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El acta policial tras una inspección en Madrid: "La directora se derrumba al narrar el fallecimiento de uno de los residentes por infarto"

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“Los [agentes] actuantes observan cómo la directora necesita apoyo psicológico por esta situación creada por el covid-19 (se derrumba al narrar el fallecimiento de uno de sus residentes por infarto de miocardio certificado)”. La persona que se derrumba al rememorar la historia es Sagrario, directora de una pequeña residencia, y quien recoge su testimonio es uno de los agentes actuantes, un miembro de la Policía Municipal de Madrid que levanta acta de una inspección realizada el 15 de abril. Los hospitales y residencias llevaban cuatro semanas en situación crítica por la pandemia.

Dos meses después, a Sagrario se le sigue entrecortando la voz cuando explica a infoLibre cómo murió una de las 11 personas que cuidaba en su centro: “Toribio falleció el 25 de marzo. Fue una cosa tremenda lo que vivimos aquí en la residencia”.

infoLibre desveló este miércoles otras dos actas de la Policía Municipal, realizadas tras inspeccionar los geriátricos de Amavir en el barrio de Usera y de Geriasa en la calle Doctor Esquerdo de la capital, en las que sus responsables denuncian que no han podido trasladar a pacientes enfermos a los hospitales. “Preguntada al respecto de la situación manifiesta: si se hubiera podido derivar a los residentes al hospital no hubiera habido tantos fallecimientos puesto que sólo son residencia y no hospital”, explicó a los policías la directora de Geriasa.

El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso aprobó el 18 de marzo un Protocolo en el que se establecían una serie de criterios para decidir cuándo una persona enferma de una residencia podía ser trasladada a un hospital para recibir asistencia y cuándo quedaba condenado a permanecer en el geriátrico. Entre esos criterios figuraban algunos que impedían derivar al residente si tenía un determinado nivel de dependencia o una demencia senil avanzada, circunstancias que nada tienen que ver con las expectativas de vida de una persona. Dos días después, se aprobó una segunda versión del Protocolo donde se fijaban con total crudeza los “criterios de exclusión de derivación hospitalaria”. Una última versión, del 25 de marzo, suavizaba algunos criterios pero mantenía en la práctica la exclusión de los pacientes con mayor nivel de dependencia (“fragilidad igual o mayor de 7” en una escala del 1 al 9) o con el grado máximo de demencia senil (GDS 7).

El testimonio de Sagrario

La residencia Virgen de la Paloma tiene sólo 11 plazas. Cuando dos agentes de la Policía Municipal intentaron acceder al edificio, la directora les pidió que no lo hicieran: “Los agentes actuantes no acceden más que al mail de la directora porque por recomendación de la directora y puesto que no tienen ningún residente contagiado, no quiere que se pueda introducir virus en la residencia. Los agentes entienden la decisión, la respetan y la siguen para minimizar cualquier tipo de riesgo”, indican los agentes en el capítulo de "observaciones" del acta de inspección.

En el documento, firmado a las 11:15 horas del 15 de abril, la Policía Municipal indica que la directora del centro “manifiesta que desde el 8 de marzo se han pasado todos los servicios de emergencia (UME, Bomberos y Guardia Real)”, que tampoco han entrado en las instalaciones, “pero han traído algo de material”.

Los actuantes observan cómo la directora necesita apoyo psicológico por esta situación creada por el Covid-19 (se derrumba al narrar el fallecimiento de uno de sus residentes por infarto de miocardio certificado)”, alertan los policías, que añaden: “Necesitan con urgencia mascarillas FFP2, EPIs, guantes y apoyo psicológico para el personal del centro. Con urgencia!!”.

En conversación con infoLibre, Sagrario explica por qué se “derrumbó” aquel día, cuando hablaba con los agentes policiales: “Toribio falleció el 25 de marzo y fue una cosa tremenda lo que nosotros vivimos aquí en la residencia. Toribio empezó por la mañana a encontrarse mal, después del desayuno, sobre las nueve y cuarto que es cuando desayunan los abuelos. Le dolía el brazo, no se terminaba de encontrar bien. Lo que ocurrió fue que el médico de la residencia llamó al 112 y al 061. Cuando tu llamas al 112, hablas con la persona que te atiende el teléfono, le das todos los datos y a partir de ahí te pasan con un médico. Y el médico, si tiene una cosa u otra, te manda una ambulancia convencional, una ambulancia urgente o una UVI móvil, dependiendo de lo que se pueda necesitar. Pues bien, no nos atendieron la llamada durante tres horas. Esperando y esperando y esperando a que se pusiera ese médico”.

Con voz entrecortada, la directora del centro continúa el relato: “Así que llamé a la doctora del Hospital Clínico, que es nuestro hospital de referencia, para decirle: ‘Oye mira, que nos está pasando esto y que no nos coge nadie en el SUMMA [Servicio de Urgencia Médica, el 112]. Y ella me respondió que había muchísima gente en Urgencias, me dijo: “Te diría que tenemos 200 personas, conviviendo gente fallecida con gente viva, los vamos tapando con sábanas porque no dan abasto en Urgencias con todo lo que hay”. Y no me confirmó si venía ambulancia o no”.

A las cuatro de la tarde falleció Toribio por un infarto de miocardio, ya le arreó fuerte y el hombre se nos quedó. Nosotros hicimos todo lo humanamente posible. Al final, se presentó una ambulancia aquí a las ocho menos cuarto. Yo salí a la puerta hecha una fiera diciendo: ‘Se presentan aquí a las ocho menos cuarto de la noche desde las diez de la mañana que llamamos la primera vez'. Salí hecha una fiera porque aquello me impresionó mucho”, concluye Sagrario.

En su acta de inspección, los agentes alertaban de que en la pequeña residencia necesitaban apoyo psicológico y material de protección. “Sí, pocos días después de la inspección, nos pusieron en contacto con un doctor y una enfermera del Hospital Clínico. Y también nos llamó la Cruz Roja, el grupo de psicólogos, que nos dijeron: ‘llamad cuando necesitéis’”, explica la directora del centro.

En cuanto al material, Sagrario indica que la Comunidad de Madrid “envió un poco” y que “mucha gente altruista” les entregó cosas, como por ejemplo “mascarillas de tela hechas por ellos mismos”.

Los bomberos de Alcorcón nos dejaron una máquina para desinfectar, que funciona con agua y lejía y permite pulverizar. Nos vino de maravilla y hasta hoy la seguimos utilizando. La UME también nos ha traído mascarillas, guantes y desinfectante. Ahora la verdad es que tenemos almacenado bastante material, por si resurge el virus en septiembre. Creo que esto no se ha pasado hasta que haya vacuna”, sostiene Sagrario.

Una carta a los familiares

En medio de la crisis, cuando ya había fallecido Toribio por el infarto, Sagrario le envió una carta a los familiares de los “abuelos”, como ella les llama. Ahora, le pide a infoLibre que se publique íntegra, porque cree importante que los ciudadanos conozcan el punto de vista de alguien que ha vivido una experiencia como la suya.

En la misiva, Sagrario expone su deseo de que “todo el esfuerzo” que se hace en una residencia “sea visto y valorado, pues he oído repetidas veces que somos meros ‘limpia culos’. Quisiera dar una pincelada a esto último mencionado; pues detrás de un pañal sucio por las inclemencias de la edad que hemos retirado como buenos auxiliares de geriatría, ha habido una herida tratada, un malestar mitigado, una sonrisa no menos natural por estar tras una dentadura postiza o un llanto provocado por la impotencia de los primeros días en una nueva casa y con gente desconocida”.

Tras detallar qué profesionales trabajan en el geriátrico y la función de cada uno de ellos, Sagrario responde a la siguiente pregunta: ¿cómo hemos vivido y vivimos esta situación tan alarmante y dura? Y responde así: “Pues he de decir que dentro de todos los protocolos recibidos y las ordenes telefónicas, cada conversación y cada lectura han supuesto un desafío para nuestras mentes y un gran dolor de corazón. Nos hemos visto abandonados por todos aquellos que nos deberían haber arropado, nos hemos encontrado con fallecimientos por no poderlos mandar a un hospital ya que dependíamos de una autorización, como, por ejemplo, un infarto”. Una referencia a Toribio con la que deja claro que, en su opinión, ese "abuelo" se habría salvado si lo llegan a trasladar a tiempo al hospital.

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La directora de la residencia asegura que “la situación vivida ha sido de terror, terror por no poder controlar al personal trabajador, pues muchos dependían de un medio de transporte público, de convivencia con más gente, de tener otros puestos de trabajo, etc. En resumen, pedíamos a gritos psicólogos porque el personal, como yo misma, no dábamos crédito a lo que estábamos viviendo”.

Y finaliza con un doble agradecimiento. Primero, “a los inspectores que se nos asignaron y a los que hay que enviar una tabla diaria de nuestra situación, han estado en todo momento atendiendo todas las dudas con cariño y respeto, dándonos fuerzas y ánimo. No me cansaré de decir gracias”. Y, finalmente, “a las familias de mis abuelos/residentes, gracias en mayúsculas por ser comprensivos y por vuestro apoyo y cariño hacia esta casa”.

Puedes leer a continuación la carta completa enviada por Sagrario a los familiares de los residentes.

“Los [agentes] actuantes observan cómo la directora necesita apoyo psicológico por esta situación creada por el covid-19 (se derrumba al narrar el fallecimiento de uno de sus residentes por infarto de miocardio certificado)”. La persona que se derrumba al rememorar la historia es Sagrario, directora de una pequeña residencia, y quien recoge su testimonio es uno de los agentes actuantes, un miembro de la Policía Municipal de Madrid que levanta acta de una inspección realizada el 15 de abril. Los hospitales y residencias llevaban cuatro semanas en situación crítica por la pandemia.

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