 7 de abril, una encuesta publicada por El Mundo daba a Colau el empate técnico con Xavier Trias.

Mientras, los de Albert Rivera parecen haber apostado claramente por dar el asalto de Ciudadanos a la política estatal. Los esfuerzos de C's se dirigen ahora allí. En Cataluña han doblado el número de candidaturas presentadas en los municipios —tienen 120— pero están muy lejos de abarcar todo el territorio. En capitales de comarca de zonas interiores no han conseguido, por ejemplo, confeccionar ninguna lista.

Estas dificultades contrastan con el ascenso que vaticinan las encuestas a la formación naranja en las elecciones del Parlament. El último sondeo del Centre d'Estudis d'Opinió de la Generalitat (CEO) situaba C's como tercera fuerza en la Cámara catalana –ahora tiene 9 diputados–. El enigma es qué hará su líder, Albert Rivera. ¿Será la cara visible del partido el próximo 27-S o se reservará para dar el salto en las elecciones generales? Cataluña o Madrid, esta es la cuestión.

Los conservadores, mientras, intentarán mantener el tipo. Están en horas bajas por los numerosos casos de corrupción que rodean el partido de Mariano Rajoy y se enfrentan, como el PSC, al auge de C's. Sus electorados coinciden en el discurso nacional. No obstante, el partido de Alicia Sánchez-Camacho ha conseguido reunir 525 candidaturas, sólo 15 menos que en 2011, el año que el PP llegó a la Moncloa. Está por ver hasta qué punto resistirá el embate soberanista y la proliferación de las nuevas fuerzas políticas en el área metropolitana. Espera, por los menos, mantener su tesoro: la Alcaldía de Xavier Garcia Albiol en Badalona, el tercer municipio más poblado de Cataluña.

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La presión de la sociedad civil independentista

Por su parte, la sociedad civil claramente independentista sigue su camino. Aunque son muchas las voces que alertan de que el proceso está estancado, la Asamblea Nacional Catalana (ANC) hizo el viernes su enésima demostración de fuerza. La entidad soberanista consiguió llenar el Palau Sant Jordi, unas 16.000 personas, que se concentraron para reivindicar su tarea y empezar la campaña para “ganar las plebiscitarias”. Una lección para aquellos que repiten que el movimiento popular está en declive. Su viaje hacia el 27-S ya ha empezado y en los próximos meses tienen previsto recorrer el territorio para trasladar el independentismo en las calles.

En el acto, que se desarrolló bajo el lema Tornen les urnes, tornem al carrer(Vuelven las urnas, volvemos a la calle) el soberanismo civil clamó por constituir la República catalana a partir de 24-M y pidió a la ciudadania que cuando vaya a votar lo haga pensando en clave municipal pero también nacional. “Necesitamos el máximo de ayuntamientos, consejos comarcales y diputaciones por hacer posible la República Catalana”, dijo la presidenta de la ANC, Carme Forcadell. Y terminó haciendo una advertencia al soberanismo político: “El 27-S tenemos el reto más transcendental de nuestra historia, un reto tan grande que sólo si vamos juntos, instituciones y sociedad civil, lo haremos posible”. Un dardo a CiU y ERC.

“No todo depende de mí”. Esta frase de Artur Mas ha polarizado el debate político esta semana en Cataluña. El president de la Generalitat hizo saltar las alarmas el pasado miércoles cuando puso en duda la fecha fijada por las elecciones “plebiscitarias”: el 27 de septiembre. En una entrevista en el Punt Avui Televisió, Mas advirtió a ERC de que los comicios catalanes dependían de su apoyo parlamentario. Y no terminó ahí. Al día siguiente, en un encuentro informal con medios internacionales, fue más allá en la crítica a sus socios en el Parlament y se quejó de los “incumplimientos” del pacto de gobernabilidad por parte de los republicanos en algunas votaciones perdidas en la Cámara catalana.

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