Agustín Basave (Monterrey, 1958) es presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) de México. "Lo defino como socialdemócrata, yo al menos quiero que sea un partido socialdemócrata", comenta. Acaba de publicar La cuarta socialdemocracia. Dos crisis y una esperanza (Catarata), un libro donde denuncia la progresiva derechización de los partidos socialdemócratas, hasta el punto de que resulta complicado distinguirlos de los conservadoras o los liberales en política económica, "y eso a la gente no le vale", advierte.
Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Oxford, exembajador de México en Irlanda (2001-2004) y autor de varios libros, Basave defiende en su nuevo trabajo –que presentó este martes en Madrid junto a los diputados del PSOE Ignacio Urquizu y José Andrés Torres Mora– que la socialdemocracia debe poner en marcha una "segunda domesticación del capitalismo" para "limitar desigualdades" y "reinventar el Estado de bienestar", al tiempo que se redistribuye el poder político y se crea un sistema más participativo. Porque "si seguimos igual –advierte– no puede haber una paz social duradera".
PREGUNTA: Durante la crisis ha aumentado la desigualdad. Uno pensaría que es un contexto favorable para que la socialdemocracia gane apoyos, y sin embargo está en retroceso electoral. ¿A qué lo achaca?
RESPUESTA: No sólo la crisis han provocado la desigualdad. La ha provocado una política económica, a mi juicio equivocada, que se instaura en los años 80, con la llegada al poder de [Margaret] Thatcher y [Ronald] Reagan. Se instaura un modelo económico global que apuesta por la privatización, el desmantelamiento o reducción del Estado de bienestar, y por una serie de esquemas fiscales regresivos que disminuyen impuestos a los ricos. Eso ha provocado un aumento muy grande de la brecha entre ricos y pobres. Los niveles de desigualdad son hoy similares, probablemente, a los del siglo XIX.
P.: ¿Y cuál ha sido la respuesta de la socialdemocracia en ese contexto? ¿En qué ha fallado?
R.: El mundo se ha derechizado desde los años 80, y la socialdemocracia se derechizó también. En mi libro sostengo que la crisis de la democracia representativa fue causada en buena medida por la crisis de la socialdemocracia. Los movimientos de indignados, por ejemplo, salieron a la calle porque gente que en su mayoría votaría por la izquierda no encontraba a ningún partido en la izquierda. ¡Se habían corrido todos a la derecha! Las tuberías de participación democrática se atoraron y se inundaron las calles. Esa crisis de la representatividad está vinculada a la crisis de la socialdemocracia.
R.: ¿Así que la solución que propone es girar a la izquierda?
R.: Si la socialdemocracia se corre otra vez al centro izquierda creo que vamos a empezar a resolver esa crisis de la democracia. Necesitamos que la socialdemocracia regrese a reivindicar el Estado de bienestar, y eso no se puede hacer sin reformas fiscales progresivas. Y también propongo un cuarto poder ciudadano que revise las decisiones más trascendentales de los otros tres poderes y que no tenga representación partidaria, sino ciudadana. Creo que los grandes retos son que las brechas de desigualdad son cada vez mayores y que la sociedad es más exigente, que no se conforma, que quiere participar y tomar decisiones.
P.: ¿Ve alguna figura que represente actualmente esas propuestas? ¿Qué opina, por ejemplo, de Jeremy Corbyn y Bernie Sanders, cada cual en su contexto?
R.: Son intentos que tienen la pulsión correcta, pero sus propuestas no han podido cristalizar dentro de un marco de viabilidad. Me atraen las dos figuras, pero también me doy cuenta de que algunas de sus propuestas son inviables. El gran reto de la izquierda radical es pasar de la lúcida crítica al capitalismo a la propuesta viable para crear un nuevo Estado benefactor, para reencauzar el capitalismo o incluso para crear una sociedad postcapitalista. Con el derrumbe del bloque socialista, la inteligencia de izquierdas se pasmó: se quedó haciendo críticas brillantes pero ninguna propuesta factible. Ese es el gran reto. Simpatizo con Corbyn y Sanders, pero creo que todavía no han cuajado sus propuestas de modo que la gente pueda considerarlas realizables.
P.: En su libro afirma que la socialdemocracia ha perdido el arraigo del que disfrutaba entre la clase media trabajadora y que corre el riesgo de quedar mal con todos los sectores. ¿Cree que está a tiempo de reconectar con la sociedad?
R.: Está a tiempo, pero tiene por delante una tarea muy difícil. Las sociedades están sedientas de heterodoxia y ávidas de iconoclastia, el discurso institucional no es atractivo. Pero si la socialdemocracia sólo se distingue de la derecha en temas de moralidad social y derecho a la diferencia, como el matrimonio homosexual, la legalización de la marihuana, el medio ambiente… si es sólo esa agenda, es insuficiente. Tiene que hacer algo más. La gente quiere crítica al establishment, al statu quo...establishment, statu quo
P.: Y, sin embargo, usted advierte también de que no debe caer en la deriva populista, en prometer imposibles...
R.: Sí, los tiempos actuales son propicios para el populismo, sea de izquierdas o de derechas. Donald Trump es, por ejemplo, un populista de derechas. Como su discurso es crítico con el establishment tiene mucho arrastre, aunque despierte los peores instintos, como la xenofobia. La gente está enojada y tiene razón en estar enojada, pero está encauzando su energía hacia cualquier lado. Hay movimientos con una propuesta ideológica más clara, de izquierda, como aquí los indignados –que de alguna manera derivaron en Podemos–, pero también hay otros que derivan en propuestas anarquistas y nihilistas, o xenófobas y racistas. Por eso es importante que la socialdemocracia se mueva y haga una propuesta dentro de los cauces institucionales hacia la izquierda, hacia el combate a la desigualdad, hacia la ruptura pactada. De otra manera no va a atraer al electorado joven.
P.: ¿Esa vuelta a posiciones de izquierda es creíble? Acaba de mencionar el 15-M y precisamente ese movimiento, por citar un ejemplo, consideraba al PSOE más parte del problema que de la solución.
R.: Es muy complicado, porque la socialdemocracia tiene que pasar por un camino estrecho. No caer en ninguno de los dos lados peligrosos es difícil. Me parece natural que el PSOE vea a Podemos como su rival, es su rival y la tentación de convertirlo en su enemigo es muy grande, pero creo que no debería de ser su enemigo, su enemigo debería de ser el PP, aunque el que le quite votos sea Podemos. Son tiempos muy complicados para la socialdemocracia
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P.: Finalmente, en La cuarta socialdemocracia sostiene de que para ir a mejor y revertir el aumento de la desigualdad y de la concentración de poder será necesaria cierta dosis de conflicto. Hábleme de ello.La cuarta socialdemocracia
R.: La gran pregunta es cuánta dosis de conflicto será necesaria. Los empresarios de 1945 a 1975 tenían impuestos muy altos, altísimos para los estándares actuales, e invertían y creaban riqueza. Hoy, si se les sube medio punto un impuesto, ponen en marcha una revuelta y derrocan al Gobierno. ¿Por qué antes podían invertir y no hablaban de desincentivos con tasas tan altas? Porque había ocurrido la gran depresión y porque había habido dos guerras mundiales. Estaban sensibilizados a la necesidad de crear un mundo más estable y más justo. Hoy tenemos no una depresión sino una recesión, la de 2008, y no ha habido dos guerras mundiales, sino simples revueltas que no asustan todavía al establishment.establishment. Va a ser difícil que cedan a ajustar el esquema fiscal y a cerrar los agujeros por los que, de momento, a través de elusiones fiscales, las grandes firmas transnacionales pagan muy pocos impuestos o no pagan nada, ese es el problema.
En el libro también digo que el tamaño importa. Las empresas gigantes pueden poner de rodillas a Estados del primer mundo incluso en Europa. Algo tenemos que hacer al respecto, no se ve una salida clara. Pero si los grandes empresarios creen que no va a pasar nada, que la gente se va a tranquilizar, que van a cesar las protestas, creo que están equivocados. Vivimos tiempos de una ciudadanía muy exigente, que quiere equidad, acceso a tomar decisiones, que tiene suficiente información para ser crítica: no van a disminuir esas protestas. Mi pronóstico es que va a haber más revueltas. Tiene que haber grandes mutaciones, si no podemos llegar a tiempos muy turbulentos.
Agustín Basave (Monterrey, 1958) es presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) de México. "Lo defino como socialdemócrata, yo al menos quiero que sea un partido socialdemócrata", comenta. Acaba de publicar La cuarta socialdemocracia. Dos crisis y una esperanza (Catarata), un libro donde denuncia la progresiva derechización de los partidos socialdemócratas, hasta el punto de que resulta complicado distinguirlos de los conservadoras o los liberales en política económica, "y eso a la gente no le vale", advierte.