Lo que el betún del Baltasar pintado dice sobre tu forma de entender la política

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Hay una regla básica en comunicación política que dice que absolutamente todo lo que hace un político comunica. Y, aunque elegir a una persona negra para hacer de Baltasar o no incluir en la cabalgata animales vivos, parezcan gestos insignificantes, dicen mucho sobre la forma que los partidos tienen de entender la política.

El vídeo del rey Baltasar pintado de negro y fingiendo un acento extraño ha sido uno de los primeros incendios que ha tenido que apagar José Luis Martínez Almeida y su equipo de gobierno este año. El alcalde ha perdido perdón, pero, aunque es un gesto que caricaturiza y despersonaliza a las personas negras, muchos ayuntamientos de España tiran de betún.

El ‘blackface’ en la noche de Reyes

Este tipo de práctica se conoce por su término en inglés, blackface, y fue prohibida en Estados Unidos por El Movimiento por los Derechos Civiles en 1960. En su origen, se utilizaba para burlarse de las personas negras en espectáculos a los que no se les permitía entrar por la segregación racial. Cada noche de Reyes, ciudades y pueblos de toda España recurren a esta práctica sin darle mayor importancia.

Este viernes en Málaga, el concejal del PP Avelino Barrionuevo se convertía en rey Baltasar en la cabalgata, ignorando las críticas de algunos partidos de la oposición. En Toledo o en Sevilla, el rey Baltasar también tenía la cara pintada. Otros ejemplos sonados en los últimos años han sido los de Cudillero (Asturias), El Puerto de Santa María (Andalucía), Alcoy (Comunitat Valenciana) o este spot del Ayuntamiento de Alicante en 2021, que recuerda al de Madrid. Todos menos el primero estaban gobernados por el PP.

“Generalmente, los gobiernos de derechas muestran menor sensibilidad con este tipo de cuestiones raciales. En el vídeo de Madrid hay también un problema de ejecución chapucera que no está a la altura de un producto audiovisual”, explica el politólogo Eduardo Bayón. Sin embargo, dejar de utilizar el blackface no deberían adscribirse solo a una ideología determinada.

Hasta el activista negro de Vox, Bertrand Ndongo, criticaba esta práctica en redes. Una denuncia que también hacía Rita Bosaho desde el polo ideológico opuesto. La exdirectora general para la Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial del Ministerio de Igualdad con Irene Montero y primera diputada negra en el Congreso de los Diputados resaltaba el hecho de que hay muchos españoles que no son blancos.

Desterrar el ‘blackface’ debería ser una preocupación de todos los partidos

En los últimos años, algunos ayuntamientos de izquierdas han llevado a cabo iniciativas para que el personaje de este rey mago sea representado por ciudadanos negros. El Ayuntamiento de Madrid lo hizo en 2015 a propuesta del PSOE cuando Manuela Carmena era alcaldesa. Fuenlabrada fue una de las primeras ciudades en desterrar esta práctica hace más de dos décadas.

“Siempre hemos creído que es importante que en la cabalgata y en otros eventos públicos se respeten las diferentes culturas con las que convivimos para que todo el mundo se sienta representado. También, dejamos un espacio para las personas con discapacidad física e intelectual y procuramos que haya mujeres pajes en el desfile”, comenta el concejal de Cultura, Raúl Hernández, perteneciente al grupo socialista.

En 2013, esta ciudad del sur de la Comunidad de Madrid también prohibió que se utilizasen animales vivos en la cabalgata de Reyes. Hoy, otros municipios como Boadilla del Monte, donde gobierna el PP, siguen sacando a la calle bueyes, ovejas, camellos y burros, con el perjuicio que eso supone para ellos, ya que les somete, según los expertos, a una situación de estrés con los gritos y las luces.

En política, todo importa y comunica. La ropa que viste un político, con qué colectivos se reúne o las aficiones que tiene. Y esto ocurre con más intensidad en el caso de los gobiernos municipales, ya que tienen la oportunidad de mostrar sus distintas sensibilidades en las fiestas populares o los días señalados en el calendario como la noche de ayer.

El debate sobre el Baltasar pintado de betún va mucho más allá de una anécdota de esa guerra cultural que funciona en la política madrileña y que lleva generando controversia desde hace años. Tiene que ver con el respeto a los entre 700.000 y 1.300.000 de personas africanas y afrodescendientes que viven en nuestro país. Porque, como el cambio climático, dejar de ridiculizar a los demás pintándonos la cara con betún no debería ser solo una preocupación de izquierdas.

 

 

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